China provoca la ira de Donald Trump y Wall Street paga los platos rotos


13 de octubre 2025 – 00:00

Lo que tronchó el rally de la Bolsa fue la beligerancia comercial ¿Qué tan serio es este roce? ¿Es una declaración de guerra como se la interpretó? Lo más fuerte no fue el golpe en sí, sino recibirlo con la guardia baja.

¿Qué puede salir mal? Wall Street, firme en la tarea de escalar, se abre camino récord tras récord. Factura el impulso de la tecnología y la inteligencia artificial; pero ahora también de las compañías pequeñas del montón, carentes de sofisticación y, muchas de ellas, de rentabilidad. El Russell 2000 participa de la suba a la par del S&P 500 y el Nasdaq. Y en los últimos tiempos, incluso por delante. La incertidumbre reina por donde se mire. En el mundo que gobierna Trump es una funcionalidad y no un defecto a ser corregido. Pero Wall Street se vacunó después del susto de abril, y en vez de seguir el mandato convencional del Sell in May, crece a lo alto y a lo ancho con una exuberancia notable.

Audaz se eleva gracias a un puñado de convicciones. Mucho antes de que Scott Bessent socorriera a la Argentina, el secretario del Tesoro tuvo que rescatar al mundo de la desmesura de Trump; inmunizarlo de su cruzada arancelaria de la Liberación y de su propósito de extraerle al Congreso, como en 2017, otro paquete de reducción de impuestos. Lo consiguió, por cierto, sin que el presidente renunciara a ninguna de sus dos obsesiones. Eso sí, a los aranceles recíprocos hubo que ponerlos en el congelador por 90 días. Pero, hoy el arancel promedio de EEUU es de 17,9%, el más elevado desde 1934. Y la One, Big, Beautiful Bill es ley, sancionada el 4 de julio, sin sufrir mayores demoras.

Para garantizar la pacífica convivencia, el secretario (y trader) debió hacer lo que tanto le criticó a su antecesora, Janet Yellen. Esto es, sesgar marcadamente la financiación del Tesoro hacia las letras de corto plazo. El déficit fiscal, en alza constante, apunta a 7% del PBI, pero la promesa tácita es que no se aumentará la emisión de bonos del Tesoro para cubrirlo. Esa cuasi certeza yace sutil detrás de la audacia de Wall Street. Las tasas deben bajar de inmediato, dijo Trump en Davos, dos días después de asumir. Bessent explicó entonces que no era una orden a la Fed, sino que se refería a las tasas largas. Dicho y hecho: el máximo del año, 4,80% a 10 años, fue un último estertor de la era Biden. Es la doma de las tasas largas lo que hace posible los exabruptos de Trump y la pujanza de los mercados de riesgo, a la par, y en simultáneo, no importa cuán obscenos o temerarios. En otras circunstancias, los “bond vigilantes” pegarían el grito en el cielo y abortarían la maniobra. Pero Bessent compró su buena voluntad. Gracias a la oferta inelástica de bonos, el dinero de ellos está protegido. Y así desactivó las alarmas mientras se incita a la toma de riesgos.

Lo que necesitan Bessent y los mercados

Lo que Bessent necesita, y también los mercados, es que las tasas cortas desciendan para facilitar la refinanciación de una masa creciente de letras del Tesoro. La presión sobre el banco central reconoce muchas razones (Trump es un desarrollador inmobiliario y para él las tasas siempre deben bajar), pero ninguna otra lleva más prisa. Que una Fed, presionada pero todavía independiente, haya retomado la senda de los recortes provee así una certeza valiosísima para Wall Street (y para quienes desconfían, y acumulan oro, criptomonedas y otras reliquias, bárbaras o recién creadas). ¿Qué podría salir mal? Los futuros descuentan, con probabilidades que exceden 97% una segunda baja de tasas a fin de mes y una tercera en diciembre. Por supuesto, la Fed no ignora el alza de la inflación, lo que sería grave. Sin embargo, no tiene apuro por devolverla al corral del 2%, lo que se juzga aceptable (amén de conveniente y redituable para mercados con expectativas inflacionarias muy estables).

¿Qué podría salir mal, entonces? El exceso de las valuaciones es una amenaza visible, rotunda como un acantilado. Si se toma la relación de precios a ganancias de Shiller para el S&P 500 (el ratio CAPE que es una medición que suaviza los vaivenes del corto plazo) su nivel actual -39,09 veces- solo fue superado una vez en la historia (desde 1880). Fue en la burbuja que precedió al cambio de siglo, cuando regía el deslumbramiento por las compañías punto com. Su máximo fue 44,19 en diciembre de 1999. No faltará quien afirme con tino que la inteligencia artificial es un fervor mejor justificado, pero ello no invalida los peligros. Precisamente, Bob Shiller recibió el Premio Nobel de Economía en 2013 por comprobar que las valuaciones, si bien exhiben una gran varianza, confluyen invariablemente a la media. Y la media es apenas 17,29. Estamos avisados.

Wall Street conoce la literatura, pero no se guía por ella. Elige volar, como lo hizo Ícaro. Ocurre que las altas valuaciones per se no provocan mercados bajistas. Más bien, la recesión es la que les abre la puerta cuando carcome las ganancias de las compañías y los múltiplos que comandan sus cotizaciones. ¿Podría haber complicaciones allí? Los balances del tercer trimestre comenzarán a difundirse esta semana. Y la Bolsa se relame por anticipado. Es otra convicción firme. ¿De dónde surge? Ocurre que los estimados de ganancias no se redujeron a lo largo del trimestre, como es usual debido al sesgo negativo de los preanuncios de rigor. Hoy se espera que las utilidades del S&P 500 crezcan 8% interanual, pero no sorprendería que avancen a un ritmo de dos dígitos cuando culmine la temporada. De ahí, el fuerte viento de cola.

¿Qué podría salir mal, entonces? Si hasta la geopolítica amaina con el cese de fuego en Gaza. Y Xi Jinping, finalmente, da el brazo a torcer con Tik Tok para que Trump acaricie la realidad del traspaso de su propiedad a manos amigas. Pero algo siempre puede salir mal. Y no es el cierre parcial del gobierno, el “shutdown” que se prolonga, e inicia su tercera semana sin visos de solución. Los mercados apuestan a que no se arreglará en menos de otras dos. Bien podría Trump, que tiene el récord de la clausura más larga -35 días entre 2018 y 2019-, superarse también en este terreno.

Wall Street acusó el golpe de la beligerancia comercial

No, lo que se arruinó el viernes, lo que tronchó el rally, fue la beligerancia comercial pese a que estábamos generosamente vacunados. Y no fue Trump quién arrojó la primera piedra, sino Xi. El jueves China impuso nuevas restricciones sobre sus exportaciones de tierras raras, engrosando la lista de los minerales bajo control y sumando condiciones de uso más severas. Para Trump eso fue echar sal sobre las heridas que dejó el forcejeo de abril. Washington no tiene respuesta inmediata para sortear esa chicana. O, sí. El viernes Trump lanzó la granada de mano que volteó a los mercados. Prometió aplicar, a partir del 1 de noviembre, un arancel adicional de 100% sobre todas las importaciones que provengan de China (amén de controles de exportación sobre todo software crítico de los EEUU).

¿Qué tan serio es este roce? ¿Es una declaración de guerra como se la interpretó? Un arancel de 100% es prohibitivo, impide el comercio bilateral como ya se vio en la escalada de abril. Es, pues, un instrumento pensado para agilizar una negociación (y lo mismo podría decirse de China y la afectación de las tierras raras). Trump dijo que no ve razones ya para encontrarse con Xi Jinping, como estaba previsto, en la cumbre de Apec en Corea del Sur a fin de noviembre. Pero solucionar este entuerto cuando cada uno termine de mostrar el temple de su liderazgo, y hay tiempo para ello, sería un buen motivo para que se congratulen ambos.

No obstante, Wall Street acusó el golpe a pleno. El S&P500 cayó 2,71% el viernes, su mayor tropiezo en seis meses. El Nasdaq, 3,6%. El Russell 2000, 3%. El índice VIX -una medida de la volatilidad- se disparó 32%. Las acciones en declive superaron a las que lograron progresar en relación 5 a 1. ¿Tanto escarnio por una escaramuza como tantas otras que ya hemos visto, por el mero deja vu de la guerra comercial? Lo más fuerte no fue el golpe en sí, sino recibirlo con la guardia baja. Un recordatorio útil, sin dudas, de que los árboles no crecen nunca hasta el cielo, aunque no haya nada a la vista, o bajo tierra, que pueda salir mal. Simplemente, no se verifica. El mercado bull, que el domingo cumplió tres años, se preserva intacto, por supuesto. A diferencia de la zozobra de abril esta vez no se produjo una fuga violenta de capital, el Sell America. El dólar y los bonos del Tesoro se afirmaron. La duda es si el episodio dará pie a una pequeña corrección en la Bolsa, o si bastará que fluyan los buenos balances para sanarla.





Fuente: Ambito

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