«Un caos. El peor momento de toda la historia». Con esas frases y otras semejantes se califica hoy la situación de la Cancillería argentina. Quienes trabajan en relaciones exteriores se encuentran con la risa y la burla de los representantes de otros países que miran azorados, por ejemplo, que Argentina no firmó una declaración del G 20 sobre igualdad de género ¡que firmó Arabia Saudita, donde las mujeres recién manejan autos desde 2018! Los embajadores afrontan posturas fanáticas que llevan a enfrentamientos con casi todos los países, entre ellos Brasil, México, Chile y la negativa a entrar a los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica y ahora otras naciones), produciendo un aislamiento inédito. De hecho, el presidente Javier Milei casi no ha conseguido una reunión con un par, un mandatario, de otro país y tampoco se cumplen mínimamente los otros grandes objetivos de las relaciones exteriores: un flujo de inversiones frescas o nuevos destinos para las exportaciones. El desgobierno interno en la Cancillería crea una situación de desbande nunca vista: el Presidente mandó un correo electrónico a todos los diplomáticos –incluyendo fallecidos, jubilados y otros que dejaron de serlo– exigiendo la renuncia de cualquiera que firme una declaración progresista. La canciller Diana Mondino no sólo fue pasada por arriba en ese correo, sino que figura como copiada, una más. En ese marco se produjo el escándalo por la aparición del nombre Falklands en un comunicado. Nunca ocurrió en toda la historia. Y tampoco le ocurrió a los británicos: ellos nunca pusieron Malvinas en un comunicado.
El embajador no es el Che Guevara
El cuerpo diplomático está integrado, mayoritariamente, por funcionarios conservadores, moderados, cautelosos, equilibrados. En general, votantes del PRO o de candidatos también conservadores del radicalismo. Hoy en día, sus frases más habituales son “esto es irracional, esto es una locura”, “estamos solamente con Corea del Norte e Irán”, “ya no somos confiables para los demás países”.
Durante décadas, esos funcionarios se formaron en parámetros que son los más comunes en Naciones Unidas: la batalla contra el calentamiento global, la igualdad de género, el acceso a la educación, la erradicación de la pobreza. Para La Libertad Avanza y para Milei esa Agenda 2030 es “un complot globalista”. Hay otros criterios tradicionales: la integración con los vecinos, la no intervención, el multilateralismo. Todo eso es considerado “el ideario colectivista”, contra el que hay que librar “una guerra cultural”.
El cuadro de situación hace que todos los profesionales de Cancillería estén en falsa escuadra, a lo que se agrega que Milei quiere ser el protagonista, el referente internacional de la ultraderecha: desprecia a esa estructura diplomática, pese a que está lejos de ser revolucionaria.
El trasfondo del comunicado
Que haya aparecido Falklands en un comunicado oficial es un desastre histórico. Nunca pasó antes. Nunca hubo una declaración británica en la que apareciera el nombre Malvinas. Los profesionales de la diplomacia dicen que se exhibe el desinterés por la causa de las islas, el desmanejo –ya sea que el nombre inglés lo haya introducido la Cancillería o Defensa o Casa Rosada– significa un gol en contra para ir a pedir los votos importantes (India, China, Rusia) en el Comité de Descolonización de Naciones Unidas. Las cancillerías de otros países se ríen de un traspié semejante.
Pero hay otro aspecto planteado: si la maniobra buscó afectar a Mondino más de lo que ya está. A la canciller la sobrepasan por todos los costados y le empezaron a apuntar los trolls que tienen sede en Casa Rosada y algunos de los periodistas más cercanos al Presidente. No son pocos los que dicen que el nombre inglés de las islas se plantó justamente en el aparato de Casa de Gobierno que tiene acceso a los comunicados. Es inaudito que la Cancillería haya publicado el texto el 16 de octubre con el nombre Malvinas y seis días después aparece el mismo comunicado, firmado por Defensa, con el nombre inglés. ¿Error o sabotaje?
El enemigo en casa
El ninguneo a Mondino tuvo el ejemplo más notorio en el correo electrónico, firmado por Milei, dirigido al cuerpo diplomático. El mensaje que le llegó a todos los diplomáticos –incluyó fallecidos y empleados administrativos– señaló que “esta nueva doctrina implica, por definición, que ningún funcionario de esta administración ni quienes representan a la Argentina en el exterior deben acompañar ningún proyecto, declaración, resolución, o documento que establezca violaciones al derecho a la vida, la libertad y la propiedad; o un trato desigual frente a la ley”. El que firma, por ejemplo, una declaración por la igualdad de género, debe renunciar. El que apoya una moción de control de huella de carbono en el ambiente, “debe dar un paso al costado”. Además del delirio fanático, la lógica es que semejante correo debía ser co-firmado por Milei y Mondino, pero el Presidente sólo copió a la canciller. Es una desautorización y también un destrato.
Los ejemplos se multiplican. Cuando hubo que pedirle perdón a China, no fue Mondino sino Karina Milei. La hermana presidencial asumió el control de la Agencia de Inversiones de la Cancillería, un área clave de relación con los empresarios. Se ve que a Karina le gustó el glamour de la tarea diplomática: ya empezó a realizar viajes oficiales, por ejemplo a Paris y va en camino a China. Y todos saben que el Presidente ya no le atiende celular a Mondino: la vía para llegar al mandatario es el secretario de Culto, Nahuel Sotelo. Tradicionalmente se trataba de una secretaría de poca trascendencia, pero ahora le pusieron el nombre de Culto y Civilización, en oposición a la barbarie. Es que el funcionario es admirador de Julio Argentino Roca y la llamada “campaña del desierto”, o sea la masacre de los pueblos originarios. Esa secretaría absorbió el área de Derechos Humanos, pese a que reiteradamente Sotelo habló “del curro de los derechos humanos” y es un negacionista de los crímenes de la dictadura militar.
Desde el punto de vista de la interna en la Cancillería, quienes lo rodean dicen que pregunta casi diariamente qué otras funciones podría tener a su cargo y aseguran que no disimula su objetivo de desplazar a Mondino. Ahora aspira a quedarse con el área legal de la Cancillería. Su carta es que tiene trato con Santiago Caputo, Karina y Javier Milei. Sotelo es de los que calificó “basura” a Lula y aunque se sostiene que pertenece al Opus Dei sus posiciones suelen estar a la derecha de la derecha de la Iglesia. Por supuesto, opositor a la despenalización del aborto y feroz adversario de las organizaciones ambientalistas o de igualdad de género.
La frutilla del postre es otra interna más, protagonizada por la vicepresidente Victoria Villarruel. Este mismo mes estuvo en España reunida con dirigentes del Partido Popular, en una conferencia contra el terrorismo, con el Papa y con la expresidente María Estela «Isabel» Martínez de Perón. Juega su partido: entre los militares, entre los peronistas y en vereda distinta a la de Milei.
Parálisis, recorte y aislamiento
El clima explosivo se traduce en numerosas consecuencias:
* Hay una tendencia a reducir el personal en las embajadas. En la lógica de que el que hace las relaciones internacionales es el Presidente con sus discursos feroces, el cuerpo diplomático pasa a ser secundario. Si alguien en una embajada se jubila, no se lo reemplaza. Además, circula fuertemente la versión de que se cerrarán embajadas. La ofensiva también es económica: se pretendió cobrar impuesto a las ganancias al plus que percibía el personal por estar en el exterior, pero la justicia lo frenó. Aun así el tironeo continúa.
* Los diplomáticos no protestan, no se manifiestan. Sin embargo, hay una resistencia que consiste en una especie de falta de colaboración. Antes que proponer posturas que consideran fanáticas en los organismos internacionales o ante otros gobiernos, mantienen silencio o se las envían a funcionarios que saben que no tienen peso o que las van a cajonear. Argentina está en una virtual desaparición del mapa de las relaciones internacionales.
* Finalmente, la consecuencia más dramática es el aislamiento. No se trata sólo del choque con Brasil, México, Chile, Colombia, Venezuela, España, China, Rusia. La Argentina rechazó el ingreso al BRICS, al que piden entrar 30 países en este momento y al que ahora entraron países tan diversos como Arabia Saudita, Egipto, Irán, Emiratos y Etiopia. En la puerta está Turquía y muchos otros. Nada es inocuo: las inversiones caminan hacia otros lugares, en especial a Brasil. La Argentina -dicen los diplomáticos- está perdiendo la carrera industrial, por ejemplo en la fabricación de autos eléctricos. Eso se traduce en la pérdida de miles de puestos de trabajo de calidad. El aislamiento y el fanatismo derivan ahora en que Milei tenga que viajar de rodillas a China a rogar por los swaps y las represas del sur, aunque en paralelo –y con cierta contradicción– apuesta al triunfo de Donald Trump y al vínculo con Benjamín Netanyahu.
Más allá
de las relaciones diplomáticas en sí mismas y el punto clave de lo económico, la Argentina de Milei dejó de ser un país importante en el mundo, una voz escuchada por su seriedad.
No le ocurrió ni siquiera al Brasil de Jair Bolsonaro ni a la Hungría de Viktor
Orban, según juran y perjuran, aunque en voz baja por el ambiente represivo, en el Palacio San Martín, la sede de la Cancillería.