Holmer Machoa dice que cuando se transita por el Parque Nacional Yasuní, en la Amazonía ecuatoriana, es posible sentir un olor raro en el ambiente, escuchar el ruido de la maquinaria que extrae el petróleo y ver los mecheros que combustionan en la atmósfera.
«El aire mismo tiene un olor fortísimo, igual el agua de los ríos en la zona de las petroleras está contaminada. Hay especies de animales que van desapareciendo, la fauna silvestre, la acuática», aseguró a este residente en esa reserva natural ecuatoriana, la mayor protegida del Ecuador, con más biodiversidad por metro cuadrado que en Norteamérica.
A Machoa, representante de la etnia Kichwa le queda la duda de dónde proviene ese olor como a azufre que se siente en el Yasuní, si es de algún contaminante que botan al río o si es de lo que desprende el proceso de la explotación petrolera.
Le preocupa el silencio de las comunidades que sufren más directamente los efectos de la explotación petrolera, en particular la Boca-Tiputini y Puerto Miranda, ambas kichwas, pero supone que esto se deba a que están recibiendo algún beneficio económico.
Él puede dar testimonio de cuánto han cambiado los paisajes de esta reserva con el ingreso de las compañías extractivistas, desde la tala de árboles para hacer los «senderos ecológicos» hasta los ríos con agua turbia contaminados.
Alicia Cahuiya, del pueblo waorani, una de las voces defensoras de este enclave natural, dijo que sus abuelos y sus padres les contaban que antes llevaban una vida feliz en su tierra amazónica, donde solo se escuchaban los pájaros, los monos, la lluvia, el viento y los truenos. Ahora hay ruido ambiental de las maquinarias y contaminación en los ríos.
«Antes, sin contaminación, había pescados sanos que se encontraban cerca; ahora, con la contaminación que está llegando, los peces se van más abajo y ya no tenemos tantos peces para comer«, asegura.
Dice que ahora ya no abundan los alimentos y los animales como los tapires y los jaguares van a comer al sendero donde hay sal y sacan el petróleo, pero luego aparecen muertos.
El Parque Nacional Yasuní se extiende por 1.682.000 hectáreas en donde se ubica el campo Ishpingo-Tambococha-Tiputini, donde es estima que esté bajo tierra el 18,3% de las reservas de petróleo probadas de este país.
Allí viven los dos últimos pueblos aislados del Ecuador, como son los tagaeri y taromenanes, lo cual le concede mayor relevancia para su conservación.
Holmer, como Alicia, están de acuerdo con una iniciativa ciudadana para que los 18 millones de ecuatorianos expresen en las urnas si están de acuerdo con la explotación en el bloque 43-ITT (Ishpingo, Tiputini y Tambococha), que impulsa con fuerza el colectivo ambientalista «Yasunidos«.
Esta propuesta surgió hace una década, luego que no prosperara una iniciativa, también ciudadana, acogida por el gobierno de Rafael Correa entre 2007 y 2013 y la cual denominó Iniciativa Yasuní ITT, para que Ecuador recibiera una compensación de la comunidad internacional para dejar bajo tierra unos 856 millones de barriles de petróleo.
Con ello se buscaba evitar la emisión de 407 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono al ambiente por no quemar el combustible fósil y reinvertir los recursos obtenidos en programas ambientales, propuesta que entusiasmó a la comunidad internacional, pero no ganó el apoyo esperado de los países desarrollados.
Consulta para todos
En 2013, el gobierno anunció el inicio de la explotación petrolera en un 0,1% del parque nacional y el fin de la Iniciativa Yasuní-ITT, lo cual dio paso a la conformación del grupo ambientalista Yasunidos, contrario a esa decisión.
La vocera del colectivo ambientalista, Antonela Calle, dijo que ellos llevan 10 años intentando una consulta popular para que la sociedad ecuatoriana exprese en las urnas si está de acuerdo en que el gobierno ecuatoriano mantenga el crudo del ITT, conocido como bloque 43, indefinidamente en el subsuelo.
El tema cobró vigencia más recientemente, luego que en septiembre pasado, el Consejo Nacional Electoral emitió el certificado de legitimidad democrática, que validó las 757.000 firmas recogidas en 2013 para presentar la propuesta ante el órgano electoral, pero que inicialmente habían sido descalificadas.
Ahora la Corte Constitucional debe dar o no su visto bueno a la pregunta planteada, pero Calle advierte que si la jueza a cargo cambiara el cuestionamiento tal como lo presentaron, se estarían vulnerando los derechos de los firmantes debido a que ellos dieron su apoyo a un tema en particular.
«Ya van a ser 10 años en esta lucha y han sido en verdad bien desgastante, frente a diferentes instituciones que nieguen que hubo un fraude, mientras hay otras consultas populares como la del [presidente Guillermo] Lasso, sobre la cual en menos de un mes la Corte Constitucional resolvió y se hizo la consulta el mes pasado, y; sin embargo, a un colectivo que lleva 10 años esperando una consulta todavía no se le da respuesta».
Desde su punto de vista, los ecuatorianos han sido engañados por los gobiernos cuando señalan que los recursos obtenidos de la explotación petrolera serían utilizados en salud, educación e inversión social, porque ello no está ocurriendo en el país, peor aún en la Amazonía, donde los nativos siguen resistiendo a la exclusión y el olvido a sus necesidades básicas y urgentes.
«Lo que hemos visto claramente y lo palpamos es que no hay acceso a la salud pública, tampoco a la educación, no hay presupuesto para eso ni hay inversión pública y lo que vemos es el caos y que la plata del Yasuní y de la explotación petrolera en general se va a la corrupción en este país«, señaló la vocera de Yasunidos.
S.O.S por el Yasuní
El inicio de la explotación petrolera es motivo de preocupación tanto para los habitantes del Yasuní como para los ambientalistas que rechazan la actividad extractivista a ultranza, con el argumento de que la especie humana está depredando el medio ambiente y en la mayoría de los casos no repone siquiera aquellos recursos que permiten la vida en el planeta, como los árboles y la plantas.
Estos colectivos alertan que el ingreso de las compañías extractivistas no se traduce beneficios sociales o económicos para los habitantes de la Amazonía ecuatoriana, en particular de las comunidades indígenas que radican en estas reservas desde siglos atrás.
Antonela Calle apuntó que, mientras ello ocurre, las clases populares siguen padeciendo los rezagos del sistema imperante y los pueblos y las nacionalidades, enclavadas al lado de los yacimientos, viven en el abandono, sin acceso a la salud, con el agua contaminada que le provoca enfermedades y sin medios de subsistencia.
Ella dice que mientras, por un lado, «la plata del Yasuní y del petróleo se está yendo a la corrupción», por otro, existen estudios científicos que señalan que el petróleo ecuatoriano debe acabarse en unos 10 años, lo cual demandará la búsqueda de nuevas formas de generar recursos para el desarrollo del país.
«Los gobiernos no pueden quedarse en lo fácil, sino pensar en nuevas formas de crear estos recursos que no causen daños ambientales a nivel social, pero que sean sostenibles», señaló la activista.
La lideresa waorani Cahuiyacree hizo un «llamado de auxilio» a la humanidad para que se hagan alianzas que permitan frenar a futuro un genocidio contra quienes habitan el Yasuní y sus pueblos en aislamiento.
«Mundo, escucha: los únicos waoranis que existimos en Yasuní somos guardianes y cuidamos ambiente; nuestro hogar es Yasunì, no somos depredadores, pero no queremos que nos destruyan las empresas internacionales, más bien exigimos que nos respeten gobiernos y trasnacionales», dijo.
Ella está inmersa en la lucha de los pueblos y comunidades nativas para que se establezca un reglamento de consulta previa libre e informada a las comunidades, previo a los procesos de concesión de proyectos de explotación, pero asegura que ellos no quieren dinero a cambio de aceptar, sino que desean vivir tranquilos y en paz, como antes.
Según describió, ahora llegan las compañías con los militares armados y ni les avisan, con lo cual sienten inseguridad, y se genera conflictividad entre los mismos integrantes de las comunidades entre quienes deciden apoyar a estas empresas y quienes se aferran a proteger sus territorios.
Holmer Machoa ve mucha debilidad en los líderes comunitarios, e incluso considera que algunos «venden su conciencia» al dejarse comprar por prebendas como dinero o contratos de trabajo generalmente efímeros, para ellos y sus familiares, a cambio de lograr un sustento, hecho que divide a las comunidades y genera conflictividad.
«Quizás quienes habitamos actualmente el Yasuní no vayamos a sufrir tanto esta contaminación y los tipos de enfermedades que se vayan a presentar a futuro, sino que quienes más van a sufrir son los que vienen detrás de nosotros, nuestros hijos, los hijos de nuestros hijos y así sucesivamente, y si no hacemos nada ellos vivirán culpándonos a nosotros porque estarán padeciendo de atropellos y contaminación», apuntó.
Él ha cumplido la misión de transmitir a una de sus tres hijas el conocimiento y el amor por la naturaleza que ha aprendido en sus tres décadas de vida en el Yasuní y ya hace las veces de guía de turismo como su padre. Machoa se pregunta cada día qué hacer para que lleguen turistas a esta reserva y si todavía a la vuelta de unos años estarán estos mismos paisajes para mostrar a los visitantes.
@Sputnik
/ Imagen principal: CC BY-SA 3.0 / Napowildlifecenter / Instalaciones y cabañas de Napo Wildlife Center