En primer lugar, están las compañías que suspendieron sus actividades de inmediato por efecto de las sanciones impuestas por la comunidad internacional.
Según la magíster en Historia Económica y especialista en Relaciones Internacionales -particularmente en Rusia- Mariana Gómez, este primer grupo reúne a las entidades que suspendieron sus operaciones “como respuesta directa al conflicto” y a las restricciones.
En esa línea, Vasili Pushkov, director de cooperación internacional de la entidad diplomática Rossiya Segodnya, aseguró a Ámbito que muchas empresas se retiraron “de forma inconsulta”, afectando a sus socios rusos y a sus propios activos, que quedaron inmovilizados. “Si deciden volver, enfrentarán sanciones sobre las condiciones de reingreso al mercado”, advirtió el especialista.
También reconoció que dentro del mismo grupo hay compañías que se retiraron a pedido de sus respectivos gobiernos. Sin embargo, la diferencia radica en los términos de su salida: “Vendieron sus negocios por casi nada, pero incluyeron en los contratos una cláusula que les da el derecho a recomprar sus activos en el futuro”, explicó Pushkov.
El detalle no es menor: esos contratos tienen fecha límite, que según el momento de la firma puede vencer este año o el próximo. “Muchas de esas opciones de recompra van a expirar pronto, pero podrán reabrir operaciones con muy pocas restricciones”, señaló el integrante de la entidad rusa.
En segundo lugar, Gómez identificó a las empresas que decidieron continuar operando en Rusia a pesar del contexto bélico y las restricciones económicas. Dentro de este grupo se destaca un subconjunto integrado por compañías originarias de países no alineados con Moscú, que se vieron afectadas por la imposibilidad de repatriar dividendos y por el congelamiento de activos. La mayoría de estas firmas tiene sede en Estados Unidos, Alemania, Austria y Suiza.
Uno de los casos más relevantes para la Unión Europea es el de Raiffeisen Bank, utilizado por las propias empresas rusas como canal de pago transfronterizo, pero opera bajo el pago de multas y con activos congelados.
“Las autoridades rusas justifican estas medidas como una respuesta a las sanciones impuestas por los países occidentales”, explicó Gómez en diálogo con este medio.
Por último, existe un grupo de empresas que adoptó estrategias intermedias: no se retiraron completamente del país, pero ajustaron su presencia mediante cambios en sus nombres comerciales, modificaciones en las rutas de suministro o la apertura de oficinas en terceros países.
En ese sentido, los ejemplos más resonantes son McDonald’s, rebautizado en Rusia como Vkusno & Tochka (“Delicioso y punto”); Kentucky Fried Chicken (KFC), que en Moscú opera como Rostic’s; y Zara, que aparece bajo el nombre de MAAG.
La triangulación de productos, la estrategia clave del comercio internacional
Para las empresas que de alguna forma decidieron continuar facturando en Rusia, las vías de operación se tornaron más complejas, aunque no imposibles.
Una caminata por Tverskaya, una de las avenidas comerciales más importantes de Moscú, lo demuestra. A lo largo de la calle se encuentran marcas internacionales como Gucci, Louis Vuitton o Prada, con sus persianas bajas. Sin embargo, a través de sus páginas online, los consumidores rusos pueden acceder al catálogo completo de cada temporada.
¿Cómo lo hacen? Aquí aparece la clave de la continuidad del comercio con Occidente: la triangulación de productos importados a través de países no alineados con las sanciones internacionales. “Una de las tácticas más frecuentes para mantener el comercio con Rusia ha sido la formación de alianzas con compañías locales. Sin embargo, algunas firmas han reconfigurado sus rutas comerciales utilizando países intermediarios o mercados alternativos para distribuir sus productos”, detalló Gómez.
Así, las importaciones de consumo masivo, tecnología o artículos de alta gama, se canalizan a través del Cáucaso, Asia Central, Turquía, India, China, Brasil o Emiratos Árabes Unidos. Lo mismo sucede en las góndolas, donde se observan cereales, lácteos, galletitas, bebidas, snacks, golosinas y chocolates de una enorme variedad y procedencia.
Por ejemplo, en cuanto a la indumentaria, Pushkov aseguró que el sur de Rusia “ya está completamente cubierto por fabricantes turcos”, mientras que China también mantiene una porción relevante del mercado.
Cómo Rusia pasó de la importación masiva a la producción local
Por otro lado, tras la debacle económica posterior a la disolución de la Unión Soviética, Rusia inició un proceso de reindustrialización por sustitución de importaciones a partir del año 2000, durante el primer mandato de Vladimir Putin, según explicó la licenciada en Relaciones Internacionales Victoria Panova.
“En 25 años se logró recuperar el 70% de la capacidad instalada en las fábricas, vendidas a propietarios occidentales por sumas irrisorias. Se recompraron a precio de mercado”, señala la integrante del Consejo Académico de la HSE.
Gracias a ese proceso, Rusia logró desarrollar un entramado industrial que permite el abastecimiento interno de la mayoría de los productos de consumo, al tiempo que profundiza sus lazos comerciales con Asia e India, en sintonía con el redireccionamiento geopolítico actual.
Claro que no todos los sectores enfrentan el mismo desafío para sortear la desvinculación con los países sancionadores. Según Pushkov, la excepción se da en alta tecnología y repuestos, particularmente en aeronáutica, cosmonáutica y automotriz.
“Los rusos están completamente obsesionados con fabricar sus propios aviones. Aeroflot, durante la Unión Soviética, fue la única aerolínea del mundo que tenía todos sus componentes producidos dentro del país”, recordó. En ese sentido, estimó que al Gobierno le llevará unos 25 años concretar la reindustrialización de estos sectores.
Panova, en cambio, mantiene una mirada más optimista: “Rusia tiene la particularidad de procrastinar 50 años y luego hacer en uno lo que lleva 15”, afirmó.
Las tensiones alrededor del sector de la energía
Otro sector sensiblemente afectado por las sanciones es el energético. Gigantes como Shell, Exxon, Equinor o BP Energía abandonaron su posición en el mercado y vendieron estaciones de servicio a inversores locales.
“Desde que empezó la guerra en 2022, el sector cambió muchísimo. Las empresas perdieron acceso a dinero, tecnología y mercados importantes”, explicó Gómez.
TotalEnergies, ejemplifica Pushkov, es una de las compañías que se retiró del negocio del gas ruso, pero logró una salida con posibilidad de regreso.
“Los franceses dijeron: ‘¿Qué esperan de nosotros? Hay una guerra, nuestros activos no valen nada’. Pero firmaron contratos que les permiten volver a esos activos en el futuro, y cuando eso ocurra, la compañía se va a disparar”, analizó el especialista.
Tras la retirada masiva de operaciones, la pregunta está en si las grandes industrias energéticas desean volver al mercado ruso.
La respuesta depende de quién la dé. Para Gómez, Rusia intenta que las grandes empresas regresen, pero el país admite que las petroleras occidentales “no están muy interesadas en hacerlo” por los problemas legales, financieros y de imagen que implicaría tal decisión, aunque algunas compañías de transporte de petróleo por mar ya comenzaron a explorar el retorno.
Putin, en cambio, ofrece otra mirada. Durante el evento Russian Energy Week, realizado en octubre en Moscú, el presidente de la Federación Rusa sostuvo: “A pesar de la negativa de algunos países europeos a comprar gas y de las explosiones de los gasoductos Nord Stream, las exportaciones se desplomaron inicialmente, pero después reanudaron su crecimiento”.
Respecto del sector petrolero, destacó que el país representa alrededor del 10% de la producción mundial de crudo y espera alcanzar 510 millones de toneladas por año. “La táctica de la UE solo ha acelerado el cambio de dirección de nuestro suministro hacia compradores más prometedores y confiables, que respetan sus intereses nacionales”, concluyó.
Esto no significa que durante el conflicto no haya existido algún intento de acercamiento empresarial. Sin embargo, Panova explica por qué esos diálogos fracasaron, según el Gobierno: “Hubo un diálogo energético ruso-estadounidense hace tiempo, pero surgieron grandes problemas sobre la toma de decisiones, el reparto de ingresos y el control de recursos por parte de los extranjeros. Ellos no son quienes deciden aquí”, sentencia.
Aun así, el comercio energético no se interrumpió por completo, sino que se redujo significativamente. En 2021, la Unión Europea importaba el 40% del gas que utilizaba desde Rusia; en 2024, esa cifra cayó al 11%, y se espera que llegue a cero en 2027.
Por su parte, Estados Unidos continúa importando uranio ruso para reprocesarlo y utilizarlo como combustible en reactores nucleares modernos.
La respuesta a la exclusión de Rusia del sistema SWIFT
El mapa comercial también se vio fuertemente afectado por las sanciones financieras. Desde 2014, Visa y Mastercard bloquearon operaciones de algunos bancos rusos en cumplimiento con las restricciones impuestas tras la anexión de Crimea.
En respuesta, el Banco Central de Rusia creó el Sistema de Transferencia de Mensajes Financieros (SPFS) y la tarjeta MIR, cuyo nombre significa “mundo”. Un dato: en Moscú, se utiliza mucho más el débito que el crédito.
Estas medidas anticiparon lo que ocho años después ocurriría: la desconexión del sistema SWIFT de los principales bancos rusos y la exclusión de empresas del mercado internacional, obligando al país a reconfigurar sus alianzas.
Matías Gianera, argentino radicado en Moscú desde 2016 y creador de la plataforma de pagos Dymatrox, explicó que el SPFS busca asimilarse al SWIFT, pero su adopción externa sigue siendo baja por temor a sanciones. “Técnicamente es internacional, pero solo alcanza a Bielorrusia, Kazajistán y Kirguistán. Además, las transferencias cuestan más que con SWIFT”, comenta.
En realidad, todo cuesta más a partir de los cambios en la logística y las operaciones financieras. La inflación se ubica en el 8% anual según datos oficiales. Aunque marca el sexto mes de desaceleración, Matías explicó que los salarios suben al 3%-4%. A su vez, el sueldo promedio en Moscú es de 100.000 rublos, mientras que un departamento en alquiler comienza desde los 70.000 rublos, por ejemplo. Sin embargo, los servicios públicos sostienen bajas tarifas, sobre todo el gas y la electricidad.
En paralelo al desarrollo de su propio sistema de pagos, tanto Gómez como Gianera coincidieron en que el país decidió asumir el corte de SWIFT y profundizar sus lazos con los BRICS, para incentivar el uso del rublo y de plataformas alternativas como el yuan digital.
Una vez más, el redireccionamiento estratégico favorece a las compañías que “aprovechan estos mecanismos para sortear las restricciones del sistema financiero internacional y continuar realizando transacciones”, explica Gómez.
Las limitaciones financieras también abrieron paso a nuevas herramientas de pago, no alcanzadas por las sanciones, que se adoptaron con mayor rapidez de la esperada.
Al inicio del conflicto, Matías recuerda que su plataforma se bloqueó por completo: no permitía ni el cobro de salarios ni las transferencias al exterior. Meses más tarde, logró “rehacer todo el esquema” y hoy mantiene un sistema de pagos y transferencias “normalizado a cualquier parte del mundo”, aunque sujeto a comisiones.
“Medio año después del inicio del conflicto se habían restablecido casi todos los circuitos digitales, aunque fuera de forma informal o paralela”, detalló Pushkov. “Dos años después, el sistema se institucionalizó: hay bancos rusos, tarjetas locales y acuerdos con China, Turquía e India”, agregó.
A pesar de la continuidad y de las nuevas sanciones -la UE acaba de aprobar el paquete número 19-, Rusia atraviesa un proceso de revalorización de marcas nacionales en alimentos, industria, indumentaria y energía (sector donde ya era potencia).
En cuanto al consumo de productos provenientes de países sancionadores, las importaciones trianguladas son clave para sostener la oferta, o bien la adopción de nuevas estrategias comerciales, mientras que las exportaciones -energía, metales, insumos agrícolas y maquinaria- se orientan cada vez más a Asia, India y, en tercer lugar, Latinoamérica.
No obstante, hecha la restricción, hecho el atajo. Una fuente que pidió mantener el anonimato lo resume así: “Podés comprar ropa en páginas de Turquía o Uzbekistán, pero el depósito puede estar en las afueras de Moscú. O podés contratar servicios desde tu celular pagándole a la empresa de comunicación, cuando antes usabas la tarjeta. Cuando buscás sancionar toda la economía, todo el tiempo se abren otras ventanas”, concluyó.
