07/11/2024 00:38hs. Actualizado al 07/11/2024 01:13hs.
Este partido en Alta Córdoba que hasta hace pocos días no hubiera alterado los ánimos de nadie en el Mundo River, que Marcelo Gallardo lo hubiera desestimado poniendo de titulares a Gattoni, Enzo Díaz y Bareiro, y los hinchas lo habrían desdeñado con la altivez de quien anda en asuntos más importantes, se convirtió en una final tras lo sucedido ante el Mineiro en Belo Horizonte y, una semana después, en un Monumental tan imponente como impotente.
El festejo del final: el equipo del Muñe quedó a seis de Vélez.
Y así se jugó este miércoles en la noche cordobesa, como una final. Y así lo sufrió, lo vivió y lo gozó, este River. A puro corazón, tensión, desesperación, indignación también, emoción y, sobre todo, ilusión tras este 3-2 que lo deja expectante, a seis de los líderes (Vélez juega este jueves ante Tigre, en Liniers).
Colidio clavó el tercero tras pase del Pity.
River es un equipo que no da garantías, ninguna garantía, que juega a cara descubierta, que a los 23′ del PT (¡23′ del PT!) queda regaladísimo en el fondo, mano a mano, que peca de ingenuo, que por momentos da la sensación de que juega bien, de que fluye, de que triangula, de que tiene circulación de pelota, de puede incluso ilusionarse con pelear el torneo hasta el final y por momentos da la sensación de que pierde solo, frente al espejo. De que no importa si enfrente están Batallini, Nacho Russo, Gregorio Rodríguez, Deyverson, Hulk o Linterna Verde. Sufre contra cualquiera que le meta pelotazos frontales.
A festejar: River logró un triunfo importantísimo.
Repitió la misma formación que ante Banfield, el Muñeco, y lo que repitió, su River, fueron ciertos problemas que ya parecen sintomáticos: otra vez regalado atrás, otra vez González Pirez saliendo lejos y mal, otra vez Paulo Díaz perdiendo por arriba, otra vez todo el fondo durmiendo la siesta en una lateral rival, otra vez Acuña lesionado, otra vez pagando caro cada error atrás y sufriendo adelante cuando no la mete.
Más allá de esto, en estos dos últimos partidos dio buenas señales: la principal, quizás, es que, tras comprarlo en febrero, finalmente Villagra es refuerzo de River. Por fin, llegó ese volante central de presencia, despliegue, quite, buena entrega y criterio que fue a buscar. Este es un notición, tras los intentos -fallidos y repetidos- de Kranevitter y Fonseca. Y no solo esto; otra gran noticia es el nivel de Meza. Encontró su posición en el campo y encontró su fútbol. Más retrasado, se lo ve cada vez más determinante, con más peso, más cómodo en el campo. Además, Solari sigue metiéndola en esa relación tan particular -a veces tóxica- que tiene con el gol, Colidio sigue enchufado y el Pity entra y juega y -cuándo no- hace delirar a los hinchas con el tercero. Así, con todos estos «peros», con todos estos claroscuros, este River va. No es poco.
Otra vez el equipo de Gallardo dio muchas ventajas atrás.
Lo cierto es que, si quiere pelear en serio, además de esperar que Vélez y los de arriba pierdan puntos, deberá dejar de ser un equipo candoroso, tan inocente. Este miércoles, el partido se le complicó porque enfrente tuvo a un Instituto que mostró entrega, empuje y músculo, un equipo que en Córdoba se hace muy fuerte (había perdido solo una vez), pero al Millonario se le puso cuesta arriba, sobre todo, por pecar de verde.
River está algo lejos de los líderes todavía, es la realidad, pero, eso sí, está un poco más cerca de lo que sus hinchas y, sobre todo, Marcelo Gallardo quieren. Habrá que ver si le alcanza.
Fuente: Olé