Estos últimos meses, las boletas de gas, agua y electricidad han tenido subas muy por encima de la inflación, no hace falta ir a ver los datos del INDEC o los cuadros tarifarios para confirmarlo, cualquiera que pague los servicios lo sabe.
Si bien es cierto que los precios relativos deben estabilizarse en función de las restricciones presupuestarias, también es cierto que una corrección de precios relativos no puede estar ajena a una política de ingresos de la sociedad. Las empresas y el gobierno se escudan en que el año pasado, año electoral, el gobierno “planchó” las tarifas haciendo que las empresas de servicios vieran afectados sus balances.
Al principio de este año, cuando el gobierno desembarcaba en el Estado, Caputo advirtió en una entrevista en LN+: “muchos nos acostumbramos a malgastar la energía porque es prácticamente gratis”. Aunque esto no tiene números que justifiquen semejante cambio de precios relativos en tan poco tiempo.
Desde que asumió el gobierno ha habido un cambio fuerte de precios relativos: si a fines del año pasado lo que empujaba la inflación eran los bienes transables, particularmente alimentos, este año lo que viene empujando los precios para arriba son los servicios.
Por poner un ejemplo bien claro: mientras que alimentos y bebidas no alcohólicas fue el rubro que más subió el año pasado, en lo que va del año (enero-octubre) es el segundo rubro que menos subió (quedando por debajo de la inflación acumulada); en cambio electricidad, gas y otros combustibles es el rubro que menos subió el año pasado y el que más subió en lo que va del año 2024 con la gestión de Milei. Entonces hubo una combinación de devaluación con un salto de 118% en el dólar y un reacomodamiento de los precios relativos, con impacto en parte, en la menor nominalidad de precios superado el primer trimestre, y dado por la recesión que provocó este shock, y en parte, en un cambio de ganadores y perdedores.
Un corte longitudinal más amplio permite poner las cosas en perspectiva: si el gobierno quiere llevar los precios de las tarifas a los valores del macrismo todavía hay camino por recorrer: para llegar al pico de abril 2018 los servicios tienen que subir un 20% más por encima de la inflación, ¿aguantan los bolsillos? ¿Aguanta la gobernabilidad? ¿Y si el dólar no fuera sostenible cuánta inflación con esta clase de ajuste generaría de manera adicional?
Lo que podemos ver es que hay una situación de salarios pisados desde 2019 que no logra recomponerse, pero al mismo tiempo se pisaron los servicios públicos, lo cual generó una situación de precios relativos muy difícil con sequía en 2023 e imposible que se recuperen a niveles históricos de este siglo, sin la participación del Estado. Estas recomposiciones sin una mirada social sobre los ingresos generan muchos problemas para el acomodamiento de precios sin afectar el consumo de la sociedad. En este contexto lograr que los ingresos en su conjunto mejoren actualmente sobre la situación que tenían al año pasado luce casi imposible.
¿Y la carrera salarios-inflación?
Luego de la acelerada inflacionaria y de la fuerte caída salarial de fines del año pasado, entre abril y julio, los salarios subieron por encima de la inflación. Sin embargo, los últimos datos (de agosto y septiembre) muestran otro escenario: los salarios ya no suben por encima de la inflación y se estancan a niveles más bajos que los de noviembre de 2023 (nivel que ya era históricamente bajo). Los años en que la economía sufre una devaluación y un salto inflacionario parecen perdidos para los salarios, regla que se cumple históricamente, sin embargo, la ausencia de devaluaciones en sí misma no garantiza mejoras salariales, tal como ha ocurrido en la convertibilidad.
Por poner un ejemplo, en septiembre el Índice salarial de INDEC reflejó una subida real del sector privado de solo 0,26% y del sector público del 0,41%. Por supuesto los empleos más protegidos de nuestro ecosistema laboral son los que más rápido pueden recomponerse, pero bajo la lógica del modelo actual, con un ajuste endógeno dado por el superávit financiero, no parece posible que la mejora de un segmento pueda lograrse sin empeorar los otros.
¿Alcanza con bajar la inflación para que los salarios se recuperen?
Los salarios y la inflación muestran, a grandes rasgos, una relación inversa: cuando la variación interanual de la inflación es más alta, la variación interanual salarial es más baja. Sin embargo, en los últimos 30 años en Argentina, los salarios crecieron más (en términos reales, por supuesto) en los años en los que la variación interanual de la inflación se sitúa entre 4 y 25 puntos. Cuando la inflación es mayor, las estrategias indexatorias no parecen poder acompañar el ritmo de los aumentos, y cuando la inflación es menor (tendiente a 0%, como sucedió en los 90’), la recesión surge como un factor que lleva a una puja por el ingreso que no tiene resultados concretos.
Algo similar parecería estar sucediendo en este momento: hoy el gobierno festeja que baja la inflación y hace unos meses festejaban las subidas reales que tenían los salarios. La variación mensual real de los salarios (lo que aumentan mes a mes por encima de la inflación) es cada vez menor. La pregunta que queda abierta es cómo estabilizar una baja inflación con mejores niveles de ingreso para la sociedad y los trabajadores. No creemos que pueda haber respuestas sin un Estado activo en la búsqueda de una mejor y mayor igualdad, políticas industriales y de exportaciones con valor agregado creciente.