Las internas del PRO al rojo vivo | Las condiciones del acuerdo con LLA dividen al partido amarillo


Pese a que la derrota en Ciudad funcionó como un ordenador dentro del PRO, donde la facción acuerdista –o amarillovioleta– tomó las riendas del partido, todavía hay resistencias del sector autonomista. El jefe de Gobierno, Jorge Macri, y algunos intendentes de la zona norte del conurbano además de algunos macristas paladar negro siguen pensando en poner condiciones para un acuerdo. Mauricio Macri, en tanto luce entregado a un acuerdo en condiciones poco favorables. Pero puede que las apariencias engañen y el expresidente solo esté esperando a un escenario que le permita levantar la cabeza. Mientras siguen las discusiones internas, Cristian Ritondo sigue intentando cerrar un acuerdo en provincia de Buenos Aires, al tiempo que las distintas tribus del PRO escenificaron la semana que pasó sus diferencias en plena sesión de Diputados. 

Fue en la votación de las jubilaciones, tema que ya había traído vaivenes al PRO. A la hora de la votación, el actual bloque amarillo se dividió en tres: la mayoría votaron en contra, junto con La Libertad Avanza. Ahí estuvieron el grueso de los diputados que responden a Patricia Bullrich más algunos otros de la línea Ritondo. Hubo nueve que se abstuvieron, entre ellos, Maria Eugenia Vidal y Silvia Lospennato. Son dirigentes más cercanos a Macri. Nadie apostaría a que esas abstenciones no se conviertan en votos en contra si hay que sostener un veto. Y un voto a favor, de un diputado cercano a Horacio Rodríguez Larreta.

Así está el PRO hace tiempo: dividido en tres. Pero es probable que más temprano que tarde esa división se concrete: los pocos de Larreta, por su lado. Los de Bullrich, con LLA (en interbloque o directamente como parte de la bancada violeta) y el resto en un lugar de aliados pero disminuidos en número. 

No es la primera vez que las jubilaciones dividen al macrismo: el año pasado, todos los senadores del PRO (menos una vinculada a Bullrich) votaron para mejorar los ingresos de los jubilados. Pero después Macri los desautorizó y apoyó el veto de Milei. Eran otros tiempos, con Luis Juez conduciendo el bloque. Paradójicamente, cuando lo abandonó fue para acercarse más rápido a LLA. 

La votación dividida puede haber sido un llamado de atención a Ritondo de que, pese a que tiene la venia de Macri para negociar, no puede hacer lo que quiera. El jefe de bloque y jefe del PRO bonaerense hace equilibrio entre los negociadores de Karina Milei y los sectores macristas paladar negro (que, hay que reconocer, cada vez son menos). El objetivo fue mostrar al Gobierno que no tiene tan garantizados los «héroes» a la hora de un veto. Que hay aliados que se le pueden dar vuelta, si los sigue maltratando como es su costumbre. 

Está claro que la facción autonomista del PRO (la que más resistió los acuerdos) quedó golpeada después de la derrota rotunda en la Ciudad, pero no quiere decir que hayan desaparecido del todo. Por caso, Jorge Macri parece estar decidido a seguir encabezando ese sector. Los gestos de Milei, como negarle el saludo en el Tedeum, no hacen más que alimentar la distancia. El jefe de Gobierno porteño, no obstante, tiene claro que debe mostrar cambios de acá a octubre: el primero lo anunció la vocera Laura Alonso. Se trató del despido de Antoní Gutiérrez-Rubí, el consejero catalán al que Milei insultó de todas las formas posibles y al que, incluso, intentó echar del país. Con su salida, Jorge Macri suelta lastre e intenta calmar las agua. En el mismo mensaje hubo promesas de una reformulación del Gabinete porteño que aún no llegaron. 

En una reunión de gabinete ampliado, ante unos 200 funcionarios, Jorge Macri prometió cambios, pero el único que anunció de momento es una reforma del Estado (que, según dijo, será más sutil que la de Federico Sturzenegger) y que estará en manos de su jefe de Gabinete, Gabriel Sánchez Zinny, un enviado del otro Macri, Mauricio. Como está la relación de los primos, es algo que nadie quiere comentar. Aunque queda claro que, después de la derrota, en Ciudad lo quieren tan lejos de las decisiones como los que comandan la negociación en provincia.

El otro foco de resistencia lo encabezan algunos intendentes, como –por supuesto– la de Vicente López, Soledad Martínez, que tiene línea directa con Jorge Macri. No obstante, así y todo, tampoco está descartado un acuerdo en el distrito. Quien sí hizo públicas sus diferencias fue el intendente de San Nicolás, Santiago Passaglia: remarcó que en su distrito no habrá alianza con
LLA. “No es un acuerdo, es un sometimiento. Es una estafa electoral
porque que algunos dirigentes se junten a repartirse cargos no vamos a
ser parte de eso”, lanzó esta semana. Por ahora, ningún otro se animó a tanto.

Ritondo tiene que lidiar con esas rebeldías al tiempo que maneja una negociación que es extremadamente ardua, sobre todo después de los resultados en la Ciudad. Por caso, fue a la última reunión con nombres para las ocho secciones con la idea de que la división fuera 50 y 50. Se fue con un planteo rotundo de los enviados de Karina Milei: para el PRO, solo habrá un 25 por ciento de la lista. La negociación, por supuesto, continúa, pero es muy dura. Y esto es si no entran los radicales a la negociación. Llegado el caso, habrá todavía menos lugar para los socios menores. 

Es el tipo de cosas que cuestionan desde el macrismo paladar negro, donde buscan presionar a Ritondo para que sea más inflexible a la hora de aceptar condiciones que le ponen desde la Rosada. Pero la realidad es que una gran parte del PRO está para acordar en las condiciones que sea. Diego Santilli, Guillermo Montenegro y otros dirigentes vienen diciendo eso desde mucho antes de la derrota en Ciudad. Ahora, solo vieron ratificado –y de la peor manera– su diagnóstico de que LLA ya les comió el electorado y que la única forma de sobrevivir es aceptar ser el socio menor del Gobierno. 

¿Y Macri? Después de la derrota y su viaje a cualquier-otra-parte-menos-aquí, volvió en una versión tibia y sedada de lo que era hace tan solo unas pocas semanas. Sus cuestionamientos institucionales pasaron a ser tenues menciones de que en un futuro habrá que ocuparse de los modos no republicanos del presidente. Es un Macri que teme la extinción. Motivos no le faltan: los que lo quieren jubilar no están solo en la Rosada. Los tiene en su propio partido. 





Fuente: www.pagina12.com.ar

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