“Ahora ya sé dónde está”, dijo Adriana Metz, entre risas y lágrimas, después de una espera que duró 48 años. Su hermano, el nieto 140, acaba de recuperar su identidad, una verdad que se hizo esperar, pero nunca se abandonó. El anuncio, realizado este lunes por Abuelas de Plaza de Mayo, vuelve a poner en evidencia la ferocidad de un plan sistemático de apropiación de bebés durante la última dictadura militar y el valor incalculable de la búsqueda colectiva.
“Mi hermano me contó que había sido criado como hijo único y que no tenía familia. Entonces, cuando me dice eso, yo le respondo: «Ey, acá estoy yo. Y él me contesta: Sí, ya sé, boluda». Eso, me parece, resume bastante bien cómo fue nuestro primer encuentro”, relató Adriana Metz sobre la primera charla con el nieto 140.
La emoción también atravesó a su hijo, Luca, que notó un detalle que Adriana no había registrado. “Me dijo que hablaba distinto cuando estaba con él. Claro, cuando yo hablo de mi mamá sin mi hermano, es mi mamá. Pero estando mi hermano presente hablo de mamá y papá. Y eso lo pensé, pero no fue forzado, porque siempre estuve pensando en que tenía un hermano”, contó.
Durante años le preguntaron qué le diría si lo encontrara. “Yo decía: ¿qué le voy a decir? ¿Cómo puedo saber qué decirle, si no sé dónde está? Bueno… ahora ya sé dónde está. Estaba acá, en Buenos Aires. Me dio más información, pero sepan entender que mucho no pude retener después de que me dijo ‘ya sé, boluda’. Tengo su teléfono, lo agendé con su nombre y apellido: Metz Romero. Y de acá en más, todo es ganado para la familia Romero, pero también para la sociedad. Porque cada nieto y nieta que recupera su identidad nos ilumina un poco más, como decía el comunicado”.
Sobre cómo se gestó este encuentro, Adriana explicó: “Nos comunicamos con él para decirle que estaba la posibilidad de que fuera hijo de desaparecidos. Ante la información que le fue dando CONADI, se le preguntó si accedía a hacerse la extracción y comparación de ADN en el Banco Nacional de Datos Genéticos. Él aceptó. Desde que la muestra entró hasta hoy, tuvo su tiempo para pensarlo. Esto lo llevó a entrar en la página de Abuelas, fijarse los grupos familiares y hubo un dato que lo hizo pensar que podía ser nuestro. Se imaginó que podía dar positivo, pero no dijo nada porque no quería ilusionar… y menos ilusionarse él”.
Adriana cerró con palabras que su abuela Elisa repetía: “La sangre llama, aunque ella no sabía lo que era el ADN. Y también decía que la esperanza es lo último que se pierde. A veces me daba miedo pensar que por ahí no llegó a los 5 años, por ahí no llegó a los 30 años, pero bueno, ya cumplió 48 años”.
Hoy, una vez más, la verdad vence al silencio. Y Adriana puede decirlo en voz alta: “Hermano, ya te encontramos”.
La historia del nieto 140
El nieto 140 nació el 17 de abril de 1977 en el centro clandestino La Escuelita de Bahía Blanca. Sus padres, Graciela Romero y Raúl Metz, militantes populares perseguidos por el terrorismo de Estado, fueron secuestrados en Cutral-Co cuando ella cursaba cinco meses de embarazo. Desde entonces permanecen desaparecidos.
Adriana tenía apenas un año cuando las fuerzas represivas irrumpieron en su casa. Fue entregada a unos vecinos y luego rescatada por sus abuelos paternos, Oscar y Elsa. Desde entonces, la familia emprendió una búsqueda incansable. La hermana creció escuchando historias de valentía y amor, tejió vínculos con las Abuelas, militó, buscó y esperó.
El encuentro se concretó gracias a una investigación que involucró a la CONADI y al Banco Nacional de Datos Genéticos. Una muestra de ADN permitió cotejar su identidad y confirmar que ese hombre, criado como hijo único y sin conocer su origen, era en realidad parte de una extensa familia que lo esperaba desde siempre.
Cada restitución devuelve dignidad, memoria y justicia. Este caso, como tantos otros, confirma que el plan sistemático de apropiación existió, que hubo maternidades clandestinas y que el robo de bebés fue parte del genocidio. Faltan encontrar cerca de 300 nietos y nietas, y la búsqueda sigue siendo urgente.