Será así un test no solo para la gestión de Kicillof y un termómetro para la interna del PJ, como estaba calculado en los planes iniciales del gobernador, sino también un primer plebiscito para la administración de Javier Milei, con un poder de arrastre hacia octubre que convirtió este comicio en una suerte de PASO de las nacionales. Ocupará en los hechos el lugar de las primarias suspendidas.
¿Quedará Kicillof como el líder natural de la oposición, catapultado a 2027? ¿O irá al ostracismo de dos años de gestión local con topetazos de sus socios de Fuerza Patria? ¿Se fortalecerá Milei y La Libertad Avanza (LLA) para llegar con músculo a octubre, cuando buscará ganar volumen en el Congreso? ¿O una derrota lo pondrá contra las cuerdas, en momentos en que es acechado por diversos frentes de batalla? Parte de todo eso se juega en la renovación de la Legislatura provincial, en una elección que en verdad son ocho, una por cada sección bonaerense.
Corrientes y flotadores
La metáfora acuática calza con los tiempos líquidos de la política. Los viejos acorazados de los partidos ya no existen y dejaron lugar a los flotadores individuales. “El poder fluye como un río de corrientes rápidas, ascendentes y descendentes. Nada permanece quieto”, decía en la semana un peronista que peina canas, sobre lo cambiante de la coyuntura y el mal momento que atraviesa ahora el Gobierno. En esa vorágine de remolinos llegan las elecciones, con partidos debilitados y un sistema que no pudo contener las aspiraciones de la sociedad en los últimos años.
El voto antisistema tampoco canalizó las demandas mayoritarias. Los decepcionados no encuentran opciones y eso eleva perspectivas de ausentismo electoral, como ocurrió ya en varios distritos. Si los audios de ANDIS desencantaron al votante de Javier Milei que compraron la promesa de transparencia y dirigentes ascéticos, la oferta tradicional no se constituyó aún como alternativa superadora. Todo es incierto y, como marca la experiencia de los últimos llamados a las urnas, los encuestadores tampoco encuentran la brújula para entender más o menos dónde están parados los votantes.
La idea de las corrientes que van y vienen podrán dejar a Milei o a Kicillof quién sabe en qué orilla. Y, en el medio, la sociedad, que nunca se baña dos veces en el mismo río. Cambió la sociedad y cambió el río. Los flotadores individuales pueden ser arrastrados sin rumbo o desaparecer en remolinos de opinión pública y redes sociales. La política líquida es inestable, cambiante, inmediata. Liquidez política en medio de la falta de liquidez económica. Paradojas.
Sospechas internas y mercados volátiles
Si en algo tenía razón Cristina Kirchner cuando combatía la táctica “desdobladora” de Kicillof es que los comicios bonaerenses nunca se ajustan a una lógica local. Se nacionalizan, suponían en el kirchnerismo, por el peso de un padrón de más de 14 millones de votantes. Bajo esa tesis, ese hecho haría que los problemas generados por el Gobierno nacional recayeran en las espaldas del gobernador (Kicillof) y no del Presidente (Milei). Y, las bondades de la baja de la inflación, el mejor clima económico, el superávit y el repunte de la actividad serían cosecha para La Libertad Avanza. Todas suposiciones, claro, porque la experiencia desdoblada es inédita en PBA.
Pero pasaron cosas, como diría Mauricio Macri. Hubo un cisne negro, que podría llamarse Diego Spagnuolo, que desenmascaró un presunto sistema de retornos en el Gobierno, y que para colmo está ligado a los medicamentos destinados a personas con discapacidad. Una bomba en medio de la campaña. En la Casa Rosada tomaron un camino de mínima curioso para salir del brete: en vez de hacer hincapié en que las coimas no existen, prefirieron poner el foco en el tiempo electoral de difusión de los audios. Y, como si fuera poco, echarle la culpa al kirchnerismo, reconstruyendo intrincadas cadenas de posibles responsables de grabaciones realizadas, presuntamente, en Balcarce 50 o en despachos libertarios del Congreso.
Una interna a todas luces. Todos desconfían de todos. El clima está caldeado puerta adentro del Gobierno. El quiebre entre Santiago Caputo y sus soldados digitales con Karina y los Menem sigue latente. Parecía ponerse en pausa con la campaña, pero los audios hicieron volar la tregua por el aire. Apenas una muestra: la pelea tuiteril entre el Gordo Dan (alineado a Caputo) y el jefe de Gabinete Guillermo Francos, quien ganó lugar en las decisiones del Presidente y se coló en el Triángulo de Hierro. El resultado de este domingo pondrá también de relieve el futuro de esas relaciones. “Si gana LLA los Menem van a tratar de avanzar sobre Caputo y sus áreas. Es decir, Inteligencia o Justicia. Si pierde, será Caputo el que hará saltar por el aire a los Menem”, dijo en la previa un conocedor de esos flujos.
El asesor estrella, que como monotributista maneja resortes centrales del Estado, fue corrido de la estrategia y de las listas. Quien ganó la pulseada fue Sebastián Pareja, titular de LLA en la Provincia y armador delegado por Karina. Si se repite otra derrota provincial, como fue la norma hasta aquí, en medio de embate opositores en el Congreso que no pueden ser contenidos, se pondrá de relieve la pifia. Aliados parlamentarios espantados por los armados electorales. Eso también está en juego.
Desde ya, al margen de la crisis política, hay problemas para Milei en el área de su presunta espacialidad: las finanzas y la economía. Las tasas altas impactan en la actividad, que no llega en alza como esperaban en el Gobierno; el dólar se acerca al techo de la banda y el Gobierno se vio obligado a quemar reservas para contenerlo, entre otros ardides; los bancos siguen enojados por los cambios regulatorios permanentes; la recaudación a la baja; el frente fiscal amenazado por el Congreso y por el descontrol financiero; acciones y ADRs con derrumbe en agosto. Es un repaso a vuelo de pájaro. Solo se sostiene el éxito de la inflación controlada, aunque con subas leves. Un éxito por el cual se sacrificó demasiado.
Ese listado de problemas tiene poco que ver con ANDIS. Son flagelos creados por el propio Gobierno en un espiral que se aceleró desde el desarme de las LEFI. Los resultados del domingo podrán ser un balde de agua o de nafta para la volatilidad financiera. Un lunes cargado de expectativas para la apertura de los mercados.
El liderazgo en el PJ
Para Kicillof, tampoco es menor el desafío. Logró colocar cabezas de lista en las secciones llave de la contienda: su vice Verónica Magarario en la Tercera y su ministro Gabriel Katopodis en la Primera. Suman entre ambas más de nueve millones de votantes. La victoria o la derrota será suya, por delegación del Instituto Patria y del Frente Renovador de Sergio Massa, que aceptaron la conducción de Kicillof para la provincial.
En la Tercera, el conurbano sur y oeste, es donde Fuerza Patria aspira a sacar una luz de ventaja que sea irremontable para La Libertad Avanza (y el furgón de cola del PRO de Maurcio Macri). En la Primera, el conurbano norte, los libertarios, con Diego Valenzuela (intendente de Tres de Febrero) a la cabeza, están obligados a ganar por cierto margen. En la Octava (La Plata) todos observan una paridad. El interior, es decir el resto de las secciones, suele ser antiperonista, pero el PJ se entusiasma con una buena performance de la tercera vía, Somos Buenos Aires, el frente de la UCR, el PJ díscolo y los rebeldes amarillos que lleva intendentes al frente las boletas y apunta a comer electorado libertario.
El desdoblamiento también fue ordenado por el gobernador. La excusa fue la diferencia de sistema respecto a Nación. Boleta única en octubre, la vieja y querida sábana en septiembre. Unificar fecha hubiese significado dos urnas por aula y una votación engorrosa, con demoras. Puede ser cierto. En el plano político, arriesgó su suerte en solitario en medio de la feroz pelea con el kirchnerismo; una pelea que no cesa pese al frente de unidad. De no ganar, cargará las culpas y le quedarán dos años difíciles por delante. El liderazgo en el peronismo, con Cristina presa, es una moneda en el aire que, tal vez, tocará el suelo el domingo por la noche.
En el río revoltoso de la política, cuando se definió la separación de fechas, en el mejor momento de Javier Milei, el desdoblamiento incluía temores de llevar al PJ al barranco. Ahora, con los tropezones del Presidente, puede ser una oportunidad para Kicillof de terminar con el brazo en alto; que la nacionalización de la campaña termine beneficiando al mandatario provincial. Máxime cuando octubre parece ir por otros carriles. El peronismo para esa fecha armó listas para que nadie sea el mariscal de la derrota.
Quizás se apresuró en levantar la bandera blanca y subestimó, en definitiva, el peso de septiembre.