La Secretaría de Derechos Humanos se encuentra a cargo de un juez jubilado que ingresó al Poder Judicial en plena dictadura, tiene fama de “duro” (aunque para despedir elige el Whatsapp y el 31 de diciembre) y es conocido por su simpatía con las fuerzas de seguridad… Tanto, que tuvo a su cargo un caso de desaparición reciente, del policía de la Ciudad Arshak Karhanyan, desviando todas las pruebas que apuntaban a esa fuerza, la principal sospechosa de este crimen que sigue impune.
Alberto Baños: otro famoso caso de “duro” con los débiles y débil con los fuertes.
¿Qué podemos esperar de él y su jefe, el Ministro de Justicia Cúneo Libarona? Ni justicia ni derechos humanos.
Ambos, se ve, cumplen el mandato que explicó su Presidente Javier MIlei durante una entrevista: el de vaciar al Estado desde adentro. Y el Estado somos nosotros, todas y todos.
Cuando hablan de vaciar el Estado, de cerrar centros de memoria, centros culturales, de cerrar organismos como el INADI, lo que están haciendo son dos cosas: dejando sin trabajo a miles y miles de familias; e intentando borrar la historia que supimos escribir y que tantas muertes nos costó.
Mi postura es que, pese a que todo hoy parezca una pesadilla que va a durar para siempre, esa historia la vamos a volver a escribir más pronto que tarde, cuando estos personajes por fin dejen de ocupar los lugares que ellos mismos desprecian.
La sociedad ya demostró, tanto durante este gobierno como durante las afrentas negacionistas y que buscaron beneficiar genocidas durante la gestión macrista, que no olvida ni perdona. Y que si hay algo que es transversal a las ideologías políticas es que la dictadura sembró el terror y un modelo económico empobrecedor que no queremos Nunca Más.
Porque cuando se cierran centros de memoria, culturales u organismos como el INADI, con el discurso del ajuste fiscal, lo que se busca en realidad es profundizar un sistema de desigualdad y concentrar la riqueza en pocas manos.
En eso, claro, coinciden con la dictadura. A eso vinieron.
¿Qué podemos hacer?
Cuando Haroldo Conti –aquel escritor que le da nombre al Centro Cultural hoy en riesgo- se enteró que estaba siendo obviamente buscando por su actividad política, eligió quedarse en el país. Su posición quedó reflejada en un cartel que colgó frente al escritorio donde trabajaba, en una frase que decía así:
“Este es mi lugar de combate, y de aquí no me moveré”.
La autora es Hija de desaparecidos nacida en la ESMA, abogada, Parlamentaria del Mercosur.
