Un acto de resistencia ante el intento de censura y prohibición. Una respuesta colectiva frente a la violencia de una derecha que no lee, que recorta textos y provoca la confusión, la desinformación y logra diseminar el miedo entre padres y madres. Que busca el escándalo fácil, la reacción epidérmica, la cancelación exprés que ve pornografía donde lo que hay es literatura. La lectura colectiva de Cometierra, la primera novela de Dolores Reyes publicada en 2019, reunió a más de cien escritoras y escritores y más de 300 espectadores en el Teatro Picadero, que aglutina las luchas del pasado y del presente porque ese mismo escenario fue el espacio donde nació el movimiento “Teatro Abierto”, un bastión de la resistencia cultural contra la dictadura cívico militar al que le pusieron tres bombas que destruyeron las instalaciones. Los ejemplares de Cometierra levantados como banderas parecían escudos contra el oscurantismo.
Leer para exorcizar la violencia
El productor y empresario teatral Sebastián Blutrach, dueño del Picadero, pedía a los escritores que se reunieran en el escenario para poder realizar la foto colectiva. Ya estaban casi todos: Liliana Heker, Luisa Valenzuela, Juan Sasturain, Martín Kohan, Andrea Ferrari, Cristián Alarcón, Carlos Gamerro, Alejandra Kamiya, Inés Garland, Enzo Maqueira, Santiago Loza, Sonia Budassi, Mariana Travacio, Marcelo Figueras, Tamara Tenenbaum, Gloria Peirano, Silvia Hopenhayn, Federico Jeanmaire, Fabián Casas, Guillermo Martínez, María O’Donnell y Sergio Olguín, entre tantos otras y otros. “Son muy indisciplinados”, bromeaba Blutrach mientras Claudia Piñeiro y Cynthia Edul, que oficiaron como coordinadoras de la performance, explicaban la dinámica de una lectura en continuado que llegó hasta el capítulo 25 inclusive de los 53 que tiene la novela de Reyes. Nadie saludaba ni se presentaba, simplemente iban pasando de a dos y leían. Los acompañaba la sobria y bella música original de Guillermina Etkin al piano, que pertenece a El punto de costura, una notable puesta de Edul. Desde la platea y el pullman la mayoría seguía la lectura con sus propios ejemplares de Cometierra. Leer para exorcizar la violencia, el desamparo y la injusticia.
“Los muertos no ranchan donde los vivos. Tenés que entender”. Así empieza Cometierra novela que estuvo en boca de muchas y muchos. Después de la embestida lanzada por dirigentes libertarios, entre ellos la vicepresidenta Victoria Villarruel, que cuestionaron al gobierno bonaerense por la distribución de libros “con contenido sexual explícito” en la colección “Identidades Bonaerenses”, el libro de Reyes está primero en el ránking de los más vendidos de la semana pasada en la librería Cúspide, por delante de La Vegetariana, de Han Kang, la escritora surcoreana que ganó recientemente el Premio Nobel de Literatura. La primera en leer fue Liliana Heker, siempre vital y entusiasta a la hora de poner el cuerpo y su voz. Aunque el encarnizamiento mediático se concentró en Cometierra, también estuvieron en la mira de esta cruzada retrógrada contra novelas calificadas como “pornográficas” Las aventuras de la China Iron, de Gabriela Cabezón Cámara; Las primas, de Aurora Venturini, y la obra de no ficción Si no fueras tan niña. Memorias de la violencia, de Sol Fantin, en la que narra el abuso sexual que sufrió de un profesor de una institución pseudoreligiosa, donde estudiaba filosofía de Oriente y Occidente y practicaba meditación.
Censurar y prohibir: los antiderechos en acción
La Fundación Natalio Morelli presentó una denuncia judicial contra el director general de Cultura y Educación de la provincia de Buenos Aires, Alberto Sileoni, por la supuesta distribución de obras que incluyen “contenido sexual explícito” y temáticas consideradas “inapropiadas”. La ONG en cuestión está presidida por Bárbara Morelli, una militante antiderechos cercana a la diputada libertaria Lilia Lemoine, que explicó que la denuncia fue impulsada por la preocupación de padres y miembros de su organización, quienes consideran que el contenido de esos textos podría afectar negativamente el desarrollo de los jóvenes. “La provincia de Buenos Aires no merece la degradación ni la inmoralidad que Kicillof les impone. Existen límites que no deben cruzarse. ¡Basta de sexualizar a nuestros hijos, saquen de las aulas a quienes promueven estas agendas nefastas y respeten la inocencia de los niños! ¡¡Con los chicos NO!!”, expresó Villarruel en su cuenta de la red social X. La respuesta de Kicillof, por el mismo canal, llegó hace una semana: “Qué mejor que un domingo de lluvia para leer buena literatura argentina. Sin censura”, posteó el gobernador de la provincia de Buenos Aires junto con una imagen en la que está leyendo Cometierra y en una mesa redonda se ven Las primas, Las aventuras de la China Iron y Si no fueras tan niña. Memorias de la violencia, los otros tres libros objetados por ese grupo que bien se podría denominar “los retrógrados avanzan”.
“No les importan los libros, ni siquiera los leyeron”, dijo Fabián Casas a Página/12 antes de subir al escenario a leer. “Esta nueva derecha violenta, que es vieja también, está atacando las conexiones que tienen que ver con lo colectivo porque los libros se leen y comparten entre la gente y son una muestra de la solidaridad y de la hospitalidad. Entonces es un ataque a las políticas comunitarias y colectivas, que es las que tenemos que tratar de recuperar”. Escribir y leer exigen tiempo y paciencia; las y los espectadoras que ya leyeron la novela vuelven a pasar por sus corazones la historia de Cometierra, donde las principales víctimas son las mujeres: la madre de Cometierra, “la seño Ana” y María, entre otras. La escritora le dedicó su primera novela a la memoria de Melina Romero y Araceli Ramos, a las víctimas de femicidio y a sus sobrevivientes.
A la hora de sembrar el pánico entre padres y madres se afirmó que los cuatro libros cuestionados de la colección “Identidades bonaerenses”, que está conformada por 108 títulos de 56 editoriales, estaban dirigidos directamente a las y los estudiantes. Pero no son materiales de lectura obligatoria, sino que están disponibles en las bibliotecas de las instituciones de los niveles Secundario y Superior, Adultos, Escuelas Técnicas, como así también en Bibliotecas Populares y Municipales. “La desinformación y confusión es moneda corriente en el entorno de los líderes digitales que el gobierno sigue y que el presidente retuitea”, advirtió Facundo Pastor antes de leer el fragmento que le correspondía de Cometierra. “La confusión es adrede y es parte de un formato de comunicación que ya lo habíamos visto con la posverdad, pero que ahora viene un poco más desarrollado con fake news, con la idea de que no importa el detalle ni la cuestión concreta, sino que lo que importa es generar un daño, aún sabiendo que la información es inexacta. Pero no creo que sea algo circunstancial, sino que es algo premeditado”.
Pastor bosquejó una especie de perfil de quienes se sumaron a esta tentativa de censurar y prohibir libros. “Son las mismas personas que consideran el aborto como un homicidio o la educación sexual integral un plan oscurantista para eliminar humanos del mundo. ¿Qué interpretación literaria o de ficción podemos pretender justamente de alguien que considera que el aborto es un homicidio calificado y otros disparates similares casi terraplanistas? A todo esto hay que agregar ciertas reivindicaciones a la dictadura; entonces completás un panorama que hasta incluso uno podría pensar que tiene cierta coherencia tenebrosa”.
Las mejores páginas de la resistencia cultural
Le temblaban las piernas a Reyes, un poco la voz también. “La seño Ana era para mí tan hermosa. Yo nunca había visto el cuerpo de una mujer desnuda. Muerta, sí”, leyó la escritora para cerrar esta lectura colectiva de Cometierra, que se intuye que formará parte de las mejores páginas de la historia de la resistencia cultural. Aplausos intensos como si cada una y cada uno de los espectadores quisieran abrazar y proteger a la escritora contra los ataques que recibió en redes sociales, donde la trataron de “corruptora de menores”. Nadie sabe cuánta emoción cabe en un cuerpo. Las manos de Dolores limpiaban sus propias lágrimas. Otra vez los ejemplares de Cometierra bien en alto, en el escenario y en la platea. “¡Aguanten los libros, siempre”, afirmó la escritora.
“Desde la perspectiva de la literatura y de la educación, que son los campos de mi formación y de mi práctica profesional, no encuentro ningún motivo para restringir el acceso a los libros señalados”, declaró Sol Fantin a este diario antes de leer un fragmento de Si no fueras tan niña. Memorias de la violencia. “En términos de educación, podrían ser aceptables sugerencias de trabajo específicas, según las condiciones de los distintos grupos de estudiantes, en el sentido de las mediaciones didácticas necesarias para abordar determinados materiales, pero esto no equivale a considerar esos materiales -que han sido seleccionados por un equipo de expertos en literatura- como inapropiados per se”, precisó la escritora y docente. “Considero que la literatura tiene como función, además del simple goce estético de cualquier lenguaje artístico, ofrecer oportunidades de ampliar los horizontes de sentido, imaginar mundos posibles, formarse criterios propios para pensar la realidad con el distanciamiento necesario y, en general, enriquecer la subjetividad; no encuentro, desde mi campo profesional, una razón para impedir el desarrollo o la libre difusión de la literatura como un bien social”. Otra gran ovación y el público se puso de pie, luego de la lectura de Fantin, que fue abusada sexualmente entre los trece y los veintiún años.
Claudia Piñeiro compartió un fragmento de Las primas, novela con la que Venturini (1922-2015) ganó en 2007 el premio Nueva Novela organizado por Página/12. Como si rapeara su propia escritura en la lectura, Gabriela Cabezón Cámara, que este año obtuvo el Premio Sor Juana Inés de la Cruz en México, interpretó Las aventuras de la China Iron moviendo los hombros. Finalmente, Julián López leyó la solicitada firmada por más de 2000 escritoras y escritoras, con apoyos internacionales de los chilenos Alberto Fuguet, Alejandro Zambra, Lina Meruane y Alejandra Costamagna; los mexicanos Juan Villoro, Guadalupe Nettel y Brenda Navarro, las españolas Rosa Montero e Irene Vallejo y el nicaragüense Sergio Ramírez, entre otros. En el texto se convoca a una defensa de los libros, de los planes de lectura y de las bibliotecas. “Las escritoras y escritores no somos rehenes de ningún régimen ni de ninguna campaña electoralista. No se pueden permitir ni la ridícula ofensiva oscurantista ni la violenta personalización sobre ninguna escritora o escritor para contiendas que no tienen nada que ver con las razones y los objetivos de nuestro trabajo. Lectores y lectoras, escritoras y escritores; libros, fuera de toda disputa coyuntural y todo oscurantismo”.
Los ejemplares de Cometierra levantados como banderas quedarán grabados para siempre en las pupilas agradecidas de Reyes. “En un momento pensé que me iba a desmayar y me fui para atrás -reconoció mientras intentaba salir del teatro-. Fue muy emocionante, pero la verdad que no lo tomo solo como algo personal; es una defensa por los libros, por la lectura, por la escuela, que es quien forma a los lectores en este país. Ante tanto ataque, nos juntamos y hacemos lo que no hicieron ellos: ponerse a leer”.
Blutrach: «La única respuesta es la colectiva»
“La verdad que fue muy emocionante tener a tantos escritores y escritoras arriba del escenario reunidos para defender el libro Cometierra”, aseguró el productor y empresario teatral Sebastián Blutrach a Página/12 después de la lectura colectiva de la novela de Dolores Reyes en el teatro Picadero, en la que participaron editoras como Leonora Djament (Eterna Cadencia) y Julieta Obedman (Alfaguara), Juan Ignacio Boido (Penguin Random House), Mercedes Güiraldes y Adriana Fernández (Planeta) y la actriz Marcela Ferradás. En un sentido más abarcador, fue también “una defensa de la lectura en las escuelas y del libro como elemento fundamental para la educación, para abrir cabezas y para reflexionar”. Para Blutrach, que reabrió el teatro que está ubicado en el pasaje Enrique Santos Discépolo en mayo de 2012, fue un orgullo que su sala haya sido la sede de este “acto maravilloso y muy reparador”.
El Picadero, que fue inaugurado el 28 de julio de 1981, se constituyó como un espacio de libertad para los artistas que llevaron adelante el movimiento Teatro Abierto, un bastión de la resistencia contra la dictadura cívico militar en el que participaron destacados dramaturgos como Griselda Gambaro, Roberto Cossa, Carlos Gorostiza y Mauricio Kartun, entre otros. “Desde que lo reabrí, el Picadero es un espacio que contiene a gran parte de la comunidad teatral y tiene compromisos con los derechos humanos, con las cuestiones de género y con defender el espacio de la cultura. Ahora que estamos viviendo una época donde nuestro sector es atacado en general y también hay ataques particularizados, estigmatizando a los artistas y su trabajo, creo que la respuesta colectiva es la única respuesta posible”, afirmó el productor y empresario teatral. “La similitud que encuentro con la dictadura es la torpeza y la brutalidad con la que se ataca al sector cultural. La respuesta colectiva superadora, ponerse a leer entre todos, es muy emocionante”.