El presidente Joe Biden impulsó la invasión de Estados Unidos a Irak en 2003, de acuerdo con el exinspector de armas de Washington en la Organización de Naciones Unidas (ONU) Scott Ritter.
«Joe Biden es una de las principales razones por las que Estados Unidos estuvo en guerra con Irak. Le gusta pretender que no jugó un rol tan importante, pero lo diré ahora y lo diré por siempre: Joe Biden es un mentiroso«, declaró Ritter, quien también fue oficial de inteligencia del Cuerpo de Marines de Estados Unidos
El exmilitar sostiene que desde su posición como jefe del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, el entonces congresista Biden ayudó a vender la idea de la invasión impulsada por la Administración George W. Bush.
Parte de este apoyo se tradujo en discursos y audiencias en el Senado, donde se difundía la falsa idea del programa de armas de destrucción masiva de Sadam Husein, sin olvidar el apoyo que Biden dio a una resolución de 2002 para darle poderes al presidente Bush para intervenir militarmente en Irak.
«Joe Biden es un hombre que permitió que miles de estadounidenses se sacrificarán por su orgullo, su arrogancia, su narcisismo porque sabía que un día iba a ser presidente del país», insistió Ritter.
En su opinión, Biden tenía algunas preocupaciones morales y geopolíticas respecto a Irak, pero prefirió ignorarlas para no ser señalado como una persona «pro-Sadam», lo que incluso lo llevó a no dar discursos en contra de la guerra.
A 20 años del inicio de la invasión, Scott Ritter ve pocos cambios en la política exterior estadounidense, principalmente porque muchos congresistas son patrocinadores directos de las intervenciones militares.
En sus palabras, la sociedad estadounidense desde hace tiempo prefiere ignorar temas de política exterior y apostaron por aislarse como «capullos cómodos impulsados por el consumo». Esta situación podría cambiar ante lo que él considera que será una crisis que transformará a una nación «rota y enferma».
«Tenemos que curar la enfermedad, curar las heridas y reformularnos como una nación de iguales, una que se pueda sentar a la mesa con el resto del mundo sin tratar de dictar órdenes, sino que dialogue con la gente y negocie resultados que sean mutuamente beneficiosos, pero más importante aún, que sean benéficos para el pueblo estadounidense y no solo a la élite política estadounidense», opinó Ritter.
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