
La extensión actual de las ultraderechas pasa una vez más por lo que se denominó clásicamente la ideología. Pero se trata de actualizar ese concepto para poder dar cuenta de los nuevos fenómenos del presente.
La ideología es un fenómeno discursivo que afecta al cuerpo, este punto impide reducir a la ideología a un fenómeno de la conciencia.
El modo que tiene la ideología de afectar al cuerpo es dar lugar a satisfacciones pulsionales que ya no dependen actualmente ni de las familias ni de los célebres «aparatos ideológicos del Estado».
Al estar la ideología comprometida con la satisfacción pulsional opaca se produce una distorsión discursiva central. Esta distorsión se puede entender en la perspectiva que Freud explicó como mecanismo de denegación (según la traducción española). El mismo consiste en saber que se sabe lo que no se sabe, o no saber lo que se sabe.
¿Se sabe que este nuevo sistema de explotación va a llevar a la destrucción del mundo que conocimos?
Sí, pero no, tal vez eso no llegue nunca, tal vez es un argumento de fracasados o de pesimistas patológicos.
En cualquier caso, la ideología es un modo de desconocimiento que disuelve la frontera entre la verdad y la no verdad, su verdadera meta es garantizar el goce en el cuerpo, también en los explotados y oprimidos, sin que sea necesario tomar decisiones históricas transformadoras.
¿Saben los ricos que su fortuna no les evitará morir? ¿Saben los pobres que su miseria fue programada por algoritmos?
Sí, pero no. No, pero sí, y esto se modula según la temporalidad de los movimientos sociales.
La vinculación entre el nihilismo y las ultraderechas solo se explica a partir de la función de la denegación en la operación ideológica.
Las nuevas praxis militantes se encontrarán con construcciones ideológicas que ya no se presentan como «falsa conciencia» sino con un tipo de mundo de representaciones que constituyen a la ideología en una respuesta inconsistente, volátil y cambiante frente a lo real del capitalismo acelerado.