Entre los estudiantes y las derrotas


Que el único vigor de la oposición sea el movimiento estudiantil universitario habla muy a las claras de un momento dramático, para quienes necesitan hallar una vía esperanzadora de enfrentamiento contra el Gobierno.

Una pequeña parte del vaso lleno dice que de mínima asoma algo, quizá capaz de ejercer presión. El resto, casi completamente vacío, advierte que, sin conducción de la bronca, el aliento se desvanece.

Los hermanos presidenciales avanzan con un escarbadientes, si es por el poder formal de sus fuerzas institucionales. A último momento pudieron comprar las voluntades requeridas, para ratificar el veto a la ley de financiamiento universitario.

Los sinvergüenzas de Diputados que volvieron a vender su voto llaman en efecto a llorar a la iglesia, porque su amoralidad no convierte en ilegítimas las reglas de juego democrático. O, mejor dicho, parlamentario. Democracia es un concepto mucho más vasto. Pero el motivo de que hayan podido hacerlo debe buscarse en esa ausencia de una movilización firme, dirigida políticamente.

Los Milei suman heridas que confirmarían lo apuntado aquí hace una semana, acerca de -siempre en potencial- encontrarse en un punto de no retorno. Sólo les importa la satisfacción de los mercados.

El Pro les concedió “una última prueba de amor”, a costa de ser ya un esperpento completamente desdibujado que hoy, poco menos y junto con radicales y tribus dispersas, competiría en porcentuales electivos con la izquierda troskista. Más aun: al día siguiente de que le salvara el veto, Milei reposteó una nota -digamos- de Esteban Trebucq. Allí se califica a Macri como un fracasado, y se lo compara con Cristina y Alberto. Mauricio: el síndrome de Estocolmo es un chiste de cantina al lado de esto.

Se despertó la furia callejera inorgánica que da lugar a expresiones de violencia que podrán ser injustificables. Jamás incompresibles. Jamoncito se encarga de retroalimentarlas y convierte en meme a un provocador rodeado de services. A un local de empanadas. A no acertarle siquiera a las cuentas ni a la gramática de sus incitaciones contra la Universidad Nacional de Rosario, como disparo contra toda la educación pública.

Festejan un índice de inflación ridículo para la percepción cotidiana, mientras las propias cifras oficiales reconocen una caída persistente en el consumo y en la creación de empleo. Se perdieron más de 200 mil puestos de trabajo formales en lo que va de la gestión de Milei. Reiteremos: cifras oficiales.

Pero también es cierto que el veranito financiero de la patria ídem, que como es costumbre engendra expectativas favorables en sectores medios, les permite seguir comandando la agenda.

Es eso. Es esa burbuja, repitiendo las tragedias históricas de mediano y largo plazo. Y son los artilugios con que se las arreglan para, en forma constante, generar espectáculos anunciadores.

Le cambian el nombre al CCK. Confirman que ya llega un préstamo externo avalado por los lingotes de oro mandados a Londres. Avisan por enésima vez que entrarán en conversaciones con el Fondo para refinanciar la deuda. Advierten que recortarán los salarios gerenciales en la Afip. Anuncian la ley “hojarasca”.

O bien, informan que se tomarán exámenes de idoneidad a todos los empleados estatales. Apreciado por la positiva, si esas pruebas fueran rigurosas, es una probabilidad de quedarse sin Gobierno.

Si a esto último se le quitaran las pretensiones irónicas, un buen baño de realidad continúa demostrando que el vacío a producirse tiene chances dificultosas para ser llenado por alguna fuerza alternativa.

Tal como indica Valeria Di Crocce, autora del estupendo El Arca de Milei, el Presidente no es un genio ni nada que se le parezca. Pero en el caos se maneja como pez en el agua. La responsabilidad de la oposición, entonces, es des-caotizar lo más pronto posible.

Por ahora y como mucho, se avizoraría el accionar sin prisa y sin pausa que teje Victoria Villarruel.

En medio de una semana como la transcurrida, la vice se mandó a mudar a España para fotografiarse con el Rey. Almorzar con empresarios argentinos y españoles. Seguir rumbo al Papa, a fines de guiñar al Vaticano. Antes de irse, dejó escrita su indignación por el acuerdo malvinense con los ingleses y su defensa de la Universidad pública.

La Hermana en Jefe entró en cólera, mientras insiste con escuálidos actos de lanzamiento y viendo si puede improvisar sin furcios un par de oraciones consecutivas. Hacerlo con párrafos quedará para más adelante, pero es una persona empecinada.

¿Consuelo de tontos detenerse en estos aspectos? Depende.

Por un lado, frente al escenario que semeja distópico y ante los datos reales de la economía, un notable artículo de Pablo Vera, en Buenos Aires/12 del jueves pasado, se interroga si puede ser que el Presidente no vea esos datos. Y si se confirmaría que Milei es un avatar en un mundo virtual.

Vera -coincidimos- responde que no. Que es un dogmático ajustador serial, inmerso en la teoría de la austeridad como disciplina social. Cita a Clara Mattei, quien en The Capital Order analizó las características y consecuencias de esas políticas de austeridad. Y a Gary Mongiovi, en torno a que la austeridad es una estrategia anti-democrática para impulsar al capital, estimulando transferencia de renta de los trabajadores hacia los capitalistas.

Un evangelio que solamente tendrá freno si, como apunta Vera, millones de argentinos -y dirigentes con real vocación de poder- están dispuestos a construir una oposición firme y solidaria, para edificar una alternativa real. Sobre todo dirigentes, pero esto ya es de juicio personal.

Alrededor de eso, gana espacio cuál es el rol que está jugando Cristina en particular y el peronismo en general. Los dimes y diretes a propósito de la interna del PJ; si habrá dedazo, listas o consenso; si la marcha es hacia acuerdo estructural o a ruptura, y etcétera, son agotadores. Y lo son no por ser cuestión de debates ideológicos (ojalá), sino porque sólo pasan por asuntos personales. Si no es así, se lo disimula muy mal.

Al margen de cualquier consideración que merezca la figura de CFK, está fuera de absolutamente toda duda que lo que vaya a suceder en su órbita es determinante para ordenar, diseñar y accionar a la oposición verdadera. ¿Por qué? Porque, salvo versiones valiosas pero testimoniales, que distan de plantearse la disputa por el poder, no hay oposición en condiciones competitivas que no sean las que ella simboliza.

Que después antes o después influyan sentirse cercada por la persecución judicial, o situaciones familiares, o cuanto quiera añadirse, no varía ese aserto.

En reflexiones publicadas en estos días por La Tecla@Eñe, acerca del rol de Cristina, Jorge Alemán establece una clara diferencia entre los significados de conducción y liderazgo.

En muchas ocasiones se menciona a conducción como si el término funcionara cual dato de la realidad ya constituido. Para el caso: que el peso histórico de CFK actuaría de modo automático.

Eso no es así porque, como agrega Alemán, conducir es una acción simbólica que, a diferencia del liderazgo, debe ser construida políticamente.

“No basta con tener una grandísima influencia en cada intervención Debe también componerse con la articulación de los distintos actores en juego, no sólo sumando a todos (…) sino reconociendo el saber hacer de militantes, dirigentes, funcionarios, con todo el rigor que exige el tiempo histórico donde la Argentina está a punto de ser destruida para siempre. Y donde el movimiento nacional y popular debe ser reinventado”.

Compartimos con el ensayista la pregunta de si acaso es posible, por ejemplo, ignorar la gran gestión de Axel Kicillof, el trabajo de Leandro Santoro, la militancia de Juan Grabois. Tres de quienes representan modos distintos de interpretación de lo político, pero que tienen en común una relación inclaudicable con la Causa.

Parecería un interrogante retórico, porque es obvia la respuesta negativa acerca de si se puede carecer de figuras como ésas. Sin embargo, no es lo tanto cuando se toma nota de que los gestos concretos del -llamémosle- cristinismo ortodoxo, para adentro e incluso hacia fuera, presentan más una sensación de abroquelamiento intestino que de sumatoria conducente.

Como asimismo señala Alemán, Cristina es un gran líder y fue una presidenta inolvidable. Pero ahora tiene el desafío de confirmar que es capaz de conducir lo distinto en lo mismo.



Fuente: www.pagina12.com.ar

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