Veritas libertas in bono operando est
San Agustín
Advertencia: Se trata bien de Justicialismo, la filosofía detrás del peronismo, no solo política sino también metafísica y ética. El justicialismo podemos decir que es anterior al peronismo, se inscribe dentro de una tradición, un canto empezado hace ya tiempo, un mito. El mito es condición necesaria para establecer un pensamiento, es el arraigo en dicho suelo, una manera de estar en el mundo que le da cimientos al pensar, un sitio desde donde ser y estar, hacer y realizar son posibles. El justicialismo no comienza en 1945, comienza antes, con la fundación de la nación argentina, con su liberación. Y llega hasta el día de hoy, para aquellos que hablan de pasado, o aquellos que hablan de nuevas canciones, sepan que la canción es una sola: la mas maravillosa música, la voz del pueblo argentino. El justicialismo, siempre vuelve, ni cambia ni repite, vuelve. Vuelve a encarnar, desde San Martin, hasta Sarmiento, de Borges hasta Discépolo, el justicialismo es el pensamiento vivo del pueblo argentino, en su esplendor, en cada momento, en cada rincón de la patria. Dicho así parecería ser algo inabarcable, demasiado grande, amplio y por ende anónimo, y, sin embargo, no es así. El justicialismo es un pensamiento simple y practico, y entonces, perfeccionable.
Sentido de la norma
Toda filosofía, si se pretende tal, debe ordenar el actuar del ser humano. El justicialismo, al ser profundamente humanista, no es ajeno a esta preocupación. El justicialismo tiene un sistema de valores extremadamente sencillo justamente por el hecho de ser derivado de la práctica, son pautas que se estructuran en apotegmas y tienen su origen en el amor, principio de la comunidad e inspiración de su organización. La ética (ethos, costumbres) justicialista posee un método, dos conceptos operativos y un destino indeclinable. El método es el equilibrio y la armonía frente a cada aparente contradicción, siempre hay una postura superadora, harmónica, una tercera posición. Los conceptos son el hombre vertical y la virtud. Es decir, que, a través del equilibrio desde la verticalidad de la virtud, tanto el individuo como la comunidad pueden alcanzar la felicidad.
Por un lado, se debe actuar según el orden vertical, primero la patria luego el movimiento y después los hombres, cada accionar del justicialista debe aplicar esa estructura para determinar el valor de las acciones, dice Perón en la comunidad organizada, “el sentido último de la ética es la corrección del egoísmo”. Más aun, el justicialista debe actuar virtuosamente, para lograr el equilibrio entre tendencias opuestas. Este medio áureo (aureas mediocritas) debe lograrse con la mediación de la razón que permite al hombre inteligente dirimir entre el exceso y la penuria. Un justicialista es valiente, porque no es cobarde pero tampoco temerario. La prudencia debe acompañar al justicialista en cada uno de sus actos, para podes discernir la aparente contradicción de los opuestos. En cada acto del justicialista hay justicia, pues se inspira en la ley universal (deontología) y en la virtud que asegura el justo medio entre tendencias contradictorias.
Pero la ética no se ocupa solo de lo que hay que hacer, se ocupa por sobre todas las cosas de la idea del Bien. La ética define que hacer porque se ocupa de la Idea madre de todas las ideas según Platón, se ocupa del Bien. El bien es allí donde deben dirigirse todas las acciones justicialistas porque es el destino indeclinable de los designios del pueblo y el llamado de la fraternidad. Como dice Perón en el apotegma número IX, “La política no es para nosotros un fin, sino el medio para el bien de la patria que es la felicidad del pueblo y la grandeza nacional”.