No existía el swap para apuntalar el proyecto económico como excusa cuando, en julio pasado, avisó a los socios del Mercosur que el acuerdo comercial se haría dentro o fuera del bloque. «Emprenderemos el camino de la libertad, y lo haremos acompañados o solos, porque Argentina no puede esperar«, dijo.
El anuncio llegó este jueves luego de horas frenéticas en las que el canciller Pablo Quirno –el tercero en llevar la política exterior argentina en menos de dos años- cerró las formalidades de una negociación que había comenzado mucho antes.
El histórico pacto con Estados Unidos es mucho más amplio de lo sugerido inicialmente e incluye una apertura diametralmente opuesta del mercado argentino a bienes estadounidenses en áreas que van desde la farmacéutica hasta la automotriz, pasando por el estratégico agro.
El acuerdo comercial llega en un momento de total profundización de las relaciones bilaterales, con un inédito rescate económico por parte de la administración de Donald Trump al gobierno de Milei, que abarca una línea de swap y compra de deuda no exenta de polémica en Washington.
La relación bilateral es estratégica para la Casa Blanca que ha usado a la Argentina como la mejor prueba del sistema de premios y castigos con el que va a dirigir la política exterior en el continente.
La misma lógica del palo y la zanahoria a aplicó Trump con su guerra arancelaria que redefinió las reglas del comercio global. Ese escenario de caos en el que se sumergió el mundo entre abril y agosto pasados –muchos países siguen en el lodo- fue el terreno fértil para que este jueves Milei anunciara el ambicioso acuerdo comercial con EEUU sin tener que cumplir su promesa de ruptura con el Mercosur.
A la sombra de ese nuevo orden mundial comercial, pero el objetivo final de condicionar los intereses del gobierno del brasileño Lula da Silva, antagonista regional del presidente libertario, Argentina presionó y logró un listado de cientos d excepciones al Arancel Externo Común (AEC), el arancel madre del Mercosur.
En criollo, fue una moneda de cambio que allanó el apoyo al acuerdo entre el bloque y el europeo EFTA (Suiza, Islandia, Linchestein y Noruega.), una negociación que el propio Lula se había puesto al hombro. El Gobierno nacional, de su parte, se hizo de una ventana de oportunidad para eximir temporalmente hasta 150 productos del AEC (50 son temporarios).
De acuerdo a la resolución, firmada por todos los miembros del Mercosur a través del Consejo del Mercado Común (órgano político del bloque) en junio, la misma debe ser “incorporada por los estados parte”, algo que solo hizo Brasil, según los datos publicados en la web de la institución regional. Se descuenta que Argentina avanzará con el trámite para cumplir las formalidades del acuerdo.
Algunos podrán decir que el amplio acuerdo comercial con Estados Unidos tuerce- casi hasta estrangular- la flexibilidad arancelaria que surgió en un escenario comercial crítico que ya no existe, puesto que la administración Trump fue revisando su política de aranceles para mantenerlos en el 10% en el caso de los miembros del Mercosur, con excepción de Brasil.
Las primeras voces preocupadas surgieron desde el gobierno de Yamandú Orsi en Uruguay, un país que vivió en carne propia las limitaciones del bloque a su intento por cerrar un tratado de libre comercio con China. Paradójicamente (o no), los dos países que lo frenaron fueron los que luego revisaron acorde a sus necesidades las excepciones al arancel común. En Argentina, el cambio de posición estuvo vinculado al cambio de gobierno.
Antes de que se anunciara el acuerdo, en Montevideo ya miraban con alarma el acercamiento de Estados Unidos con Argentina, evaluando el impacto comercial sobre las exportaciones uruguayas.
La asimétrica apertura comercial en el seno del Mercosur es una fibra sensible en los socios con economías de menor volumen como Uruguay y Paraguay. Ambos países han debatido en los últimos años la conveniencia de un bloque que los limita en lugar de impulsarlos, mientras que Argentina y Brasil funcionaban como una contención a esas voces críticas.
Con el gobierno libertario, la Argentina se sumó al grupo que exige flexibilidad y el fin de las ataduras dentro de un Mercosur que no logra superar los cuestionamientos a su lógica obsoleta. Entre metáfora y anticipo, tomando el martillo que simboliza la presidencia pro témpore, Milei esbozó en su primera cumbre: “Todo lo que sea para romper, me encanta”.
