En el solar de la Iglesia de la Santa Cruz descansan los restos de Leonie Duquet. Es una de las dos monjas francesas a quienes Alfredo Astiz marcó en diciembre de 1977 para ser secuestradas, trasladadas al campo de concentración de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) y arrojadas vivas al mar. En ese operativo se llevaron también a tres Madres de Plaza de Mayo y otros siete activistas. El presidente de Francia, Emmanuel Macron, se acercó hasta el lugar junto con su esposa, Brigitte Macron. Minutos antes había estado reunido en el interior de la parroquia con familiares de víctimas francesas del terrorismo de Estado en la Argentina, quienes le hablaron de la embestida del gobierno de Javier Milei contra las políticas de Memoria, Verdad y Justicia y le pidieron que le recordara al Presidente sus obligaciones en materia de derechos humanos. “Así lo haré”, respondió el mandatario galo, que también dijo que no podía enterrarse la memoria.
Macron llegó pasadas las 9.30 a la esquina de Estados Unidos y Urquiza. Se bajó de un Mercedes Benz E-450 negro. Levantó la mano y saludó a los pocos vecinos que observaban desde sus balcones. El operativo policial había cerrado varias cuadras. Muy pocas personas curioseaban al otro lado de la calle.
En la parroquia lo esperaban desde temprano. Uno de los primeros que llegó fue el Premio Nóbel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, referente del Servicio de Paz y Justicia (Serpaj). Había representantes de Abuelas de Plaza de Mayo y del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS). Se encontraban familiares de víctimas francesas del terrorismo de Estado, como Eric Domergue, Michel Ortiz y los hermanos de Marie-Anne Erize. Estaba también Ana Careaga, sobreviviente de la dictadura y una de las hijas de Esther Ballestrino de Careaga, secuestrada el 8 de diciembre de 1977 en la Iglesia de la Santa Cruz.
Macron dejó dos ofrendas florales para las monjas Alice Domon y Leonie Duquet. Entró escoltado por el sacerdote Marcelo Pérez y María Elena Corral, que se ocuparon de todos los detalles. Durante el encuentro, Macron se fue acercando a cada uno de los familiares o integrantes de los organismos de derechos humanos para saludarlos y escuchar lo que tenían para decirle.
Ana Careaga le habló de los despidos de trabajadores del área de derechos humanos y de los sitios de la memoria que están en riesgo. Otros le hablaron del maltrato que están sufriendo los organismos de derechos humanos por parte de la administración de La Libertad Avanza (LLA). Le mencionaron también la visita del 11 de julio pasado de seis diputados oficialistas a Astiz y otros genocidas que están presos en el penal de Ezeiza.
Macron escuchó y les dijo que se comprometía con la libertad. Ana Careaga le contó que ellos decían que esa iglesia era la última tierra libre que habían pisado los secuestrados de diciembre de 1977. En el solar descansan los restos de Leonie Duquet, Esther Careaga, María Eugenia Ponce de Bianco, Ángela Auad y parte de los de Azucena Villaflor de De Vincenti –ya que su familia también llevó sus cenizas a la Plaza de Mayo. Para la justicia argentina, está acreditado que los doce integrantes del grupo de la Santa Cruz fueron eliminados en un vuelo de la muerte que partió el 14 de diciembre de 1977 desde Aeroparque, aunque solamente se lograron recuperar los cuerpos de cinco de ellos.
Antes de irse, Macron y su esposa pasaron por el solar para rendir su homenaje a las víctimas del operativo de la Santa Cruz. Una de las últimas invitadas en hablarle fue Sol Hourcade, abogada del CELS. Ella le habló de la ofensiva del gobierno de Milei contra las políticas de memoria y de la denuncia que los organismos de derechos humanos habían impulsado la semana pasada ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
—Esperamos que le recuerde al presidente Milei sus obligaciones internacionales —le dijo Hourcade.
—Sí, lo vamos a hacer —respondió Macron.
El presidente francés se fue desde la Iglesia de la Santa Cruz hasta la Casa Rosada para verse con Milei. Suspendió una actividad en la Plaza San Martín con el canciller Gerardo Werthein. Producto de esa cancelación, apareció caminando por la calle Estados Unidos el jefe de Gobierno porteño, Jorge Macri, con su esposa, la periodista María Belén Ludueña, porque quería hacerle entrega de las llaves de la ciudad. Tuvieron que esperar hasta que Macron terminara de dialogar con los familiares.
Cuando se supo de la visita a la Argentina, familiares de desaparecidos franceses acompañados por la abogado Sophie Thonon pidieron una entrevista con Macron para ponerlo al tanto de lo que estaba pasando en el país desde que llegaron al gobierno Milei y Victoria Villarruel. En ese encuentro –según reportó Juan Francia para Página/12– un consejero de Macron ya les había anticipado que el presidente francés haría saber su preocupación a su par argentino.
El párroco Marcelo Pérez acompañó a Macron hasta la salida. “Es bueno que un presidente de un país venga a un lugar como éste donde está sembrada una religiosa francesa y muestre el compromiso de seguir sosteniendo la verdad, la memoria y la justicia”, dice desde la puerta de la Iglesia de la Santa Cruz.
A media cuadra –sobre la calle Urquiza– se estaban despidiendo los familiares. Junto a ellos estaban la directora del Museo Sitio de Memoria ESMA, Mayki Gorosito, y la del Parque de la Memoria, Florencia Battiti. “Fue muy importante que viniera Macron en este momento”, evalúa Ana Careaga.
“Nos quedamos conformes con el compromiso de Macron con los 24 franceses y con el resto de los desaparecidos argentinos”, cuenta Eric Domergue, cuyo hermano Yves fue secuestrado el 20 de septiembre de 1976 en Rosario. “Le dijimos que nuestra preocupación es que no solo hay un pronunciado negacionismo sino directamente una reivindicación de la dictadura”, agrega.
Domergue le entregó a Macron una nota firmada por las familias de las víctimas francesas del terrorismo de Estado en la que se describen los retrocesos en la materia desde el 10 de diciembre pasado. “Flota sobre nuestras cabezas el temor a una amnistía para los genocidas juzgados, condenados y encarcelados, entre ellos Alfredo Astiz, culpable del secuestro de las monjas francesas Léonie Duquet y Alice Domon, y Jorge Olivera, que siempre se ha jactado de haber asesinado a Marie-Anne Erize”, alerta la carta.
Adolfo Pérez Esquivel le habló a Macron de la necesidad de asegurar la paz –de terminar con las matanzas en Gaza y de la guerra de Ucrania. También, lee regaló una reproducción de un cuadro que está en el altar de la Iglesia de la Santa Cruz.
“Es importante la presencia de Macron para hacer memoria y rendir homenaje a los mártires de la dictadura militar. Su presencia es muy significativa aquí en la Iglesia de la Santa Cruz”, dice el dirigente del movimiento de derechos humanos antes de dejar la parroquia.
“Contra este gobierno negacionista que dice que hay que tener memoria completa, acá está la memoria. La otra parte de la memoria son los que están en las cárceles por los crímenes que cometieron contra la humanidad y el pueblo argentino”, concluye Pérez Esquivel.
Minutos después, los feligreses empezaron a llegar a misa. Todavía estaba en el aire un halo de alegría por haber conseguido un gesto contra el negacionismo que se volvió la doctrina oficial en los últimos once meses.