El Garrahan como ejemplo, y sus riesgos


El Hospital «Prof. Dr. Juan Pedro Garrahan«, reconocido popularmente como «El Garrahan», es una enorme institución que se caracteriza por el alto grado de especialización de sus recursos humanos, que totalizan más de 3.500 personas, así como por sus equipamientos de última generación y la atención siempre puntual basada en cuidados progresivos.

Por eso es fundamental que el universo ejemplar de un servicio médico de excepción como es el que brindan las 3.500 personas que trabajan en las extraordinarias instalaciones del Hospital Garrahan, en el Barrio porteño de Parque Patricios, no esté nunca en riesgo. Y sobre todo ahora, cuando «la asistencia médica gratuita se está degradando peligrosamente, aunque no todavía en el Garrahan, que es una de las joyas de la Argentina que hoy se destruye lentamente desde la insensibilidad manifiesta del gobierno nacional, que además desfinancia la institución médica emblemática de la atención gratuita a niños y niñas de todas las clases sociales, siendo a la vez garantía de capacitación profesional de calidad y los mejores servicios».

Tal afirmación deviene de la entrevista que esta columna sostuvo ayer con el Dr. Pedro Zubizarreta, médico pediatra oncólogo que es reconocido como uno de los más destacados profesionales de esa especialidad y quien orientó a esta columna en el conocimiento de la extraordinaria calidad de los servicios médicos que se brindan en el centro pediátrico de excelencia que desde su inauguración, en 1987, está comprometido con la ética, la equidad, la accesibilidad y la calidad médica, brindando la mejor atención a todos los niños, niñas y adolescentes de la República Argentina.

Desde siempre, el Garrahan funciona en forma autárquica, financiado con fondos estatales de los cuales el Estado Nacional aporta el 80% y la Ciudad de Buenos Aires el restante 20%. A su vez recibe ingresos por autogestión (cobranzas, inversiones, actividades docentes) y todo sustentado además con ingresos provenientes de la autogestión del enorme hospital ubicado en el barrio de Parque Patricios, en la zona sur de la CABA, donde ocupa 113.000 metros cuadrados y dispone de 587 camas.

El hospital debe su nombre al médico pediatra Juan Pedro Garrahan (1893-1965), quien egresó de la Facultad de Medicina de la UBA en 1915 con Diploma de Honor y se desempeñó en los hospitales Rivadavia y Rawson, y el Hospital de Clínicas en los servicios de Cirugía Infantil y Clínica Pediátrica. Hoy, en su honor, el Garrahan es considerado un centro pediátrico de excelencia que desde su inauguración es ejemplo de calidad, ética, equidad y sobre todo accesibilidad, ya que brinda la mejor atención a niños, niñas y adolescentes de toda la Argentina.

«El Garrahan» se caracteriza por el alto grado de especialización de sus trabajadores, sus equipamientos ultra modernos y la puntual atención basada en cuidados progresivos. Por eso, aprovechando el conocimiento y generosidad del Dr. Zubizarreta, este columnista fue guiado por un universo informativo fabuloso que es necesario e importante que se conozca popularmente, sobre todo en esta etapa política de la República Argentina sometida a decisiones y caprichos de un gobierno calificable por lo menos de autoritario e insensible.

Zubizarreta ofrece en primer lugar una precisa idea de la complejidad y eficacia del Garrahan, que conviene destacar: el Consejo de Administración se compone de 9 direcciones, 8 gerencias, 4 coordinaciones generales, 11 coordinaciones, 9 áreas, 29 departamentos y 40 servicios de especialidades médicas. En total trabajan 4.266 agentes hospitalarios, de los que 3.985 son de planta y contratos de guardia: 871 en logística, 439 en conducción, 2.675 en servicios asistenciales y 281 son becarios.

Importa subrayar lo anterior, además, porque esta nota se escribe precisamente al terminar un año cuasi espantoso en términos de caprichos del poder, decisiones non-sanctas de un Congreso que roza lo impresentable, y un autoritarismo creciente y enervante que aconseja que este artículo por lo menos se difunda y conozca, no sea que algún bestiario tome decisiones de burros ignorantes, como viene sucediendo en otras materias de la vida nacional.

Las obras comenzaron en mayo de 1975, siendo presidenta María Estela Martínez de Perón, pero se interrumpieron después del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. Recién ocho años después, en 1984 y recuperada la democracia, una comisión de médicos propuso crear un Hospital Nacional de Pediatría de calidad y funcionamiento excepcionales. Las obras paralizadas durante la dictadura se retomaron y la inauguración oficial la realizó el entonces presidente Raúl Alfonsín el 25 de agosto de 1987.

En los casi 38 años posteriores, el Garrahan realizó más de 2.300 trasplantes, unas 270.000 cirugías y la atención permanente a más de un tercio de los pacientes pediátricos con cáncer de todo el país.

Allí se coordina además el Programa Nacional de Telemedicina, que asegura el seguimiento de miles de pacientes a través de plataformas telemédicas, y que tiene más de 220 oficinas de comunicación a distancia a lo largo y ancho de la Argentina. Y por si fuera poco, el extraordinario hospital cuenta, además, con 18 quirófanos, 200 consultorios, áreas de Neonatología y Unidad de Quemados, Banco de Sangre de donantes voluntarios, Banco Público de Cordón Umbilical, y también Banco de Tejidos y de Tumores, y Laboratorio de Biología Molecular.

Por año, el enorme Hospital recibe 420 nuevos casos de cáncer infantil, lo que lo convierte en el principal centro de atención oncológica público pediátrico del país. A su vez, allí el nivel de sobrevida es del 80%, igual que en las mejores instituciones de salud del mundo.

Para terminar esta breve y modestísima presentación de una institución ejemplar y única, este columnista no vacila en subrayar que, como todo lo bueno en la actual argentina, el Garrahan también está en riesgo de que energúmenos y resentidos dispongan bestialidades. Hoy la vida nacional no es solamente, ni debería serlo presida quien presida, una vulgar competencia de dólares y bancos, supuestas inversiones y viajes presidenciales a rendir pleitesía a los poderosos mandatarios del mundo que destruyen naciones, historias, civilizaciones y son capaces de bombardear hasta el exterminio a pueblos enteros, y todo con un cinismo repugnante. En esos contextos esta columna es consciente de que la heterodoxa información que contiene esta nota es, por eso mismo, necesaria e imprescindible.

Consultado acerca del estado actual del Garrahan, Zubizarreta no dudó: «No hay presupuesto. Nos atenemos a un manejo discrecional de los recursos, que nos llegan como decisiones del ministerio. Porque las preguntas las hacen del ministerio al Consejo de Administración del Hospital». Y duda sólo un segundo para completar: «A algunos funcionarios no les importa si hay espacios de camas ni medicamentos. Vivimos esquivando una improvisación tras otra».

Así, con los salarios congelados, «los escasos aumentos no alcanzaron ni siquiera a que se recuperara mínimamente el poder de compra perdido durante el gobierno de Macri –advierte Zubizarreta–. Y desde que asumió Milei calculamos otro 20% abajo. Por eso son muchos los profesionales que buscan otros horizontes. Estos puestos no se reponen, como tampoco los de quienes se jubilan.

–Entre los riesgos ¿hay peligro de que baje la eficiencia?

–Sí, en algunos hospitales sí porque falta gente y porque por salarios se reducen horarios, como pasa en otros hospitales de la CABA desde hace años. Parte del personal va dos o tres horas, o ni va, y hacen la suya, por el mismo sueldo. Esto está blanqueado como horas de formación, pero es grave…

–¿Y en el caso de ustedes?

–El Garrahan se diferencia porque se cumple horario de 8 a 16 y eso es real; es la norma y se cumple, y se controla con tarjetas. Hay servicios ejemplares a ese respecto.

–¿También hay asedios, acusaciones, imbecilidades políticas?

–Hasta ahora no, pero hemos sabido de algunas limitaciones objetivas. Y los salarios son menores, ésa es la realidad. Pero seguimos trabajando con igual responsabilidad y fuerza, y soportando alguna agresión del Estado.

–¿Se están preparando para algo peor?

–Acá siempre nos estamos preparando para lo peor. La mayoría cifra esperanzas, pero yo no veo ninguna posibilidad, ni en la macro ni en la potencialidad del país. Claro que yo no represento a toda la clase profesional del Hospital, dentro del cual no nos preguntamos estas cosas. Pero tengo la impresión de que cada uno se prepara para lo peor.



Fuente: www.pagina12.com.ar

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