¿Se moderó? ¿O se radicalizó? El Presidente electo es incertidumbre. Wall Street, después del Día de Acción de Gracias, retomó el Trump rally. ¿Qué es más fuerte? ¿La señal de Bessent o la de los aranceles? No es la Bolsa, son los bonos los que se espantan.
¿Cómo será la segunda presidencia de Donald Trump? La experiencia, ¿lo va a moderar o exacerbar? De las urnas recibe un mandato disruptivo. De la Administración Biden, un legado que le convendría conservar intacto: una economía sólida y la inflación de regreso al redil del 2%. Sobre todo, hereda un banco central dispuesto a continuar con la baja de tasas todo el año que viene, si no hay novedad en el frente.
Desde ya que a Trump no se le puede pedir que pase inadvertido. Menos cuando ocupa el centro de la escena. Es sabido, no puede con su genio. Guardó silencio sobre la política económica hasta que designó a su secretario del Tesoro, un financista, Scott Bessent. Dio así una nítida señal de moderación. Que son dos: se completa la grilla del gabinete y se ignora todavía el paradero de Robert Lighthizer, un cruzado de los mecanismos de protección en su primer mandato y en la campaña.
Pero Trump da una mano de cal y otra de arena. Primero sedó a las fieras y después él mismo anunció una lluvia de aranceles en alza. Los tres principales socios comerciales de los EEUU integraron la terna nominada: China, México y Canadá. China es el enemigo estratégico que hay que detener. México y Canadá, no, son aliados. Y Trump ya renegoció el Nafta en su primer mandato y firmó con ambos un nuevo tratado comercial, el USMCA. El mensaje es claro: nadie está exento de que Washington le exija un cambio unilateral de las reglas de juego, aun si las reglas se pactaron con el propio Trump. Entonces, ¿se moderó? ¿O se radicalizó? Trump es incertidumbre. Como dice Martin Sandbu, la imprevisibilidad es su método, no un error. Cuando asuma, el 20 de enero, sabremos con qué pie quiere comenzar su gestión.
A la Bolsa todo le siente bien. ¿Y a los bonos?
Wall Street, después del Día de Acción de Gracias, retomó el Trump rally. Le dio las gracias al Presidente Biden por todo lo bueno que fue este año, pero, se sabe, la Bolsa mira hacia delante. Lo pasado, pisado. Lo que importa es lo que viene. ¿Qué es más fuerte? ¿La señal de Bessent o la de los aranceles? Para la Bolsa no es un problema. Compra todo desde septiembre (cuando todavía corría Kamala). Y esta semana trepó otro escalón. El índice S&P 500 avanzó 1,06%. El Nasdaq, 1,13%. El Dow Jones los superó, 1,39%, tras cruzar por primera vez la marca de los 45000 puntos, aunque cerró por debajo. Lo más destacado fue el Russell 2000, la canasta de pequeñas compañías, que subió 1,48%, y puja por batir su récord histórico de 2021. Ya se dijo: el proteccionismo de Trump le sienta bien.
No es la Bolsa, son los bonos los que se espantan. Los incomodó Kamala, pero mucho más los planes exuberantes de Trump. La deuda de EEUU es sostenible, pero su trayectoria es una invitación a la catástrofe. Y la plataforma republicana promete una acumulación de pasivos, en los próximos diez años, dos veces más grande, en términos del PBI, que la de sus contrincantes. Un Trump exacerbado será de trabajosa digestión. Y, en ese sentido, que Scott Bessent sea el hombre fuerte del Tesoro, un halcón fiscal, amén de un avezado trader de monedas, es una excelente noticia. Recordar que lo cambiario será su turf, no de la Fed. Designarlo es una cortesía dirigida a los “bond vigilantes”. ¿Y qué decir de la prédica de los aranceles? No les importó. La tasa de diez años bajó casi un cuarto de punto, a su nivel más bajo de las últimas cinco semanas: 4,18%. Torció así su aumento incesante. Y el dólar hizo el movimiento espejo. Dejó de fortalecerse en nítida señal de descompresión.
¿El estilo Trump ya no quita el sueño?
Trump vocifera, pero, ¿será que su estilo conocido (amedrentar para luego negociar) ya no quita el sueño? Nadie hizo un drama de su retórica. La historia se repite, después de todo. Advertir a los BRICs de que les descargará un arancel de 100% si osan boicotear el liderazgo del dólar es una farsa. China solo ya llevaba el 60%. Y todavía faltan dos meses para que asuma. La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, conversó con Trump. Cree que se zanjarán las diferencias sin que rija ninguna gabela. Justin Trudeau, el premier canadiense, compartió la cena, el viernes, en Mar a Lago. Christine Lagarde, quien regentea el BCE, ya le aconsejó a Europa que arme una lista de shopping de productos estadounidenses para calmar a Washington. Son varios los países que abrigan esa idea. China, en 2020, con un acuerdo comercial ad hoc (que no cumplió del todo) estrenó la modalidad.
En campaña, Bessent, señaló que los aranceles deben pensarse como una herramienta para extraer concesiones. Pero si todo el mundo está dispuesto a ceder, Trump va a endurecer sus condiciones. Exigirá más para asegurarse de no dejar dinero (o ventajas) que podría llevarse de la mesa. Así, estamos condenados al trapicheo. Si esto es solo una transacción, sujeta al cálculo de costos y beneficios, el límite no lo fijará la amabilidad sino el espanto. El temor de Trump, no el de los demás. “Trump es el presidente más pro-Bolsa de la historia”, dice Jeremy Siegel. No querrá, entonces, arruinar el mercado bull. No habrá arancel que se lo pague. Y si a la Bolsa todo le viene bien, serán los bonos -con un salto de las tasas largas- o un crujido en el mercado de monedas los que digan basta. Para que la sangre no llegue al río, los financistas del equipo económico -Bessent y Lutnick en Comercio- deberán hacer bien las cuentas de antemano y convencer a Trump de evitar el error de cálculo.