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En una carrera de 400 metros para robots, un participante cayó justo antes de la línea de meta. En ese instante no importó si el competidor era humano o máquina: la empatía y el apoyo del público demostraron que, incluso con la tecnología, hay espacio para emocionarse y reconocer el esfuerzo. El robot se llevó consigo la admiración y el cariño de quienes presenciaron su empeño hasta el final en estos Juegos Mundiales de Robots Humanoides en Pekín.