Cuando cumple con su condena retorna a la actividad político sindical y en 1962 es electo diputado nacional, aunque ese paso sería breve debido al golpe de Estado en contra de Arturo Frondizi. «Mi tío era todo para la familia, era el ídolo de los sobrinos y admirado. Fue un gran autodidacta porque leía muchísimo y por eso presentó proyectos interesantes en la Cámara de Diputados para beneficio de los trabajadores«, sostiene Benito Vicente Romano (sobrino), cuyas palabras expresan esa admiración.
En 1965 fue electo, por segunda vez, diputado nacional, función desde la que denuncia la grave crisis económica que había en Tucumán y en el norte argentino. Mientras estaba en esa función se cierra el ingenio Esperanza, en donde todavía trabajaba. Por su empuje y el de la FOTIA, se constituye una cooperativa de empleados de la planta y se reabre en 1966, una experiencia inédita, de la que destacó que “por primera vez los obreros supimos cuánto costaba producir un kilo de azúcar”. El proceso duró un suspiro porque se produce el golpe de Estado en contra de Arturo Illia, en junio de 1966, referenciado en el dictador Juan Carlos Onganía, quien ordena el cierre de once ingenios azucareros tucumanos, el Esperanza, entre ellos, lo que supuso la desocupación inmediata de 50.000 trabajadores.
Romano se quedó sin trabajo pero multiplicó sus actividades en la FOTIA, retorna a su actividad sindical y se suma a la CGT de los Argentinos, de la que sería su secretario general en la delegación Tucumán. Este brazo nació en 1968 cuando se parte en dos la Confederación General del Trabajo: la CGT de los Argentinos y la CGT Azopardo. Esta última, de perfil conservador y que mantenía diálogo con la dictadura. Allí, en la vereda del frente, Romano encontró su lugar porque este espacio estaba integrado por distintas corrientes ideológicas que incluían a un peronismo de izquierda, sectores del marxismo y militancia de organizaciones cristianas.
«A esa altura, Romano ya era un dirigente nacional de peso. Y una particularidad es que él venía de las luchas de los años 40 y 50, no nace a ellas en los 60 y 70, por lo que se convirtió en un puente entre generaciones. Pesaba en el movimiento azucarero pero también en el estudiantil, al que acompañó en sus propias protestas. Es más, en una de sus intervenciones frente a los universitarios, quienes lo veían con admiración y respeto, les dice que aprendió de ellos, de ese acompañamiento», señaló a Ámbito Silvia Nassif, doctora en Historia, quien investigó sobre las resistencias del movimiento azucarero a las dictaduras y, entre ellas, la figura de Romano.
Romano en los años 70
En 1973, cuando retorna la democracia, Romano logra que los bienes del ingenio Esperanza se transfieran a CONASA, una empresa con participación mayoritaria del Estado que había sido creada, paradójicamente, durante la dictadura de Onganía. Se sienta en su directorio como representantes de los obreros y mientras el horror represivo de la «Operativo Independencia» hacía estragos en Tucumán, los obreros azucareros consiguieron la promulgación del Decreto 2.172, a través del que se autorizaba a CONASA a reabrir el ingenio Esperanza. Había logrado Romano, al fin, uno de los objetivos más buscados durante su compromiso como dirigente y hasta se reunió con Juan Domingo Perón e Isabel Martínez para gestionarlo.
Todo eso sucedió mientras su casa familiar en Delfín Gallo, pues eligió vivir como un trabajador común, sin lujos, ni custodias, era el epicentro de reuniones. «Era un niño pero recuerdo que la gente hacía cola en la vereda para entrevistarse con mi tío, quien tenía una gran paciencia y atendía a todos. Siempre se iban con alguna solución a los problemas que le planteaban. Fue muy querido y respetado. Y le pidió a su hermano Antonio, mi papá, que cuando tuviera un hijo varón le pusiera su mismo nombre. Mi viejo no dudó ni un segundo, me contó», confiesa Benito Romano, el sobrino. El dirigente azucarero no tuvo familia propia, ni esposa, ni hijos. Entregó su vida a las actividades gremiales y políticas, quizás de allí nació el pedido a su hermano para que unos de sus hijos llevara su nombre.
En esos años, Romano mantiene un estrecho vínculo con otros dirigentes tucumanos de peso y también de proyección nacional. Entre ellos, con Isauro Arancibia, el maestro y dirigente sindical que fue uno de los fundadores de la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (CTERA) y secretario general de la Agremiación de Tucumana de Educadores Provinciales (ATEP); con Atilio Santillán, el combativo secretario general de la FOTIA de esos años y con Leandro Fote, un fuerte sindicalista del ingenio azucarero San José, de raíz peronista y que luego militó en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), que fue electo diputado provincial.
«Fue un gran articulador, no dudaba en reunirse y compartir luchas con hombres con los que no coincidía en su totalidad, desde lo ideológico, porque lo más importante era lograr la unidad del movimiento obrero. Eso hasta le dio la oportunidad de hablar en representación de los trabajadores ante la Organización Internacional del Trabajo (OIT)«, informó Nassif.
Cuando todo parecía encaminarse hacia la reapertura del ingenio Esperanza, cuyas maquinarias habían sido cuidadas desde los años 60 con celo por los trabajadores despedidos para evitar su desguace, por lo que estaban listas para ponerse en marcha, se produce el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. Por esas horas, una patota ingresa a la casa familiar de los Romano para llevarse a Benito. Como no lo encuentran, rompen todo, saquean la vivienda y se llevan a su hermano Francisco. En 1978 también fue «chupado» su hermano Domingo, dirigente sindical y militante peronista, quien no aparecería nunca más y está desaparecido.
Su secuestro
Benito Romano viaja a la Capital Federal a días del golpe y se instala en el hotel Splendid, en Rivadavia 950, en donde se hospedaban de manera habitual dirigentes de FOTIA, para procurar obtener información del destino de su hermano Francisco, que iba a ser liberado unas semanas después. El 14 de abril, un grupo armado ingresa al hotel y secuestra al dirigente, que tenía 47 años. Estaba a quince días de cumplir los 48. Desde entonces, pese a que era conocido y hubo un gran movimiento para saber sobre su destino, nunca más se supo de él, hasta hace unos días.
Once días más tarde, el 25 de abril de 1976, en la ruta 25, a la altura del río Luján, un cuerpo es hallado con varios impactos de bala. Un fusilado. Fue trasladado al cementerio municipal de Escobar y enterrado como «NN masculino», aunque se labró un acta de defunción, la 115. Por testimonios en varios juicios por crímenes de lesa humanidad, en 2010, el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) realiza tareas de exhumación de cuerpos en el cementerio de Escobar, entre 3 y el 4 de agosto. Se hallaron restos de 13 personas. Cuatro años antes, familiares de dirigente habían dejado muestras de sangre en el Banco Nacional de Datos Genéticos, con la esperanza de dar, alguna vez, con los restos de Romano.
«La desaparición de mi tío fue como si hubiera caído una bomba atómica en la familia, un desastre, mucho dolor. Mi papá se despertaba de noche, lloraba y pasó de ser un tipo alegre a alguien con una profunda tristeza. Mi abuela tuvo durante años ropa lista para cuando regresa mi tío. Y encima pasó después lo de mi otro tío. Cada uno hizo lo que pudo. Por ejemplo, nosotros nos trasladamos a Buenos Aires, en donde mi padre consiguió un buen trabajo. La familia se dividió», rememora Benito, sobrino.
El regreso
Las técnicas de determinación de identidades con las que trabaja el EAAF tuvieron un gran avance en las dos últimas décadas, fruto de la aplicación de nuevas tecnologías, en especial, en su Laboratorio de Genética Forense que se encuentra en Córdoba y que es un referente mundial en ese campo.
De esos 13 restos que se exhumaron en el cementerio de Escobar, seis pudieron ser identificados por la aplicación de sistemas de última generación que permitieron obtener nuevos marcadores genéticos que, a su vez, hizo posible llegar a las identificaciones, se informó. La última fue unos días antes del pasado 17 de octubre, cuando a través de un llamado de teléfono les comunicaron desde el EAAF a los Romano que el cuerpo hallado en la ruta 25, a la altura del río Luján, acribillado, era del dirigente Benito Vicente Romano, 48 años después de la última vez que fue visto.
«Desde ese momento viví un aluvión de recuerdos que me produjeron estados de tristeza por todo lo sufrido pero lo más importante, es que ahora estamos en paz«, confesó su sobrino. Y agregó que no dudaron con su hermana en que, después de la entrega de los restos, debían ser inhumados el 17 de octubre, Día de la Lealtad peronista, y enterrados junto a los restos de su hermano Antonio, su padre, en el cementerio Parque de la Gloria.
La ceremonia fue sencilla pero emotiva. Hubo representantes del gremio Gráfico -que integró la CGT de los Argentinos-, estuvo el hermano del dirigente azucarero Atilio Santillán, Hugo; y hubo representantes del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires. Nadie de la FOTIA, ni del peronismo tucumano. «Y pensar que mi tío fue uno de los que consolidó e hizo grande a la FOTIA, que parece haberlo olvidado. Pero no le dimos importancia, eso es nada para lo que fue Benito, de quien llevo su nombre con orgullo», lamentó su sobrino.
El recuerdo de Juan Falú
El reconocido músico tucumano Juan Falú, que militó en el peronismo en los años 70, en el movimiento universitario, conoció a Benito Romano y compartió actos. «Esos años era un Tucumán que alumbraba ideales de una justicia social que se conquistaban en las calles, en las fábricas, los surcos y en las aulas. Recuerdo un 17 de octubre de inicios de los años 70 en Tucumán, con Raimundo Ongaro -secretario general del gremio de los trabajadores gráficos- hablando como un líder genuino, noble y confiable, ante el silencio atento y estremecedor de una multitud obrera, en el que Benito nos invitó a hablar como representantes del incipiente peronismo revolucionario universitario», rememoró a Ámbito. «Esa misma unidad se plasmaría luego en el Tucumanazo y siempre estuvo Benito con palabras, acciones certeras y con banderas que jamás se bajarán de nuestras memorias y nuestros mañanas», cerró.