La deuda en pesos alcanza máximos históricos y suma desafíos para Luis Caputo: cepo e inflación en la mira


Los datos oficiales muestran que, para el segundo trimestre de 2024, (últimos datos disponibles), la deuda en moneda nacional (41,5%) representa el porcentaje más alto con respecto al total desde 2005, cuando fue del 41,1%. En tanto, el porcentaje en pesos respecto al Producto Bruto Interno (PBI) en 2024 ya es del 46,2%, el más alto en 20 años, por encima del de 2023 (43,8%) y peor que el de 2005, que fue del 33,1%.

El monto se incrementó un 2,4% con respecto a 2023 y hay que señalar que, entre 2006 y 2022, no había superado el 30%. Y si bien tanto el mercado como el Gobierno se fija en la deuda en moneda dura, para los analistas, con estos números el oficialismo suma un desafío que puede trastocar alguno de los pilares del plan económico: el desmantelamiento de las restricciones cambiarias (cepo) y el objetivo de mantener la inflación a raya.

De entrada, hay que decir que la deuda en pesos resulta «menos preocupante» que la de moneda dura, pero la city advierte que, si no se “rollean” los vencimientos de corto plazo, será más difícil estabilizar la economía y controlar la dinámica de precios.

La deuda en pesos bajo la lupa de la city

En diálogo con Ámbito, Sebastián Menescaldi, director de EcoGo, explica que parte del aumento que se observa al día de hoy en los compromisos financieros en pesos proviene del traspaso de la deuda del Banco Central (BCRA), específicamente en pasivos remunerados hacia el Tesoro. Esto justifica el salto a niveles históricos, señala el economista.

No obstante, desliza que “es cierto que el volumen de deuda en pesos que el Tesoro mantiene con el mercado es históricamente alto y alcanza casi los u$s90.000 millones”, un monto equivalente a los compromisos en dólares que tiene con los bonistas. Además, destaca que alrededor del 80% de este pasivo vence en el plazo de un año, lo que suma una presión extra al Gobierno, “especialmente si lo que desea es levantar el cepo cambiario”, advierte.

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El economista explica que, con el cepo vigente, la deuda en términos del PBI no aumenta. Esto, según analiza, se debe a que la tasa nominal es negativa y se mantiene “más o menos” a la par del crecimiento económico. Sin embargo, si se liberaran las restricciones cambiarias, el pago de esta deuda a una tasa de entre el 10% y el 12% podría “desestabilizar” las cuentas financieras.

Además, si la tasa de interés real fuera del 10%, el resultado fiscal implicaría el pago de u$s9.000 millones anuales adicionales en intereses, “lo que representa un desafío significativo a futuro”, asegura. Por último, advierte que “este panorama complica la posibilidad de salir del cepo, ya que los efectos de dar ese paso impactarían de manera negativa tanto en la dinámica de la deuda como en las finanzas públicas”.

La deuda ajustada por inflación y el cepo

Claudio Caprarulo, director de la consultora Analytica, analiza que la deuda en moneda local está, en gran parte, ajustada por inflación, a pesar de que aumentó la participación de la deuda a tasa fija. En este contexto, sostiene que la salida del cepo podría disparar la dinámica inflacionaria y eso incrementaría la carga de la deuda pública ajustada por esa variable. “Este efecto se vería parcialmente compensado por la deuda a tasa fija con vencimientos más largos, ya que sus rendimientos serían más negativos en términos reales”, indica.

Por otro lado, estima que la eliminación de los controles de capital podría redirigir parte de la liquidez del sector privado hacia otros instrumentos financieros, lo que dificultaría el «roll-over» de la deuda del Tesoro. “Esto pondría mayor presión sobre la necesidad de mantener un buen resultado fiscal, que hasta ahora contribuyó a reducir el riesgo asociado a la deuda en pesos”.

Los riesgos asociados a la deuda en pesos

En esa misma línea se expresa el economista Federico Glustein, quien asegura que es siempre preferible apalancarse en moneda local que en moneda extranjera, ya que es más fácil recaudar o generar el endeudamiento necesario para cumplir con las obligaciones. Además, “el Estado tiene control sobre la tasa de interés en moneda local, lo que otorga mayor flexibilidad”, analiza.

Glustein destaca la tendencia de los últimos meses en la que el dólar estable hizo atractiva las tasas en pesos. Esto suscitó un cambio en la colocación de instrumentos financieros, con una transición de inversiones en dólares a pesos.

Sin embargo, advierte que haber “rolleado” deuda a tasas altas en comparación con la inflación futura, como sucedió en la última licitación del Tesoro, podría representar un desafío. Para el economista, esto podría implicar la necesidad de un ajuste mayor, lo que afectaría la recuperación de la actividad económica en 2025.

Además, existe el riesgo de que los pesos excedentes migren de las posiciones en moneda local, lo que generaría presiones adicionales. Así, para Glustein, si bien la deuda en pesos es menos preocupante que la nominada en dólares, “si no se rollean los vencimientos de corto plazo”, será mucho más difícil estabilizar la economía y bajar la inflación: dos ejes clave del plan económico.

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Deuda argentina. Fuente: EcoGo

Por último, Adrián Yarde Buller, estratega jefe de Facimex Valores, indica que, “aunque la deuda en pesos del Tesoro está en niveles máximos”, es importante enfocar la atención en dos aspectos clave.

Primero, este aumento refleja el esfuerzo significativo del Tesoro para limpiar la hoja de balance del BCRA. “Si se observa la deuda consolidada entre el Tesoro y el BCRA, los niveles de obligaciones en pesos, con relación al PBI, son actualmente más bajos que a finales del año pasado”, sostiene.

Y, en segundo lugar, «es fundamental recordar que aproximadamente la mitad de la deuda en pesos está en manos del propio sector público, lo que reduce considerablemente la carga real de la deuda en pesos”, concluye Yarde Buller.

Así, las cosas, en este escenario desafiante, la deuda en pesos se erige como un arma de doble filo: por un lado, permite mayor control y flexibilidad, pero, por el otro, se convierte en una bomba de tiempo que, si no es desactivada con una estrategia firme, puede poner en jaque el frágil equilibrio económico. Los próximos meses definirán si Argentina logra navegar estas aguas turbulentas.





Fuente: Ambito

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