El viernes pasado la Asamblea del PRO bonaerense aprobó integrar una alianza opositora a Axel Kicillof y le dio amplios poderes para negociar al titular del partido provincial, Cristian Ritondo. Si bien en los papeles no decía «Frente La Libertad Avanza», todos sabían que eso era lo que estaban votando. Y si bien el acuerdo propiamente dicho se definirá este martes, la realidad es que todo está encaminado para el acuerdo. Salvo que surja algún cisne negro o Martes 13, el PRO firmará para ser el socio menor del partido de los Milei. Para algunos esto es la garantía de su subsistencia; para otros en el PRO están firmando su acta de defunción.
Las negociaciones en la provincia de Buenos Aires fueron motivo de mucha pelea y discusión dentro del PRO y con LLA. Uno de los obstáculos era Mauricio Macri y fue removido después de la derrota que sufrió el PRO en su propio bastión, la Ciudad de Buenos Aires. Claro que ese resultado dejó a los negociadores en clara desventaja a la hora de negociar.
El segundo obstáculo fue Karina Milei, que se negaba a acceder a que los intendentes del PRO tuvieran el manejo de las listas de sus propios distritos. En la última reunión con Sebastián Pareja, los negociadores del PRO comenzaron a ver que esto podía destrabarse. Si bien todo puede cambiar de acá al martes, habían llegado a una suerte de fórmula de distribución de lugares: los intendentes PRO pondrán el 80 por ciento de las listas en sus distritos y el otro 20 por ciento será para LLA (esto, sobre todo, pensando en las listas de concejales). Claro que en los distritos que no gobierna el PRO (que son la mayoría, solo gobiernan 13), la proporción probablemente sea la inversa.
Resuelto (o casi resuelto) este problema con los intendentes PRO, Ritondo convocó a una reunión de emergencia de la Asamblea del PRO, para aprobar el marco de alianzas con otros partidos. Signo de las rencillas internas, el comunicado no dio cuenta de las negociaciones con La Libertad Avanza, sino que fue «un texto lavado», al decir de uno de los asistentes al cónclave.
Decía textualmente: «Dimos un paso clave: votamos por unanimidad para facultar a la Mesa Ejecutiva, encabezada por el presidente Cristian Ritondo, a construir un frente electoral que le ponga un freno definitivo al populismo en la provincia de Buenos Aires. Dimos este paso con unidad, responsabilidad y una profunda vocación de transformación».
Ritondo dio un paso más en su cuenta de Twitter: «Las fuerzas que apoyamos el cambio debemos trabajar unidas y decididas a ganar las elecciones del 7 de septiembre y de octubre». Y justificó el abandono de la sigla PRO en la boleta: «Como vengo sosteniendo hace meses, el para qué está por encima de cualquier sello. Cuando uno tiene un norte claro y definido, no hay excusas». Esto apunta especialmente a los que se muestran disconformes con que el frente se llame «La Libertad Avanza» y la boleta sea violeta, sin una pizca de la identidad del PRO.
Así las cosas, si no hay cambios drásticos de último momento hacia las definiciones que llegarían el martes, el PRO se encamina a firmar el acuerdo con La Libertad Avanza. Ahora bien, ¿qué significa esta alianza con LLA para el macrismo?
Hay dos lecturas muy polarizadas:
La lectura de dirigentes como Diego Santilli, que se jugaron todo para que estuviera el acuerdo o de intendentes como Guillermo Montenegro, es que era esto o desaparecer. Que el electorado ya había dado claras muestras de haber reemplazado al PRO por LLA en sus votos y que no iban a entender por qué iban como una opción por separado, cosa que -piensan- quedó más que demostrada en la paupérrima performance que hicieron en la elección porteña.
Para ese sector del PRO, que venía pidiendo a gritos el acuerdo, lo que se jugaba era la supervivencia. Por lo que los escasos lugares que obtendrán en las listas, son mejor que la nada a la que se estaban dirigiendo. De hecho, algunos de esos dirigentes llegaron a las negociaciones con una expectativa muy baja de lo que iban a obtener, dado que la capacidad del PRO de aportar votos estaba -a su juicio- gravemente mermada.
Y después está la lectura del otro sector del PRO, que comanda Mauricio Macri, pero donde se enrola también Jorge Macri. Para ellos, lo que hacía falta era negociar de igual a igual y cerrar un acuerdo «digno». Todavía nadie habló, pero es probable que una vez que se conozcan las listas quede claro que para Macri esto no es un acuerdo digno, sino resignarse a un rol de socio muy menor. Las críticas siguen desde ese sector: acusan a los otros de firmar prácticamente una rendición incondicional.
Claro que ese es el sector del PRO que perdió en la Ciudad y, de esa forma, se resolvió la discusión interna. Dentro de los macristas díscolos, hay algunos que tienen una mirada más apocalíptica: indican que el camino elegido no solo es errado, sino que lleva lisa y llanamente al fin del PRO. Que firmar el acuerdo es condenar al PRO a irremediablemente ir disolviéndose en la estructura de LLA hasta que ya no queden dirigentes por pasarse.
Un matiz para esa lectura la da el mapa más general de la Argentina: la realidad es que la provincia de Buenos Aires, por ahora, es la excepción y no la regla. La regla viene siendo que no hay acuerdo entre el PRO y LLA y que no lo habrá en una buena parte de las provincias, salvo la de Buenos Aires. Tampoco parece que vaya a haberlo en el territorio porteño. Entonces, habrá que ver cómo se reacomoda el partido después de las elecciones de este año.
Por lo pronto, Macri ya está teniendo puentes con el radicalismo y hasta teniendo reuniones con dirigentes con los que había roto lanzas como, por ejemplo, Emilio Monzó. Esto puede dar la pauta de que todavía mantiene la idea de hacer otro tipo de construcción y que su destino no esté pegado al que tenga LLA.
