La Bolsa bien puede tomarse un descanso. No se ven nubarrones en la economía. La Fed es amiga, aunque ahora se cruce de brazos. El mercado de bonos desconfía. El ascenso de las tasas largas es un viento de frente persistente.
Wall Street entró en modo pausa. Sorprende el momento, la época más propicia del año, el ensamble entre dos potentes regularidades estacionales habitualmente muy favorables. El rally de Navidad y el Efecto Enero. Pero algo, o alguien, apagó subrepticiamente la luz del entusiasmo. Y eso que no faltó preparación. La victoria de Donald Trump empujó a la Bolsa a una seguidilla de récords, desde que se la intuyó en septiembre hasta principios de diciembre. Sin embargo, el remate decepcionó. Como si fuera otra película. Santa Claus no apareció. Y en su ausencia, el S&P 500 se hundió 3% desde Navidad hasta fin de año, su mayor caída en dicho período, por lo menos, desde 1952. El Año Nuevo, por cierto, no comenzó mucho mejor.
El mercado bull no está en duda. Y Wall Street tiene derecho a repensar su futuro si quiere (empezando por su valuación tan generosa). Después de perder 19,3% en 2022 gracias al desborde de la inflación y una Fed con los tapones de punta, el S&P 500 escaló 24,2% en 2023 y 23,3% el año pasado (más dividendos). Bien puede tomarse un descanso. No se ven nubarrones en la economía. La Fed es amiga, aunque ahora se cruce de brazos. Se espera que las ganancias por acción hayan crecido 11,9% interanual en el cuarto trimestre (un récord desde 2021). Y se proyecta 14,8% para todo 2025 (con un aumento de 5,8% de los ingresos por ventas).
Wall Street: se pulverizó el diferencial entre bulls y bears
Nada importante cambió. Solo la mirada de los inversores. Cuando comenzó diciembre, 48,3% de los inversores tenía una visión bullish (versus 21% que eran bajistas para los próximos seis meses). Desde entonces, el diferencial entre bulls y bears se pulverizó. Al primero de enero, la regla es una virtual paridad: 35,4% vs 34,2%. Wall Street es una calle de mano única. Salvo muy puntuales excepciones, lo que predomina siempre es el optimismo (el promedio histórico es 37,5% vs 31%). Cuando ganó Trump saltó a 49,8%. ¿Qué pasó que dos semanas antes de pisar la Casa Blanca ya se niveló el entusiasmo? Diciembre fue todo cuesta abajo. Sin brusquedades, eso sí. A razón de dos o tres puntos porcentuales por semana. Es un desgaste parejo que se profundiza y no una rotura abrupta. Vale consignar que Trump no pateó ningún tablero (todavía). Hay que restregarse los ojos para convencerse de que es él quien le pide a la Justicia que suspenda la prohibición de Tik Tok (mientras el presidente Biden vocifera que se trata de una “amenaza grave”). El magnate dice que con tiempo su gobierno buscará una solución negociada con China.
¿Cómo que nada cambió y Wall Street se desinfló? La Bolsa nunca temió el resultado de la elección, se escribió repetidas veces en esta columna, “los que se espantan son los bonos”. Eso no cambió desde septiembre. Pero la corrosión se acumula y se hace notar con el paso del tiempo. Las tasas de diez años, por fortuna, se calmaron esta semana. Las de 30 treparon otro escalón, a 4,81%, su valor más alto en 14 meses. El ascenso de las tasas largas es un viento de frente persistente. Y su contrapartida, el dólar que se afirma en el mundo a los niveles de 2022 (cuando la Fed corría subiendo sus tasas detrás de la inflación), es el otro brazo de una tenaza que tiene a los mercados internacionales con el Jesús en la boca. La novedad de diciembre es que Wall Street también se notificó. No lo hubiera hecho, por cierto, si Jay Powell no pivoteaba en público. El banco central no va a bajar las tasas cuando Trump estrene su nuevo mandato hasta que, por lo menos, se asiente la polvareda. Y Trump no sería Trump sin promover, aunque sea, un zafarrancho de combate.
Promesa de motosierra: dependerá de Trump y de Musk
¿Es la política, estúpido? Así parece. Trump evitó el cierre parcial del gobierno (de Biden). Y no pudo evitar la vuelta del techo rígido de la deuda pública (que lo va a ceñir a él). ¡Maldito speaker (Mc Carthy)! , escribió Trump en Truth, esa “negociación estúpida” con los demócratas en 2023, que movió la restricción del límite de deuda al primero de enero, puede terminar en un “potencial desastre” de la Administración republicana en 2025. Trump no asumió, pero se movió mal y arranca menos diez. Necesitará un manejo más afinado del Congreso (que supuestamente controla) y echar mano temprana a la motosierra DOGE en poder de Elon Musk. El mercado de bonos desconfía, el pesimismo se esparce, y la Bolsa acusa recibo, pero no es un imposible. El reemplazo de Mc Carthy en la Cámara de Representantes, Mike Johnson, confirmó su liderazgo el viernes con el apoyo visible (y sobreactuado) de Trump. La idea previa era tirarlo por la ventana. A Mc Carthy, cubrir el puesto le demandó 15 votaciones (que hasta que no se saldan impiden acreditar a los nuevos legisladores), y al final lo desecharon igual. Trump aprendió. Y Johnson, con su respaldo, concretó el pequeño milagro de unir a todos los republicanos de la Cámara. ¿Cómo lo consiguió? Pactó con los díscolos de su partido que exigen recortar gastos para aumentar el techo de la deuda. O sea, motosierra. Que después se cumpla es otra cosa. Dependerá de Trump y de Musk. Pero no está mal para antes de empezar. Es la misma receta que se precisa para negociar la paz con las tasas largas y la Fed de Powell.