Sin el relato simbólico, realizado por testimonios y pensadores judíos del exterminio realizado por los nazis, la izquierda nunca hubiera asumido con la radicalidad pertinente una relación política con los derechos humanos, y el célebre Nunca Más.
Gracias a la narrativa de la Shoa asumida por las izquierdas y en la Argentina por la tarea de Alfonsín y la gran recuperación histórica por los Kirchner de los derechos humanos, los mismos, hubieran perdido su vigor político y se hubieran quedado en un renglón más del liberalismo y su procedimientos » democráticos».
Bastaría nombrar a Benjamín, Adorno, Arendt, Levi, Derrida para refrendar que el exterminio realizado por los nazis y sus cómplices occidentales, se transformó en una cuestión crucial de los proyectos emancipadores mundiales. Esta impronta se vio reflejada en la construcción de las democracias occidentales que intentaron salvar el honor de la democracia.
El nuevo eje Trump, Netanyahu, Milei, más otras complicidades europeas con las ultraderechas actuales, donde se debe recordar que fueron formadas en un antisemitismo radical, es el mayor intento de destruir la memoria del exterminio en los campos, actuando como una absoluta maquinaria militar de la venganza y la lógica neocolonial. El apoyo a Netanyahu esconde un rechazo de las enseñanzas de la memoria del Holocausto.
Aquellos judíos y judías que sintieron con orgullo el carácter universal de la cultura judía y su implicación con los internacionalismos del sigo XX deberían oponerse sin ambivalencia y con toda la decisión que exige la gravedad del genocidio en Gaza, al gobierno genocida.
Se trata de transformarse en los verdaderos custodios de la memoria de la Shoa, y de abrir incluso una reflexión y una posición frente a los otros exterminios que lamentablemente han tenido y tiene lugar en la historia; el genocidio perpetrado por la blanca supremacía sobre los demás pueblos y la de los ricos sobre los pobres.
La elección es forzada, o el mundo político cultural judío intenta frenar los crímenes de Netanyahu o será la propia memoria judía la que pasará a ser letra muerta, o como diría Benjamín: un documento de cultura transformado en un documento de barbarie.