Muchos más que Abuelas para seguir buscando | Las tías, hermanos, sobrinas, nietos, que integran Abuelas de Plaza de Mayo


«Cada nieto que encontramos es un grito de gol: el gol del campeonato. Y las Abuelas son un poco como Messi: nuestras banderas. Las que absorben toda la presión, las que te pueden sorprender con algo imprevisto en cualquier momento. Por ahí ya no corren como antes, pero nuestro trabajo es ofrecernos a recibir el pase. Ellas son las que ponen la magia, las que hacen la diferencia». La metáfora se va armando entre todas y todos. María Landaburu, Gladys Zalazar, Esteban Herrera, Miguel Santucho y Juan Pablo Moyano hablan de esa marca personal y colectiva: los que todavía faltan, los que siendo buscados, unos 300 nietos y nietas, más del doble de los 140 cuyas identidades ya fueron restituidas. 

Sentados en la gran mesa de la sala de reuniones de la sede de Abuelas, en el barrio de Constitución, tías, hermanos, nieto, se disponen a la nota en la que se hablará de búsquedas y reencuentros, del dolor que no encuentra un cierre y de los días más felices, de todo el terror y el amor posibles. Una presencia flotará en la charla que se extiende: la de Estela de Carlotto y el resto de las Abuelas. «Las que mandan», dirán entre risas, confesando que hasta les resulta extraño sentarse en la cabecera para la nota. Más tarde llegarán, Estela y Buscarita Roa, 94 y 87 años, de punta en blanco, sonrientes y listas para la reunión de comisión de cada martes. Y antes para el almuerzo que, como en las mejores casas, ya se huele por la mañana y se sirve allí mismo, sobre un mantel floreado que se tiende en una punta de la misma mesa en la que se toman decisiones. «Ellos son maravillosos, traen ideas muy buenas y trabajan mucho, son la continuidad que siempre buscamos. Pero sí, es nuestra casa y mandamos nosotras», confirmarán, también entre risas. 

María y Gladys son tías que buscan a su sobrino o sobrina, integran la comisión directiva de Abuelas desde hace un año. «Fue una grata noticia la invitación, para mí potencia aún más la búsqueda colectiva, y me permite tener otra perspectiva. Siempre estuve cerca de Abuelas, pero estar de esta manera es otra cosa», se alegra Gladys. Al igual que sus hermanos, María también forma parte de Abuelas desde hace años, en distintas áreas, pero fue propuesta para integrar la comisión directiva en la última asamblea. «Para mí es la posibilidad de incrementar el compromiso con la institución», marca. 

«Ellas vinieron a cubrir la brecha generacional que faltaba representar, que es la de los que buscamos, los pares, porque hasta el momento eran las nuevas generaciones, los nietos», marca Esteban. Y aunque Gladys, como hermana muy menor, lo reta en broma por subirle la edad, ellas están mostrando esa novedosa continuidad, más allá de otras «tías grandes». Una renovación que comenzó en lo institucional unos 13 años atrás, entre buscada e impuesta, cuando las Abuelas de Plaza de Mayo modificaron su estatuto para dejar de integrar solo ellas los espacios de toma de decisiones y sumar a sus nietos y nietas.

«Lamentablemente, mi abuela fue la primera que fue reemplazada por un nieto, que fue Manuel Goncalves. El tiempo pasa para todos, también para nuestras Abuelas, y eso es algo que ellas tuvieron claro siempre, el criterio para hacer ese traspaso», advierte Juan Pablo, el nieto que restituyó su identidad en 1983. Ese criterio colectivo y abarcativo que hoy se busca ampliar a todos los niveles, en una amorosa «red por la identidad», sumando también a las nuevas generaciones, los bisnietos. «Porque la búsqueda es larga, y los que faltan son muchos todavía». 

Buscar con los hijos

Como Adriana Metz, que durante décadas buscó a su hermano con las Abuelas y lo encontró semanas atrás (es el nieto 140), Esteban busca al suyo o a la suya. Y Miguel, el «Tano» Santucho, ansía que todos sus compañeros puedan conocer la felicidad de ese abrazo del reencuentro, el que pudo darle a su hermano Daniel hace un par de años, tras una larga lucha que comenzó su abuela Nélida y siguió él mismo. «Encontrar a mi hermano me permitió alivianar la carga. Siento que ahora puedo seguir buscando a los que faltan desde un lugar mucho más luminoso», dice con una sonrisa. 

Ellos buscan, a su vez, junto a sus propias hijas e hijos. En Abuelas ya se empezó a reunir un grupo de esa generación, adolescentes y jóvenes. «Entre ellos, mis hijas, de 15 años», se enorgullece Esteban. «La identidad es un derecho que trasciende a las generaciones. Hay un daño identitario y por eso las víctimas del terrorismo del Estado se siguen multiplicando, en plena democracia siguen naciendo personas con su identidad vulnerada», advierte Juan Pablo.

Miguel: -Es que lo único que nos va a permitir encontrar a todos los que faltan es que se comprometa también la generación de nuestros hijos, los nietos de los desaparecidos. Los bisnietos de las Abuelas… ¡Es un poco complicado! (risas). Esa generación es la que hoy tenemos que involucrar en la búsqueda. Porque es fundamental para garantizar que sigamos buscando en un futuro también. 

Juan Pablo: -Cada charla en una escuela, cada visita que recibimos en la Casa por la Identidad, es una oportunidad. Los chicos te hacen preguntas que te dejan pensando, se conmueven mucho. Los de jardín te dan unos abrazos que te conmueven a vos. 

Miguel: Hace poco fue el cumpleaños de mi sobrina, de la hija de Dani, el hermano que reencontré. Justo fue el día anterior a que se cumplieran dos años de la recuperación de la identidad de Dani. Era muy lindo ver cómo mis hijas y las de Dani hablaban entre ellas, preguntaban, en esta etapa e que siguen incorporando conocimientos sobre la familia. Al día siguiente, en el aniversario, una de mis sobrinas le escribió al padre una carta, donde le decía: gracias por encontrarnos, gracias por devolvernos nuestra identidad. A mí me emocionó mucho ese mensaje, de eso estamos hablando: no son sólo los 300 que faltan, son también las generaciones que les siguen. 

Esteban Herrera y María Landaburu,

– En tiempos en los que se suele decir que los jóvenes están desinteresados, que están en otra, y que empieza a haber una corriente de pensamiento que niega lo que pasó, ¿ustedes qué perciben en las escuelas? 

María: -Creo que precisamente en esto de estar enfrente de una persona real, tiene otro poder de llegada. Tiene muchísimo impacto. Nosotros estamos buscando crecer en las redes, pero nada supera ese contacto tan personal, escuchar y ver una historia viva, que no pasó solamente en el siglo pasado. Hoy es muy importante abrir el debate en las escuelas, porque la memoria es una construcción permanente. Es abierta y se hace desde el presente hacia atrás. Es muy importante que los chicos puedan entender qué pasó en aquel momento, pero desde su propia construcción y desde su propia significación de la historia.

Gladys: -Es la oportunidad de hablarle a esas personas que dudan, que dicen: no, eso no es verdad. Aquí tienen el testimonio vivo de personas que lo han sufrido y que aún siguen buscando, eso es algo que impacta, rompe un poco el discurso que está reinando. Y muchas presentaciones que se vienen dando últimamente son impulsadas por los hijos: gente que viene impulsada por dudas que sus hijos le han transmitido.

Miguel: -En las nuevas generaciones también se ve empatía, respeto, ganas de saber. Lo que sí es un tema pendiente es de las redes, hoy estamos compitiendo contra discursos muy violentos, que tienen una llegada más directa y que, lamentablemente, hacen pie en sentimientos de bronca, de resentimiento, que prenden rápido. Y aquí estamos construyendo una verdad histórica a partir del relato amoroso que las Abuelas nos legaron, ellas nos enseñaron cómo se busca, cómo se encuentra, a partir de ese motor, que es el no resignarse, estar todos juntos, un poco los valores que hoy en día están a la baja. Sí, es más difícil lograr un compromiso de participación desde ese lugar. Pero la juventud sigue siendo una usina de grandes sentimientos, compromisos y empatías. 

-¿Cómo es buscar junto a los propios hijos?

Esteban: -El día en que anuncian la restitución de Daniel, el hermano de Miguel, yo tenía que llevar a mis hijas a un turno médico. Sin pensarlo les dije: chicas, no hay tiempo, vamos para allá y de ahí llegamos con lo justo al médico. Y así estuvieron inesperadamente en un anuncio de restitución, incluso en el escenario. Como nos teníamos que ir rápido, terminó la conferencia, nos fuimos a despedir de Estela y justo ahí lo vieron a Dani. Mis hijas se acercaron y lo abrazaron, llorando de alegría. Vivieron como propia esa felicidad que, como la búsqueda, es colectiva.

Miguel: -Y Dani siempre cuenta que eso lo conmovió muchísimo, le hizo pensar en sus propias hijas. Quedó shockeado porque decía: pero no son familia… ¿Entonces por qué lloran así? Y sí, son la familia de la abuela, que es mucho más grande que la biológica…

Juan Pablo: -Cada restitución es un logro de toda la sociedad, y hay una parte importante que lo siente así. Porque cada uno, desde nuestro lugar, hicimos algo, más chiquito o más grande. El que aportó un dato, el que fue a la marcha, el que no se calló en la cola de un supermercado o en el colectivo, el que compró una remera de Abuelas para ayudar. La tarea es de todos y el logro también. 

Miguel: -Hoy podemos decirlo sin temor a equivocarnos: las historias de los nietos son todas distintas, tomaron la noticia mejor o peor, tuvieron un proceso más o menos largo, pero la verdad siempre fue sanadora. Es lo que nos perite caminar sobre suelo firme para avanzar. Y los nietos que buscamos ya tienen una edad en que se enfrentan a esa verdad de una manera mucho más tranquila. Lo veo en mi hermano y en los últimos nietos, lo rápido que pudieron avanzar en la revinculación. Esa verdad que se vuelve cada vez es más urgente para nosotros, es más liviana, digamos, para el que la recibe, que tiene otra madurez. El que tiene un dato, el que tiene una duda, que no espere más: es ahora y es urgente.

* En www.abuelas.org.ar se reciben consultas de quienes dudan de su identidad, y también de quienes quieren dejar posibles datos, en forma anónima. 



Fuente: www.pagina12.com.ar

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