El hábito de crujirse los dedos no daña las articulaciones de las personas sanas, afirma el fisioterapeuta Raúl Valdésuso. El especialista explicó que el característico sonido se produce por el estallido de burbujas de gas en la cavidad articular, un fenómeno intrínsecamente inocuo.
Desmintiendo una creencia común, aclaró que este chasquido no surge del choque entre huesos y añade una curiosidad: no puede repetirse de forma inmediata. «Los mecanismos de presión de la articulación tienen que volver a reponerse», explicó. Por ello, entre un crujido y otro, debe transcurrir un tiempo para que el sistema interno se normalice y se acumulen nuevas burbujas de gas.
Según el experto, esta práctica no provoca desgaste articular ni daños en las estructuras óseas en personas sin problemas articulares previos. El verdadero riesgo solo aparece si el gesto se acompaña de dolor, inflamación o limitación funcional. De lo contrario, es una acción inocua e incluso placentera para quienes la practican. Por tanto, no existe razón para eliminar esta costumbre si no se presentan síntomas preocupantes.
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