En las selvas conocidas como El Impenetrable, en el interior de la Provincia del Chaco, la comunidad Qom y algunas familias de criollos han encontrado en la miel orgánica que producen las selvas chaqueñas y se envía a los Estados Unidos y a Europa, una salida laboral y una noble resistencia al desmonte bestial y generalizado.
Argentina es el tercer exportador mundial de miel orgánica y eso tiene un valor excepcional. Sobre todo porque aunque no es asunto muy reconocido, esta Provincia es la que produce más miel orgánica –y de calidad– en toda la República Argentina.
Claro que, a la vez, es sabido que para adentrarse en el ecosistema del Gran Chaco primero hay que evitar las lluvias, porque casi todos los caminos son de tierras arenosas en las que el riesgo de empantanarse está siempre latente. Y no en pequeños espacios, ya que se trata de un bosque seco subtropical de casi 50 millones de hectáreas que está ubicado al Nordeste de la Argentina, y donde las señales para comunicación son prácticamente inexistentes.
Según datos oficiales, están en producción unas 13.600 colmenas, a cargo de 87 productores que atienden la extracción y una planta de cera habilitada y con garantía de calidad en el proceso productivo.
En 2024, en todo el país se certificaron unas 34.300 colmenas orgánicas, de las cuales la mayoría se ubican en territorio chaqueño (13.595) y en las provincias de Santa Fe (5.547), Santiago del Estero (3.895) y Córdoba (3.642).
Según el Registro Nacional de Productores Apícolas y datos de la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, el Chaco cuenta con alrededor de 450 productores apícolas activos, alrededor de 90 de los cuales producen miel orgánica en unas 60.000 colmenas.
Además, en esta provincia existen 22 salas de extracción habilitadas por el Senasa, dos de las cuales funcionan para homogeneizar la producción previa a la comercialización externa. Así, en la campaña 2024-2025 se logró la producción de 925.550 kilos de miel.
Pero lo mejor es que la calidad de la miel chaqueña es superlativa, ya que esta provincia se distingue por la producción de mieles oscuras de sabores intensos y complejos, únicas en el mundo gracias a la riqueza de su flora nativa, que en «El Impenetrable» comienza la floración a fines del mes de Julio en arboles autóctonos (particularmente chañar, garabato, algarrobo, mistol y otros).
Esta provincia, además, se destaca en esta materia porque allí opera un sistema de cooperativas y asociaciones que nuclean a los productores apícolas, con lo que se favorecen el acopio y la comercialización de la miel producida. Así, el fortalecimiento de la cadena apícola se debe al trabajo de organismos estatales como el Senasa, el INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) y el INTI (de Tecnología Industrial). Y a la vez, el Ministerio de Producción y Desarrollo chaqueño juega un rol decisivo en el fortalecimiento de la cadena apícola, según puede consultarse en Internet.
Esos organismos aseguran el mantenimiento y crecimiento de la producción melera argentina, realizando actividades de prevención y control de enfermedades y plagas que afectan a las abejas, a la vez que capacitan y asesoran a productores para la adecuación sanitaria de residuos medicamentosos y agroquímicos, así como certifican las mieles destinadas a exportación.
Además, ahora el organismo trabaja en la prevención del pequeño escarabajo de las colmenas (PEC), que es una plaga que todavía no llegó a la Argentina pero que ya se encuentra en países vecinos y amenaza con ingresar a nuestro territorio nacional. Por eso, y a fin de mitigar el riesgo de ingreso y propagación, el Senasa lleva adelante una Red de vigilancia del PEC que controla las fronteras e impulsa campañas de comunicación y notificación inmediata.
Desde luego, y gracias a las constantes alertas y cuidados, la miel chaqueña ha venido convirtiéndose en una excelente e inigualable miel orgánica, producida siguiendo prácticas apícolas sustentables, en ambientes naturales y/o establecimientos donde no se utilizan agroquímicos, herbicidas ni fertilizantes sintéticos en el cultivo de las flores con que las abejas obtienen el néctar.
Es por eso que las colmenas están siempre ubicadas en zonas donde se promueve la biodiversidad floral y donde para el control de las plagas que afectan a las abejas no se permite el uso de antibióticos artificiales ni productos de síntesis química.
Y es que la condición «orgánica» de un producto alimenticio es un atributo de calidad que garantiza que fue obtenido cumpliendo requisitos adicionales respecto de los exigidos para los convencionales. Desde hace años el Senasa establece severos requisitos para inscribir a las empresas encargadas de certificar productos orgánicos, así como controla la aplicación correcta de las normativas.
Lo cierto es que de las aproximadamente 20.000 especies de abejas que existen en el mundo, las del Chaco Argentino están consideradas entre las mejores, en términos productivos. Lo cual se debe a la excelente producción combinada de las especies Mellifera (de origen europeo) y las nativas Meliponas, que son abejas sin aguijón, muy delicadas, de manejo sencillo y con gran arraigo en las comunidades originarias. Su miel es más líquida, apenas ácida y aromática, y las comunidades originarias conocen muy bien sus usos medicinales para bajar inflamaciones o cicatrizar heridas, por lo que también las comercializan.
Todas ellas «trabajan» –puede decirse– diariamente en los montes chaqueños entre mistoles y algarrobos y los generosos quebrachos que todavía sobreviven a más de un siglo de depredación, y que son riquísimos en polen y en néctar, y florecen casi todo el año, lo que permite que muchas familias vivan de la apicultura.
Y es claro que también el quebracho –que es el árbol emblemático del monte chaqueño y es muy rico en néctar– todavía produce miel de altísima calidad, aunque desdichamente su crecimiento es muy lento y su madurez se produce después de los 80 años. Por lo cual, y como para colmo desde hace décadas se sobreexplota su madera, todo indica que su destino inexorable será la desaparición de la especie.
En Argentina, y al menos teóricamente, desde 2007 rige la Ley de Bosques Nativos, cuya función es clasificar las zonas para así determinar los diferentes valores de conservación, así como distinguir las de valor alto, medio o bajo.
La profundización de los desmontes es otro asunto complejo y de necesaria atención. Recientes datos estadísticos publicados por Greenpeace indican que, en los últimos cinco años, el Gran Chaco argentino perdió 167.684 hectáreas de bosque nativo, provocando un impacto muy negativo en la biodiversidad y en su población rural. Las temperaturas aumentan, rozando en ocasiones los 50 grados, y las sequías son cada vez más extensas. Lo que determina que en ciertas zonas del monte chaqueño las oportunidades laborales sean prácticamente inexistentes, además de que abundan ofertas piratas para talar árboles nativos en condiciones precarias y por pagos que están por debajo de la línea de pobreza.
Y es que, como es sabido, la población rural chaqueña vive de lo que le da el bosque: las cosechas, los animales, las artesanías. Y por fortuna la apicultura, que ha transformado sus formas de vida. El hecho de encontrar en la miel una alternativa digna y más rentable, brindó a muchas familias mejores ingresos económicos y, al mismo tiempo fortaleció el valor que le dan a su monte, fomentando su arraigo a la tierra natal.
La calidad de la miel argentina es indiscutible y reconocida en todo el mundo teniendo en cuenta su aroma, sabor y valor, y también su etiqueta. Argentina produce hasta 75.000 toneladas de miel convencional cada año y 600 toneladas de miel orgánica, y exporta alrededor del 90% de esa producción. Según la FAO, es el tercer exportador mundial de miel. Liderazgo que se sustenta en la trazabilidad y certificación que otorga el Estado Nacional, confiable para más de 20 destinos internacionales.
Estados Unidos es el principal país comprador, y se lleva el 60% de las exportaciones. Y lo siguen Alemania, España y Francia, que concentran el 40% de las compras restantes, habiendo desplazado incluso a China.
La apicultura chaqueña lleva décadas de práctica, pero fue recién en 2011 cuando se lanzó el primer Plan Apícola provincial con el objetivo principal de crear fuentes laborales para familias que viven en zonas rurales boscosas (las que aún quedan) y eso fue lo que generó la construcción y puesta en marcha de salas de extracción, así como la formación de técnicos en las diferentes localidades que rodean los montes.
Y en 2017 el Ministerio de Ambiente de la provincia inició la certificación de miel orgánica a fin de adaptarse a reglas estrictas de los mercados internacionales como evitar químicos y transgénicos, Y tras asegurar la separación física entre la miel convencional y la orgánica, y cumplir con las normativas específicas de cada destino de exportación, la provincia del Chaco devino la mayor exportadora a nivel nacional. Hoy fuentes oficiales y regionales señalan que el 25% de los apicultores chaqueño están especializados en miel orgánica y tienen unas 13.600 colmenas certificadas, superando a otras provincias argentinas que llegan a tener un máximo de 5.000.
Las personas que viven en su bosque nativo conocen la importancia de su biodiversidad y son conscientes de que puede seguir dándoles vida. Los apicultores rurales suelen decir que “viven de las flores”, una forma de resistencia poética que también transmiten a sus hijos o niños en las escuelas rurales, al enseñarles el valor de la apicultura en las instituciones educativas.
En el monte chaqueño y a pesar de contratiempos y carencias, para los apicultores sus vidas se definen por la biodiversidad del Gran Chaco. Al que aman más allá de contratiempos y carencias.