Donald Trump juega con las blancas. La Fed responderá a posteriori. Desde que ganó la elección, la agenda económica del republicano entró en un cono de esmerado silencio. Wall Street toma nota.
“No hay necesidad de apurar la baja de tasas”, dijo Jerome Powell, el mandamás de la Fed, en Dallas. Sonó a advertencia. En el acto, los futuros de Chicago comenzaron a poner en duda la reducción prevista de un cuarto de punto el 18 de diciembre. ¿Empieza a tomar distancia la Fed de la política económica que impulsará Donald Trump a partir de enero? Formalmente, no. Powell fue clarísimo. La Fed no se anticipa a las decisiones del presidente electo. “No adivinamos, no especulamos, no asumimos” qué políticas se van a aplicar, sostuvo la semana pasada.
Y en Dallas recalcó que el banco central esperará a conocer con certeza las definiciones de la nueva Administración. Es decir, Trump juega con las blancas. La Fe responderá a posteriori. Si cabe, ajustará luego el sesgo de la política monetaria, pero no antes. Como la política hoy es restrictiva, y el banco central desea tornarla neutral, repetir una poda de un cuarto de punto es probable, en línea con el mapa de puntos vigente. No importan, en principio, las promesas vertidas al calor de la campaña.
Que conste que la transición política es un modelo de urbanidad. La Casa Blanca está en orden. Trump visitó al presidente Biden y facilitó así la fotografía conjunta que denegó cuatro años atrás. Desde que ganó la elección, su agenda económica entró en un cono de esmerado silencio. Con el control de ambas cámaras en el Congreso, los recortes de impuestos son un objetivo accesible, pero nadie meneó el asunto. Trump no develó todavía quién será su secretario del Tesoro. El zar de los aranceles y la protección, Robert Lighthizer, quien se autopostulaba en campaña, volvería a ejercer como representante comercial de los EEUU. Es toda una señal. No ascenderá en la cadena de mandos.
Quedan en carrera los financistas. Aunque Jamie Dimon, el CEO de J.P.Morgan, aclaró que no está interesado. Y John Paulson se bajó. ¿Será Scott Bessent, fundador del Key Square Group, quien supo decir que no hay que tomar lo dicho sobre aranceles en sentido literal? ¿O Howard Lutnik, el timonel de Cantor Fitzgerald, un gestor más convencido del cambio, según Elon Musk? ¿O habrá algún tapado con mejores pergaminos y menor participación en la campaña? Se sabrá pronto. Trump no ignora que su ideario es más una rampa para el despegue de las tasas de interés que una razón para seguir bajándolas. Por eso calla. Los que hablan por él son las tasas largas y el dólar, ambos en alza punzante. A diferencia de Powell, los mercados financieros prefieren posicionarse primero y corroborar después lo que Trump se trae entre manos.
Inflación: con Trump en el umbral, la sensibilidad cambió
La inflación al consumidor de octubre fue un calco de septiembre. La reacción, no. Con Trump en el umbral, la sensibilidad cambió. La inflación núcleo, a decir verdad, se repitió por tercer mes consecutivo: +0,3%. Una velocidad de crucero anualizada de 3,6%. ¿Se atascó la convergencia a la meta de 2%? Esa es la flamante preocupación. ¿Será por eso que Powell dijo lo que dijo? Probablemente no. La Fed es data dependiente, pero posee una visión estratégica de la inflación y no meramente puntual. En el primer trimestre, por caso, los precios dieron un salto imprevisto que recién cedió en mayo. Powell no se mosqueó. Afirmó que había que ser paciente, y el tiempo le dio la razón. Cuando estrenó la baja de tasas, también puntualizó que comenzaba un proceso de cortes sucesivos, y no un movimiento aislado. Se sabe que la dinámica de desinflación de los servicios es lenta (lenta, pero segura). Ella es la culpable de estos atascos que el tiempo desobstruye y la Fed relativiza. Lo que persiste son las altas lecturas del costo del alojamiento. Pero no es inflación presente sino pasada. “No veo nuevas presiones”, dijo Susan Collins de la Fed de Boston. Por eso mismo, la baja de tasas no está en tela de juicio.
La inflación sigue con rumbo firme a 2%, Collins dixit. Ahora bien, si Trump quiere innovar y empujar una agenda de suba masiva de aranceles, disminuir el crecimiento de la oferta laboral y bajar impuestos sin prestarle atención al déficit fiscal, esa ya es por entero otra película. Y justificaría otro programa de política monetaria en 2025. Si la Fed supiera que Trump enfilará por allí, entonces se le podría bajar la persiana a la poda de tasas ahora mismo y ganar tiempo. Eso es lo que los mercados sospechan y Powell niega.
El Trump rally se tomó su primer descanso
Wall Street toma nota. De la inflación, de los dichos de Powell y de las designaciones de Trump, en especial del puñado que recuerdan la insoportable levedad de su ser. Los anuncios de Gaetz, Gabbard, Hegseth y Robert Kennedy Jr. levantaron polvareda hasta entre los propios republicanos. No se duda de su fidelidad, sí de su competencia. ¿Está Trump poniendo a prueba el límite de la lealtad de sus senadores? ¿O querrá librarse de alguno de sus candidatos (forzando al Senado a rechazar su nominación) y de paso se fabrica una cuenta a cobrar? Wall Street acusó notorio recibo de las palabras de Powell. Si lo que el jefe de la Fed quería era moderar el entusiasmo, lo consiguió con el menor esfuerzo.
El Trump rally se tomó su primer descanso. El sentimiento se tornó neutral. Y fue la peor semana desde septiembre para el S&P500 (-2,1%) y el Nasdaq (-3,1%). A pesar de que la economía confirmó su solidez. Las ventas minoristas descollaron en septiembre (revisadas al alza) y octubre. El informe Empire Fed, que mide el pulso de la industria en el estado de Nueva York, se destapó con su valor más elevado en tres años. La fórmula del éxito es dejar la economía correr. No romper lo que funciona bien. Y dejarlo en paz a Powell para que prosiga con la baja de tasas. Está en Trump no agredirlo -como hace ahora con Biden- y evitar pegarse un tiro en los pies.