El jefe hace y deshace como se le antoja  | La Presidenta real, en ejercicio directo de la función


El Gobierno está completamente en manos político-administrativas de Karina Milei y se resolvió que sólo sea Caputo Toto quien conduzca el único plan existente: pisar el dólar hasta las elecciones de octubre. No hay más que eso. No hay más certezas que ésas.

Respecto de la primera, podrían apuntarse dos observaciones.

Una es que La Hermanísima siempre estuvo a cargo de la ejecutividad gubernamental, excepción hecha de lo económico. La otra consiste en que, como fuere, no habría mayores novedades porque desde un comienzo la gestión fue un aquelarre. Basta con repasar los centenares de funcionarios echados o renunciados, que supieron llegaron al promedio de uno por día. Y esto tampoco sería novedoso, porque se corresponde con las características de un Gobierno arribado como tal sin la más mínima preparación institucional. Sin cuadros políticos. Sin la más remota idea sobre el funcionamiento del Estado.

En otros términos conocidos, Javier Milei fue un armado del establishment, desde el panelismo televisivo y las redes, para segmentar parte de los votos peronistas y antiperonistas.

Pero el Frankestein adquirió una fuerza propia inusitada, a tono con endilgarle ese carácter de accidente insólito en la historia argentina. Y después no hubo nada que hacer. Así, el país quedó al arbitrio de unos Hermanos & Cía. exclusivamente relacionables con un escenario distópico.

¿Cuál es la noticia, entonces?

Es que, tras el resultado electoral, la distopía se profundizó. Ya no hay Presidente, al menos por ahora, en su acepción de figura con aptitudes básicas para tomar decisiones autónomas. Milei está paralizado, totalmente fuera de eje.

Es así desde la noche del domingo pasado, cuando, aunque siga sin poder creerse, hasta último momento imaginó que perdía por muy poca diferencia. Incluso, de acuerdo con las mesas testigo del indescriptible Sebastián Pareja, pensó que llegarían a ganar por unos 8 puntos. Eran 50 de esas mesas, según pudo constatarse, de calidad irrelevante. Al aterrizar con los números reales entró en colapso (político, aclaremos, porque los diagnósticos psiquiátricos incumben a especialistas y nunca a la bartola periodística). Continúa en ese estado.

Se verá si para la cadena nacional de este lunes a la noche puede recomponerse como para dar una imagen atildada, llamémosle. Hablamos del continente, desde ya. El contenido será la provocación de redoblar su rumbo.

La hermana, en consecuencia, asumió enteramente el rol presidencial. Y, hasta ahora sin visos de modificaciones, se cargó con desprecio todo intento de cambios siquiera por maquillaje.

El hazmerreír de una mesa política con los mismos rostros de la derrota y el nombramiento de un ministro de Interior que ya lo era de facto, tras el pase de Guillermo Francos a la Jefatura de Gabinete, es todo de ella.

Es de ella -en todo caso, junto con el edecán de Francos- llamar al diálogo con los gobernadores mientras se vetan los fondos de ATN a las provincias, para no hablar de la “profunda autocrítica” que en simultáneo rechaza el financiamiento a las Universidades y la emergencia pediátrica Garrahan incluido.

Es de ella haberse animado a un acto de lanzamiento de LLA en Tucumán, ante un estadio cuyas tribunas debieron cubrir con lonas negras para ocultar el vacío; en el que brilló por su ausencia cualquier cántico de aliento y donde, en poco más de dos minutos de balbuceos, volvió a incurrir en el espectáculo de su terrorismo sintáctico.

Sin más vueltas, he aquí la Presidenta real en ejercicio directo de la función.

No se trata ni por asomo de que la vieja/nueva jefa de Estado sea una repostera. Esa estigmatización es un asco elitista, tan repelente como olvidar que, en la suma de nuestra historia y además de los milicos, a este país lo hicieron mierda los doctores de Harvard y los máster en Economía. Se trata de en función de qué intereses se gobierna y nunca del “determinismo” estipulado por la proveniencia de oficio o profesión.

En esa línea de obviedades perdidas, el ministro de Economía es lisa y llanamente un timbero mesadinerista que, como si fuera poco, ya demostró durante el macrismo su capacidad de fugador de divisas. Sus Panamá Papers, con la ruta del dinero M. Sus fondos en paraísos fiscales. Hoy, su flota-flota.

Karina depositó en este chanta kilométrico llegar a octubre sin que la cotización del dólar se traslade a precios de manera terminal.

Confía en que el Fondo Monetario, un organismo que en cuestiones de prestigio técnico es hace rato una basura internacional, no ahorque más. Sólo la influencia en él del Tesoro estadounidense sostiene a Milei. El buró del organismo, con alemanes y japoneses a la cabeza, no quiere saber más nada con Argentina. Replegado hacia América Latina porque el Trump imperial es otro disparate de la historia en su búsqueda de la hegemonía perdida, los hermanos y sus ludópatas gracias si alcanzan con mirar a octubre como un salvavidas que pudiera no ser de plomo.

Quienes frecuentan a menudo a Jamoncito reconocen que pasó a desconfiar de todos cuantos lo rodean y sólo él, en su soledad abrumadora porque carece de amigos, de confidentes, de apenas un hombro en el cual recostarse así sea para hablarle de sus perros muertos o vivos, sabrá si eso involucra también a Karina. Sólo él conoce si la hermana también (le) cayó en la volteada, dejándolo sin estructura que lo contenga. Hasta acá, se demostraron como una unidad indivisible.

Hay datos revelados e inferidos, acerca de la economía interna y de sus efectos políticos, que dejan cada vez menos dudas. En realidad, prácticamente ninguna.

A más o a propósito de la temperatura gélida que se registra en los supermercados y comercios de cercanía, no pasa jornada sin que se precipiten despidos, cierres de fábricas, suspensiones. Pirelli. Techint. Industria pesquera. Empresas lácteas. Multis.

Desde que asumió Milei, más de 12 mil firmas dejaron de operar en Argentina. Al margen de las pymes, que sufren una catástrofe, grandes compañías nacionales e internacionales decidieron reducir sus operaciones, irse del país o entrar en concurso de acreedores. Clorox, Xerox, Procter & Gamble, Prudential, HSBC, Fresenius, Whirpool, FV, ENAP, Los Grobo, Agrofina, Red Surcos, Sancor, Verónica, Scania, Kenvue.

Es un industricidio, otra vez, que hasta la pusilánime UIA ya preanuncia (casi) de esa forma tras nuevas cifras de caída en picada. Su último informe es contundente.

Y todo para que la imbecilidad de la profunda autocrítica oficial radique en que el problema fue no saber comunicar, o haberlo hecho insuficientemente, o advertir que dejaron el armado electoral en manos de otrora kukas, o que sólo fue cuestión de que los candidatos propios o absorbidos al Pro eran impresentables.

Perdieron en City Bell, en Pilar, en Junín, en Pergamino, en Tandil, en Chivilcoy, en sectores medios de la zona norte de la primera sección, en corazones agropecuarios del interior bonaerense. Perdieron a mansalva y la hijaputez, no ya la anomia, les permite insistir en que la culpa es de un congourbano donde gustan de cagar en un balde.

Ese signo de debilidad execrable en la lectura electoral tiene correlato con lo que el periodismo mileísta, absorto y espantado, comenzó a verter esta semana.

Por fuera de algunas declaraciones, no hay ningún accionar concreto ni del peronismo ni del kirchnerismo a la búsqueda de voltear al Gobierno.

Lo que está circulando es todo de ellos. Es del esquema de poder que avaló la llegada de los Milei a la Presidencia y que les votó cuanto necesitaran.

Fue Joaquín Morales Solá desde el diario La Nación, y no Juan Grabois, quien indicó que en el Círculo Rojo se piensa ya en Ley de Acefalía, Asamblea Legislativa y otras variables de sustitución presidencial. Es el Fondo Monetario, y no el comando iraní-venezolano, quien advirtió que con estas tasas de interés marcianas no hay salida ante la recesión activa o en ciernes. Es Paola Rocca y no una organización piquetera quien, palabra más o menos, señala que parecen seguir con los violines en la cubierta del Titanic. Es bien de adentro de las corporaciones mediáticas oficialistas, de sus loros que están yéndose a los botes, y de los riñones parlamentarios de la “centro-derecha”, desde donde mentan a Schiarettis, Pichettos y demás maratonistas que persiguen a cualquier bondi al que puedan subirse.

Acusar al peronismo de que huele sangre es un gastadísimo recurso gorila.

Son ellos los que sienten ese olor. Los golpistas de toda la vida.  



Fuente: www.pagina12.com.ar

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