Hay una regla en biología evolutiva que determina que las especies muy especializadas (valga la redundancia) tienen un éxito coyuntural en una etapa de la evolución, pero, si cambian las condiciones del medio ambiente, se extinguen muy rápidamente.
Tal vez el ejemplo más conocido es el de los dinosaurios, gigantescos reptiles que dominaron la tierra sin dudas, hasta que un cataclismo, tal vez un meteorito, cambió las condiciones del planeta en forma drástica y estas especies se extinguieron, dejando paso a animales más pequeños, que se podían adaptar más, como mamíferos y aves.
Obviamente hay muchos otros casos, pero esto no es un artículo de biología.
Lo que sí se puede aprender es que la evolución no tiene vuelta atrás, que no se le puede pedir a un Tyrannosaurus rex que se haga herbívoro, que se reduzca de tamaño y que se pueda ocultar de la radiación, de la ceniza o de factores que llevaron a su extinción.
El gobierno nacional llegó a la Presidencia en una situación muy especial. Alta inflación, fracaso en varios aspectos del gobierno anterior, un ambiente internacional proclive a las derechas y al individualismo.
E irrumpió en el medio ambiente con todo. Hablando de la escuela austríaca de economía, de teoremas y postulados incomprensibles pero que sonaban rimbombantes, de impiedad con sectores del estado, de un discurso contra una Casta que aun no sabemos quiénes son.
Aplicó una política muy dura, aunque no innovadora como habían prometido, dado que el ministro de Economía resultó ser el mismo que tuvo Macri y que dejó a Argentina con una deuda con el FMI mayor a 45 mil millones de dólares. Y que terminó tomando sol en Rio y con un plan totalmente fracasado y un costo para los argentinos que aún estamos pagando.
Resultó que la Casta no eran los políticos corruptos y tradicionales, muchos de los cuales ahora están en las filas del actual gobierno o son sus aliados, si no los jubilados, probablemente los más perjudicados por el ajuste, los médicos y pacientes del Garrahan, las universidades públicas, los científicos, los discapacitados. En definitiva, cualquier sector que pudiese significar una erogación para el Estado. Y el resto del pueblo.
Claro que no lo son las grandes fortunas que dejaron de pagar Bienes Personales o se los redujeron muchísimo, ni los beneficiarios de la reducción de las retenciones en las exportaciones a los granos, ni las decenas o centenas de asesores del vocero presidencial, que cada uno gana el sueldo equivalente al de varios salarios de un médico del Garrahan o de un científico, y podría seguir con una larga lista de los No Casta.
Y así pensaban seguir, aumentando los servicios, con una inflación que no refleja la suba de alquileres, ni de los boletos, ni el valor de la carne o el pollo, reprimiendo jubilados, discapacitados o médicos y periodistas.
Y así pensaban seguir, descuidando los controles, permitiendo que pacientes se infectaran con viales de fentanilo contaminado, impunes con criptomonedas recomendadas que se desploman a los 15 minutos luego de que sus mentores hicieran transferencias dudosas al visitar casa rosada. Con sospechas de 3% de retorno a casa de gobierno en medicamentos para discapacitados a una conocida droguería. Con obras sociales de sindicatos intervenidas por supuestos hechos de corrupción, que al otro día de la intervención moralizadora, contratan a una empresa inexistente el día previo, curiosamente vinculada con una familia de larga tradición en política, asociada al gobierno actual y que empieza a facturar decenas de millones de pesos mensuales a dicha obra social.
Pero cayó un meteorito en la Provincia de Buenos Aires. Y arrasó. Y no lo vieron venir, ni ellos, ni los periodistas que los custodian. Un meteorito con una diferencia mayor al 13%. Un meteorito de votos de gente harta del maltrato. Harta de la soberbia y la subestimación. Harta de que le mientan diciendo que están mejor.
Y cambió el medio ambiente. Agregado al desastre del plan económico, con total pérdida de la confianza del mercado (bonos en picada, riesgo país y dólar en subida), gente cansada de quedarse sin trabajo, de que teniendo trabajo no le alcance y tener que hacer horas extras con Uber o como se pueda, con hospitales descuidados, salud descuidada, educación descuidada, país descuidado.
¿Entonces qué hacen los grandes predadores? Los tiranosaurios, los leones, prometen que van a cambiar. Pero aclaran que no en esencia económica.¿En qué entonces, si el problema empieza por la economía?
Pero los tiranosaurios, los leones, no se hacen herbívoros ni se reducen en tamaño. Son como el escorpión, no pueden cambiar su naturaleza. Entonces, lo más probable es que tarde o temprano se extingan, para dejar que otras especies, tal vez desapercibidas ahora, se vuelvan exitosas.
Esto no quita que en su caída no se lleven puestos un búfalo o una gacela.
Habrá que esperar que esta caída sea lo menos dolorosa posible para nuestra gente, y, que las especies que surjan, lo hagan del seno del pueblo, teniendo en cuenta que cualquier cambio que se deba hacer no puede ser mas a costa del sufrimiento de los más débiles.
Tal vez vivamos estos tiempos las turbulencias del meteorito, con sufrimientos, tal vez caigan otros. Quizás haya acomodamientos, promesas, intentos de maquillaje, demostraciones de poderío. La premisa será no extinguirse.
Pero la Evolución no vuelve atrás.
* Doctor en Ciencias Biológicas, UBA.