En pleno corazón cordillerano de Calingasta, entre el río Los Patos y la Sierra del Tontal, se alzan las ruinas de Hilario. Este sitio no solo conserva estructuras de piedra y adobe, sino que también resguarda el espíritu pionero de la minería sanjuanina. Fue allí, en 1865, donde se instaló la primera fundición metalúrgica del país, marcando el inicio de una etapa de innovación, trabajo y visión estratégica.
El proyecto fue impulsado por Domingo Faustino Sarmiento durante su gestión como gobernador de San Juan (1862–1864). Su propósito era transformar la economía provincial y demostrar que San Juan podía convertirse en un polo industrial. Para concretarlo, convocó al ingeniero británico Francisco Ignacio Rickard, formado en la escuela de Freiberg (Sajonia), quien diseñó una planta capaz de procesar minerales como plata y plomo. La maquinaria, construida por una firma británica, fue trasladada desmontada desde Europa y cruzó la cordillera a lomo de mula, en una hazaña logística sin precedentes.
Rickard eligió el emplazamiento observando antiguos canales de riego cerca del río Los Patos, lo que permitió asegurar el acceso al agua, clave para el proceso metalúrgico. La planta incorporó tecnología de punta para su tiempo: hornos de reverbero, tinas de amalgamación, ventiladores circulares, turbinas hidráulicas de 95 HP y laboratorios químicos con capacidad para realizar hasta cien ensayos diarios. El sistema de fundición se inspiraba en el modelo francés de Pontgibaud, adaptado al entorno andino con ladrillos refractarios fabricados localmente.
En sus diez meses de funcionamiento (1865–1866), Hilario procesó y fundió gran parte del mineral extraído del Tontal, aunque también se enviaban cargas a Chile. La planta podía beneficiar hasta 200 quintales diarios, aunque solo se alcanzaban 60, lo que sumado a los altos costos operativos y problemas de transporte, llevó al cierre del establecimiento. A pesar de ello, Hilario fue el mayor complejo metalúrgico del país en su tipo, ocupando unas cinco hectáreas y contando con depósitos, talleres, viviendas, potreros y hasta una estancia para alimentar el ganado de carga.
Alrededor de la planta surgió una pequeña comunidad minera, con viviendas, depósitos, un hotel y hasta una escuela improvisada. En ese entorno convivieron técnicos extranjeros, trabajadores locales y familias que apostaron por un futuro distinto. Hilario fue también el primer ensayo de una minería con rostro humano, donde el trabajo, la educación y la vida comunitaria eran tan importantes como el mineral extraído.
El establecimiento fue parte de la Sociedad de Minas de San Juan, creada por Sarmiento en 1862, con apoyo del gobierno nacional que suscribió acciones por 12.000 pesos fuertes. Esta empresa estatal buscaba mostrar el potencial minero de la provincia más que obtener grandes rendimientos, convirtiendo a Hilario en una especie de maqueta a escala real para atraer inversiones.
En 2006 el sitio fue declarado Monumento Histórico Provincial por Ley Nº 7.750. En 2012 fue declarado de utilidad pública, y en 2017 el Estado Provincial tomó posesión del predio.