Diálogos de Wall Street: ¿se frenó la economía y a la Bolsa no le importa?


G.G.: La clave ha sido domar a los bonos. La proeza fue que aceptaran sin chistar el nuevo paquete fiscal que promete aumentar el déficit en 3,4 billones de dólares en los próximos diez años. Lo que hizo Trump, o su secretario del Tesoro, Scott Bessent, fue profundizar lo que estrenó Janet Yellen (y Bessent se cansó de criticar), sesgar la colocación de deuda hacia las letras de corto plazo.

P.: La Fed mantuvo las tasas sin cambios en su reunión. Usted decía que lo importante, sin embargo, no era la Fed sino la decisión del Tesoro en torno a su estrategia de refinanciación.

G.G.: Este trimestre hay que colocar más de un trillón de dólares en papeles del Tesoro. Es más de la mitad del déficit del ejercicio. Y Bessent cumplió su promesa. No aumentará el tamaño de las emisiones de bonos largos, y sí aumentará el volumen y la frecuencia de las recompras de viejas emisiones. Es la manera práctica de desenganchar las tasas largas de las peripecias del déficit fiscal.

P.: Es como desconectar una alarma.

G.G.: Es bajarle el sonido mientras se echa más leña al fuego. Tal cual.

P.: Quizás la recaudación de los aranceles, que crece a toda velocidad y no está metida en los cálculos, permita neutralizar el rojo fiscal previsto.

G.G.: Quizás. Pero, cuidado, porque la estimación del déficit se estira a 5 trillones si uno levanta ciertos supuestos, muy convenientes, usados para aceitar la aprobación de la ley en el Congreso. Si ciertas exenciones impositivas, en vez de ser transitorias, se hacen permanentes, que es lo usual, las cifras se disparan.

P.: En esta realidad, de repente, nos damos cuenta que la creación de empleo se redujo a un mínimo en mayo y junio y repuntó un poco en julio. ¿Y no pasa nada? La Bolsa cotiza en niveles récords. Trastabilló el viernes y se recuperó el lunes. ¿Ya está? ¿Se arregló el problema?

G.G.: La piña del viernes fue fuerte. ¿Cómo se absorbió? La expectativa de una baja de tasas en septiembre se proyectó a 90%, a pesar de los dichos de Jay Powell un par de días antes.

P.: Powell sonó muy agresivo.

G.G.: Para quienes ansían ya la baja, sí, sin dudas. Pero lo que dijo es que la data debe resolver el dilema. Y está claro que el derrame de la suba de aranceles ya comenzó a subir los índices de inflación.

P.: Que el empleo se frene en seco y la economía se enfríe termina siendo un propulsor del mercado bull que ya se instaló en la cima histórica de sus cotizaciones. ¿Y si la economía tropieza con una recesión? Las tasas seguro que bajarán mucho más. Pero, ¿no deberían arrastrar consigo a la Bolsa? Una valuación de 22,2 veces ganancias futuras, ¿cómo podría sostenerse?

G.G.: Si caemos en una recesión, el mercado bull es un muerto en vida. Y sucumbirá antes de que comience la recesión, a juzgar por la experiencia. No es lo que la Bolsa tiene en mente.

P.: ¿Y cómo saber si no es víctima de un estado de euforia y no comete un error de cálculo?

G.G.: Ayuda sobremanera la propia data. Hoy el mercado se deprimió un poco con la desaceleración del informe PMI que publicó ISM. Yo tomaría la visión del PMI de S&P Global que confirma lo que detectó en su lectura preliminar de julio. Y, es exactamente, lo contrario. La expansión más fuerte de servicios de los últimos siete meses. Junto con mayores presiones inflacionarias, por cierto. Es perfectamente creíble.

P.: Sin dudas, es la visión más conveniente.

G.G.: Es más método que conveniencia circunstancial. Lo que sugiere es una aceleración de la actividad económica de 1,25% en el primer semestre a un ritmo en torno a 2,5% en el comienzo del tercer trimestre. En línea con las mejores condiciones financieras recientes y la distensión que uno observa en las variables más golpeadas por la vorágine de principios de año como la confianza del consumidor.

P.: ¿En eso se basa la Bolsa para flamear intacta y desafiante?

G.G.: No, en eso me baso yo, la Bolsa, en plena temporada de balances, se nutre de lo que le revelan directamente las empresas. Las ganancias y la orientación sobre el futuro. Y ambos renglones han sido sorprendentemente constructivos. Las ganancias por acción del S&P 500 ya proyectan un aumento interanual de dos dígitos este trimestre.

P.: Eso sí que es una sorpresa. No llegaban a 5% hace muy poco tiempo.

G.G.: Al 30 de junio, la estimación era 4,9%. Ahora, con dos tercios de los balances publicados, se ubica en 10,3%. El porcentaje de empresas que informa ganancias superiores a lo esperado (80%), y la magnitud de las sorpresas (8 puntos porcentuales), excede los promedios de los últimos diez años. Y no es meramente un recorte de costos. El crecimiento de los ingresos por acción se aceleró de 4,2% a fin de junio a 6%. Es el ritmo más elevado desde el tercer trimestre de 2022.

P.: No son los números que uno esperaría ver en una recesión.

G.G.: Fue un pozo de aire, no una recesión. Y hacia delante, si la incertidumbre arancelaria queda atrás, y la distensión geopolítica se afianza, debería ser mejor. Aunque Trump 2.0 sea una experiencia tóxica para el largo plazo, sería sorber un veneno lento. Mientras, por un andarivel paralelo, la bonanza de la Inteligencia Artificial, y el boom de las inversiones, avanzan como el tren bala.

P.: Con todo, los “insiders” de las compañías, la gente de adentro, la que las maneja y mejor las conoce, no demuestran demasiado entusiasmo. No están acrecentando sus posiciones.

G.G.: Así es. Y no es casual. A estos precios y con estas perspectivas, empresa por empresa, la Bolsa les parece muy cara. Y como usted dijo, de macro pueden ignorar todo, pero sí saben lo que pasa en sus compañías.





Fuente: Ambito

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