Reclamos amigables y motosierra
El gobernador Gustavo Sáenz viajó hasta Plaza de Mayo con el malestar a cuestas: en Salta ya no aguanta ver cómo se frenan las obras públicas. En apariencia era una más de las tantas protestas que tienen lugar a diario frente a Balcarce 50. Pero el guión dio un giro.
Justo cuando las tensiones seguían latentes, apareció el asesor Santiago Caputo y se cruzó con Sáenz. No hubo gritos, no hubo insultos; el cruce fue suave, breve y coronado por un abrazo con el que terminaron ingresando a Casa Rosada.
Adentro fue recibido por el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, y por la secretaria de Presidencia, Karina Milei. Mientras tanto, al fondo se cocinaba el Presupuesto 2026, con promesas de inversión en obra pública que aspiran a sostener el discurso del gobierno: cohesión federal, crecimiento, reparto territorial… el menú habitual. El caso de Sáenz es una muestra del movimiento al que acostumbran los gobernadores, que por momentos están a punto de encabezar una revolución y luego entran en estado de calma tras negociar una obra, mas no sea menor. De hecho, fueron clave los jefes provinciales para que en la semana no se aprobara un proyecto que espantaba a Nación y que llevaba la firme unánime de los 24 mandatarios: el del reparto equitativo del impuesto a los combustibles líquidos. Es que muchos mandatarios ahora recalculan ante el posible salvataje de EEUU. Se entusiasman con ser los garantes de la gobernabilidad que pide Trump. Imaginan subir al avión con Javier Milei, aterrizar en Washington o Nueva York y recibir caramelos por el esfuerzo patriótico. Por eso, los reclamos ahora son amigables.
En cuanto al Presupuesto, más allá de algunas concesiones, de todos modos la motosierra seguirá siendo clave en la Ley de leyes, y a todas las carteras se le pide que mantengan el ajuste, aunque no todos cumplen. Quien sigue a rajatabla el mantra mileísta es la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, que no gasta un peso más de la cuenta. Ahora, le tocó a los sindicalistas que estaban acostumbrados a viajar a la eventos internacionales como la OIT y los viáticos los pagaba el Estado.
Pettovello estableció que se viaja «solo si la entidad organizadora invita, sino a quedarse en casa o participar virtualmente». Esto rige, también, para todos los funcionarios del área de Capital Humano.
Textiles en crisis y con lamentos colectivos
La Pro Textil 2025, en el Teatro Roma de Avellaneda, fue una especie de terapia colectiva: empresarios, sindicalistas y funcionarios repasaron la caída del consumo, el atraso cambiario y un aluvión de importaciones que dejó 380 fábricas cerradas y 11.500 empleos menos. Luciano Galfione, presidente de Pro Tejer, puso el cuerpo y la voz: “Competir nos hace mejores, pero en igualdad de condiciones”. La frase sonó más como reclamo que como consigna.
En primera fila, la directora ejecutiva Priscila Makari y la economista jefa Lucía Knorre mostraron con números lo que en los talleres ya se siente: una caída del 14,5 % en la producción y una capacidad instalada en niveles de emergencia. Los aplausos fueron discretos, el murmullo resignado. Nadie quiso decirlo en voz alta, pero el diagnóstico fue casi unánime: la apertura indiscriminada de importaciones está desangrando al sector.
El desfile de invitados fue diverso. Pasaron dirigentes de la CGT y de la CTA, industriales del calzado y de la confección, y representantes políticos del peronismo, con Axel Kicillof en lugar protagónico, y también del radicalismo. Por una vez, coincidieron en algo: la política económica va “a contramano del mundo”. Mientras Estados Unidos incentiva el “compre nacional” y Brasil lanza su plan de industrialización con el BNDES, «en Argentina se bajan aranceles y se eliminan trabas como si la industria fuera un estorbo del pasado», se lamentaba un empresario del rubro, por lo bajo.
Entre pasillos se escuchó más de una ironía: “Los únicos que crecen son los contenedores”, soltó un empresario de Avellaneda con media sonrisa. Galfione cerró la jornada con una advertencia que sonó más premonitoria que política: “Defender la cadena textil es defender a la Argentina”. Nadie lo discutió. Todos sabían que tenía razón, y que el país está jugando con hilo muy fino.
Cumbre de las ciencias sociales
El CEDES celebró sus 50 años con un banquete de apellidos propios del quién es quién en las ciencias sociales argentinas. Carlos Rosenkrantz dijo presente en el evento que se llevó a cabo el jueves en los salones de la Facultad de Económicas de la UBA, y a su alrededor orbitaban nombres como Marco Lavagna, Martín Lousteau, Juan Manuel Abal Medina y Daniel Filmus, mezclados con economistas de todos los signos.
Roberto Frenkel, presidente de la entidad, cerró su brindis con un mensaje que pareció mirar más allá de los salones universitarios: alertó sobre el avance de gobiernos “liberal-libertarios” que, según dijo, ponen en jaque la democracia y la ciencia. “Atarse al timón de la razón frente a los cantos de la locura”, lanzó.
La periodista María O’Donnell ofició de anfitriona en una charla donde Silvina Ramos y Martín Rapetti repasaron la historia viva del CEDES: medio siglo de investigación en economía, salud, educación y derechos sexuales y reproductivos. Ramos no esquivó la coyuntura: afirmó que los estudios del centro muestran que la sociedad argentina sigue lejos de la “batalla cultural” del Gobierno y mantiene su apoyo a las políticas de género. Rapetti, más académico, recordó que parte del plan Austral nació entre sus pasillos, cuando pensar un programa económico todavía no era deporte de alto riesgo.
El cierre tuvo tono internacional con Martín Abregú, de la Fundación Ford, celebrando la vigencia de las organizaciones que aprendieron a resistir autoritarismos y reconstruir democracias. Entre aplausos, se proyectó el avance de un documental que repasa las cinco décadas del CEDES, dirigido por Poli Martínez Kaplun. Entre saludos, abrazos y algo de vino, quedó flotando la sensación de que cincuenta años después, el centro sigue siendo un refugio para la ciencia y la política.
Morosidad, la luz amarilla en el semáforo financiero
En los almuerzos del sistema financiero ya no se habla solo de tasas o encajes. El nuevo tema de sobremesa es la morosidad. Nadie lo dice en voz alta, pero en más de una mesa se encendieron las luces amarillas. En una de las principales entidades privadas admiten que el tablero de control muestra señales mixtas: las tarjetas de crédito todavía están en verde, aunque con destellos amarillos, y los cheques rechazados ya se tiñen del color que en los bancos nadie quiere ver. No es una alarma, aclaran, pero sí un cambio de tendencia. En pocas semanas, el volumen de cheques sin fondos se duplicó y las áreas de riesgo comenzaron a mirar con lupa los pagos que antes se aprobaban casi automáticamente.
Si se observa el número duro, la morosidad general aún se mantiene en niveles manejables, pero la tendencia es clara. Las carteras de crédito al consumo fueron las primeras en resentirse: las tasas rondan el 80% nominal anual, la oferta de nuevos préstamos se achicó y, según datos del Banco Central, la morosidad de las familias alcanzó en julio el 5,7% del financiamiento total, el nivel más alto desde que el organismo comenzó a medirlo, en 2010. En la jerga de los banqueros, eso equivale a que el verde del semáforo ya perdió brillo.
Los balances del segundo trimestre confirmaron el contraste: utilidades en alza y carteras algo más frágiles. En varias entidades privadas, la mora en créditos al consumo subió por encima del 2,5%, y algunas ya reconocen niveles cercanos al 3%. Las provisiones, el colchón contable que cubre los posibles incobrables, se reforzaron, pero la cobertura total bajó. Dicho de otro modo, los bancos cierran trimestres rentables, aunque con una red un poco más delgada.
El panorama, sin embargo, no es uniforme. Algunas entidades optaron por la prudencia, resignando margen para fortalecer reservas, mientras otras siguieron expandiendo el crédito minorista pese a la suba en los atrasos. En ambos casos, la tensión se nota: hay movimiento, sí, pero cada vez cuesta más sostenerlo. Los bancos ven más operaciones, más refinanciaciones y también más atrasos. El negocio sigue, pero ya no tan cómodo.
El problema, claro, no se limita a los bancos. En los consorcios porteños, la morosidad de las expensas ya llega al 17%. Los administradores relativizan los números, no siempre son los mismos que se atrasan, pero admiten que la caja de los edificios alcanza apenas para lo básico, sin margen para mantenimiento. “Cuando se rompe un ascensor o una caldera, el resto tiene que poner”, grafican. En paralelo, los colegios privados también encendieron sus propias alertas: las cámaras del sector estiman que el atraso en el pago de cuotas oscila entre el 12% y el 30%, según la zona y el perfil de las familias. En algunos establecimientos, la morosidad creció un 20% respecto del año pasado.
El cuadro general empieza a parecerse a un patrón. En los últimos meses, los préstamos personales apenas crecieron en términos reales, y las familias se volcaron más a financiar consumos inmediatos con tarjeta que a tomar nuevos créditos. A la vez, los cheques rechazados se dispararon y las áreas de riesgo de los bancos observan con atención el aumento de los atrasos en las líneas de consumo, justo en un escenario de precios algo más estables pero con ingresos todavía rezagados.
En este contexto, los ejecutivos bancarios se mueven entre la cautela y el optimismo medido. Nadie quiere ser el primero en admitir que el ciclo se enfrió, pero todos ven las mismas señales: clientes que pagan un poco más tarde, comercios que piden más días para cubrir saldos, y un sistema que resiste, aunque ya sin la holgura de meses pasados. En el corto plazo no se esperan sobresaltos, pero la idea de que la morosidad sigue controlada empieza a sonar menos convincente.
En la jerga del sector, el color amarillo es el más incómodo: no justifica el freno, pero obliga a levantar el pie. Y eso, dicen en los pasillos de los bancos, ya está pasando. No hay pánico, pero sí una sensación de que la economía real empieza a marcarle el ritmo a las finanzas. Los balances todavía lucen sólidos, pero en un país donde la morosidad siempre llega primero como rumor y después como dato, el semáforo ya dejó de estar en verde pleno.
Chinos, eléctricos y en cuotas
En el brindis posterior al evento de BYD, la automotriz china que acaba de iniciar operaciones en el país, la conversación giró menos sobre los autos eléctricos y más sobre la economía argentina. “Hay esperanza de que se acomoden las variables macro”, se escuchó decir entre los representantes de la firma, aunque nadie se animó a ponerle fecha a ese equilibrio. Con las legislativas a dos semanas, el dólar todavía bajo presión y un consumo que no repunta, los empresarios reconocen que el desafío será vender en un mercado donde la incertidumbre sigue al volante.
La apuesta de BYD es clara: financiar en cuotas largas, de cinco o siete años, para lograr que los modelos puedan entrar en el radar de compradores locales. En los pasillos, explicaban que Argentina no es más cara ni más barata en impuestos que otros países donde la marca ya opera, como Colombia, Uruguay o México. Pero admiten que esa comparación poco sirve si los planes no son accesibles para los bolsillos castigados de los argentinos.
“Hay margen para vender, pero hay que hacerlo posible”, resumió uno de los ejecutivos, consciente de que el entusiasmo por los autos eléctricos choca de frente con la realidad económica. El punto crítico son los valores de los 0 km por encima de los u$s22.500, un segmento donde el financiamiento se vuelve determinante.
El clima general fue de cautela, sin promesas ni discursos triunfalistas. Algunos empresarios locales celebraron que una firma global haya decidido apostar por el país, pero también deslizaron que el verdadero desafío empieza recién ahora: mantener el motor encendido en medio de la turbulencia. “Traer autos es una cosa -comentó un invitado-, lograr que la gente los pueda pagar es otra historia.”
Kirchnerismo «federal» en el Congreso
El kirchnerismo se prepara para dar pelea en el mapa político con una nueva agrupación que promete disputarle protagonismo a Provincias Unidas, el bloque de los gobernadores. Se trata de “Primero la Patria”, un espacio de perfil federal que se presentó días atrás en la UMET y que planea un acto en Salta en los próximos días, con la mira puesta en construir una alternativa con volumen propio en el Congreso y, a futuro, con proyección presidencial.
El armado, que reconoce el liderazgo de Cristina Kirchner, busca reunir a las distintas vertientes del peronismo bajo una misma bandera: la unidad federal. Entre sus principales referentes aparecen Juan Manuel Urtubey (Salta), Sergio Uñac (San Juan), Teresa García, Leonardo Nardini y Carlos Castagneto (Buenos Aires), Nicolás Trotta (CABSA), junto a Guillermo Snopek (Jujuy), José Glinski (Chubut), Blanca Osuna (Entre Ríos), Juan Manuel Pedrini y Sebastián Benítez Molas (Chaco), Gabriela Estévez y Federico Alessandri (Córdoba), Verónica Mercado (Catamarca), Hilda “Beba” Aguirre (La Rioja), Gisela Marziotta, Matías Barroetaveña y Noemí Geminiani (CABA), Pablo Kosiner (Salta), Juan Lapadula (Tierra del Fuego) y Juan Manuel Soler (Jujuy), entre otros.
La propuesta apunta a correr el foco del conurbano y reforzar el peso de las provincias en la toma de decisiones dentro del PJ. “Buscamos una construcción federal y una unidad que no deje a nadie afuera”, repiten los impulsores del espacio.
En los papeles, Primero la Patria comparte raíz con la lista con la que Cristina fue electa en el PJ Nacional el año pasado, un dato que confirma la cercanía con la expresidenta. En la práctica, se presenta como una alternativa al esquema de los gobernadores Llaryora, Pullaro, Sadir, Vidal, Torres y Schiaretti, que integran Provincias Unidas.
Mientras los mandatarios provinciales se consolidan como la pata “dialoguista” del interior, el nuevo grupo kirchnerista busca disputarles ese terreno con un discurso de fuerte impronta federal, peronista y con horizonte electoral de cara a 2027. En el peronismo repiten que la unidad es con todos, pero algunos ya trabajan para que el futuro no tenga domicilio exclusivo en La Plata.
Horóscopo: Hoy, dinero
Aries: Es un ciudadano estadounidense de Tennessee. Quiere hacer un plazo fijo en pesos argentinos pero su banco no se lo permite. Se queja.
Tauro: Adquirió bonos argentinos. Caen en picada. Le pide a un amigo funcionario del Gobierno de Trump que evite el desplome. Su amigo concede. Se salva de perder una fortuna.
Géminis: Inventó la lapicera de la tinta invisible, pero no llega a fabricarla antes de las elecciones. Se lamenta.
Cáncer: Financia con tarjeta de crédito en cuotas la compra de azúcar, tomates y otros productos de almacén. Apuesta a saldar la deuda con el aguinaldo. Ya sabe que no le alcanzará.
Leo: Trabaja en una cueva. Se alegra por la reaparición de la brecha cambiaria. Hace una diferencia.
Virgo: Financió la campaña de un diputado nacional que decidió bajarse de la lista a tres semanas de la elección. No la recupera.
Libra: Usted es un ludópata. Saca un préstamo atrás de otro para sostener su adicción al juego. La situación se le complica.
Escorpio: La tasa de descuento de cheques se fue a las nubes. Se funde y cierra su pyme.
Sagitario: Escucha que vendrá una inversión mega millonaria para desarrollar en el país la Inteligencia Artificial. Se pone contento. Cree que esta vez sí le tocará a usted, aunque no tiene ninguna chance.
Capricornio: Piensa en rehacer su vida cerca de Vaca Muerta o de un yacimiento de litio, donde augura prosperidad. Su familia se le ríe en la cara. Vuelve a mandar currículums más cerca.
Acuario: Compra un auto eléctrico. Se corta la luz. No puede cargarlo. No recuerda dónde dejó la SUBE.
Piscis: Sacó entradas para un recital, pero no puede moverse de su casa por orden judicial.