La realidad insufló un ventarrón de inflación intensa que no estaba en los papeles y desordenó visiblemente las convicciones. ¿Habrá que archivar la baja de tasas de septiembre?
La baja de tasas en septiembre lucía como una certeza. Donald Trump presiona incansable. Las opiniones dentro de la FED, también. A mitad de semana, los futuros de Chicago le asignaban una probabilidad de 99,9%. Las disidencias de los gobernadores Chris Waller y Michelle Bowman son públicas. Ya votaron a favor de recortar las tasas a fines de julio. Otras simpatías comienzan a advertirse detrás de un velo de diplomacia (las de los gobernadores Philip Jefferson y Lisa Cook). Y un nuevo integrante de la Junta de Gobernadores – Stephen Miran, nombrado por Trump – viene en camino con una posición tomada, aunque – pendiente la aprobación del Senado – no se sabe si llegará a tiempo para terciar el 16 y 17 de septiembre. Y, sin embargo, el viernes, las chances de la poda de tasas habían mermado a 84,8%. Y en los mercados de apuestas, a 69%. ¿Qué pasó? La realidad insufló un ventarrón de inflación intensa que no estaba en los papeles y desordenó visiblemente las convicciones.
Jay Powell, el mandamás de la FED, guarda silencio de radio. No es fácil resistir la embestida de Trump, quién esta semana lo amenazó con iniciarle juicio por el costo de las refacciones edilicias que realiza la entidad. Que lo diga la ex gobernadora Adriana Kugler quién acaba de renunciar a las apuradas (y dejó la vacancia que Miran aspira a cubrir). Pero lo más difícil será conducir el timón de la política monetaria si la tripulación no se alinea, y mucho más, de astillarse públicamente el consenso dentro del Comité de Mercado Abierto. La FED no tiene la tradición del Banco de Inglaterra que dos semanas atrás sancionó una baja de tasas tras una disputada decisión resuelta por 5 votos a 4, y luego la vida continuó pacíficamente. Powell, además, tiene el boleto picado. No seguirá al frente después de mayo cuando expira su mandato. Y varios de sus colegas ambicionan el sitial (la historia se repite: Powell reemplazó en su momento a Janet Yellen a instancias de un Trump disconforme con su gestión).
Las discusiones pueden ser ardorosas puertas adentro de la FED, pero lo que aflora siempre en público es una decisión respaldada por una amplísima mayoría, encolumnada detrás de la posición que sostiene el chairman. Entiéndase bien. O, porque se amolda la mayoría, o, porque lo hace el chairman con cintura política. Nunca se asistió a una conferencia de prensa – una ceremonia relativamente novedosa, vale decir – en la que el titular de la FED tuviera que explicar una decisión que no fuera “suya” y de la que ofreciera reparos o tomara distancia. Esa es otra buena razón para esperar una baja de tasas en septiembre.
“Jerome ‘Demasiado Tarde’ Powell debe AHORA bajar la tasa”, bramó el presidente Trump por enésima vez, después de conocer la inflación al consumidor: 0,2% en julio. “Los aranceles no han causado inflación ni ningún otro problema”, señaló en otro posteo, “aparte de las enormes sumas de dinero que ingresan a las arcas de nuestro Tesoro”. En efecto, la recaudación por aranceles arrimó 27,7 mil millones de dólares en julio (y acumula más de 135 mil millones de dólares en el ejercicio fiscal). El secretario del Tesoro, Scott Bessent, dijo que Powell ya habría recortado las tasas en las reuniones de junio y julio de haber contado con información correcta sobre el empleo en tiempo real. Y recomendó pensar en una guadaña de medio punto para el mitin de septiembre.
Trump no leyó muy bien los informes de inflación. La inflación al consumidor subió 0,2%, pero la definición núcleo (sin la volatilidad de alimentos y energía) trepó 0,32%. Y la versión super-núcleo (que excluye también la vivienda): +0,5%. La inflación de los bienes núcleo – que es dónde impactan directamente los aranceles – ascendió con moderación. De hecho, los impuestos al comercio dejaron una huella mayor en junio. Claro, Trump no descansa. En agosto sancionó una nueva alza de aranceles, generalizada y a mansalva, que recién derramará a partir del mes próximo. La ironía es que el presidente le exige una respuesta rápida a Powell, pero no termina de sacar conejos de la galera y lo fuerza a esperar más para dimensionar sus consecuencias.
Dato negativo
Atención: lejos de la influencia directa de los aranceles, afloró una sorpresa negativa importante. Los servicios (ex energía y vivienda) se encarecieron notablemente. Los transportes y cuidados médicos treparon 0,8%. Es una luz amarilla si se repara en que más de la mitad de la canasta de consumo registró variaciones (anualizadas) a un ritmo superior al 3%. Hay que recordar que la meta de inflación es 2% y que la FED está en offside desde 2021. La convergencia a la meta se interrumpió. La inflación al consumidor arroja un aumento interanual de 2,7%, la versión núcleo escaló a 3,1%, y la mediana se mantiene imperturbable hace meses en 3,6%.
Pero lo que sacudió la modorra fue el salto de la inflación al productor: 0,9% en julio (si bien venía de cinco meses de suma quietud). Los servicios volvieron a dar la nota con un brinco de 1,1%. El plato fuerte fue el aumento de 2% en los márgenes de comercialización. La pregunta es obligada. ¿Quién pagará la suba de aranceles? Los precios de importación antes de impuestos subieron 0,4%. O sea, los extranjeros no se hacen cargo como dice Trump. Las grandes sumas de dinero que inflan las arcas del Tesoro (sin impedir un incremento de 20% del déficit fiscal en julio) no son un maná que viene del exterior. Y, si los comercios minoristas y mayoristas engrosan sus márgenes como hicieron en julio, es obvio que los consumidores terminarán abonando la cuenta. Quizás por eso volvieron a deprimirse en la última encuesta de la Universidad de Michigan. ¿Qué inflación ven para los próximos 12 meses? En junio era 4,5%. Ahora, 4,9%. Se sabe que siempre exageran, pero no se los puede ignorar alegremente.
Así las cosas, las opiniones dentro de la FED están divididas. No todos favorecen una reducción de tasas de inmediato (aunque hay dos anotadas en el mapa de puntos para antes que termine el año). “Existe una nota de inquietud a partir de los últimos datos de inflación al consumidor y al productor”, remarcó Austan Goolsbee, titular de la FED de Chicago (y con voto en la rotación actual). Otro presidente de distrito, y que también vota este año, Jeff Schmid, de la FED de Kansas City, fue categórico. “Anticipo un efecto moderado de los aranceles sobre la inflación, pero lo veo como un signo de que la política monetaria está bien calibrada y no como una señal de que deba relajarse”. Su sesgo puede ser restrictivo, pero no demasiado. “Con los precios de las acciones cerca de sus máximos y los spreads crediticios de los bonos cerca de sus mínimos”, no ve ninguna evidencia de que la política monetaria apriete en exceso.
¿Qué cabe esperar? Un retoque de un cuarto de punto el 17 de septiembre. Quizás otro sería el desenlace si los bonos largos no hubieran hecho mutis por el foro. La baja se presentará como una decisión puntual, una aspirina preventiva destinada a evitar la anemia que despunta en el mercado de trabajo. Será también, sin enfatizarlo, una moneda de cambio para preservar la comunión en el seno de la FED. ¿Nos hará un guiño Powell el viernes en el simposio de Jackson Hole? Lo hizo el año pasado, antes de estrenar la poda de tasas en plena campaña electoral, a lo grande, con un hachazo sorpresivo de medio punto. Hoy no sería prudente. Ni necesario con los mercados de fiesta. Powell debe esperar la información de empleo e inflación de agosto antes de anunciarlo. Lo que ocurrirá después de Jackson Hole. Por cierto, puede sugerir la baja de tasas con claridad en un marco condicional. Pero es mucho pedir que le dé una calurosa bienvenida a libro cerrado, bajo el coro de reclamos del presidente (que no se dará por satisfecho), y sin la debida coartada de la data más reciente.