A muy pocos días de la Cumbre del Futuro celebrada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), es muy probable que aún no podamos dimensionar los efectos adversos del voto inexplicable del Gobierno nacional al rechazar el Pacto para el Futuro y distanciarse de un consenso global a favor de la humanidad y el planeta. Por ende, el presidente Milei ha optado por profundizar la exclusión para las argentinas y los argentinos.
Lejos de representar la voz de un pueblo del Cono Sur al que le urge consolidar sus lazos de solidaridad y cooperación con otras naciones, fomentar el multilateralismo y procurar negociaciones que nos permitan escapar del ahogo de la deuda contraída por los gobiernos neoliberales, el Gobierno nacional ha redoblado su apuesta por la exclusión. La novedad de este ciclo libertario de hambre, oscurantismo y dolor popular es la exclusión de doble anclaje de la que será muy difícil sobreponernos: la interna y la externa.
El anuncio del índice récord de pobreza en tan solo el primer semestre de su mandato da cuenta de que el gran mérito de Milei es el empobrecimiento del pueblo, el hambre y el despojo cada vez más pronunciado de bienes que antes estaban en manos de los sectores bajos y medios, pero acumulados ahora en los más privilegiados. Los festejos que hace unos días nos han mostrado los medios son las celebraciones de la exclusión y la desigualdad, pero han ido por más.
Ahora, se han encargado de excluirnos del mundo y firmar un pacto sectorial con muy pocos beneficiados, que disfrazan su extractivismo voraz y el atropello sobre nuestros recursos naturales y la biodiversidad en su afán por incrementar sus fondos desperdigados en paraísos fiscales.
Tras años de trayectoria en cooperación internacional y diplomacia, la Argentina ha preferido excluirse del mundo y rechazar la oportunidad de formar parte de un proyecto que busca profundizar los contenidos del Acuerdo de París que tanto afectan a toda la humanidad.
Además, descartamos la posibilidad de establecer consensos para garantizar la paz y diseñar estrategias comunes para cerrar asimetrías alimentarias, educativas, sanitarias, de género, etarias e informativas en pos de un desarrollo inclusivo e igualitario para las nuevas generaciones.
Y lo más alarmante aún es el empeño por arrojarnos a la intemperie del endeudamiento y al acecho de bufetes de abogados representando a fondos buitres que encuentran en Latinoamérica, la región más desigual del planeta, un terreno fértil para su gula financiera.
Por supuesto que la destrucción del entramado productivo y el empobrecimiento sin precedentes no encuentran su solución en un voto a favor de un pacto internacional. Por eso, defendemos el principio de “responsabilidades comunes pero diferenciadas”. Todos los estados deben abordar los desafíos del cambio climático, aunque no todos tienen las mismas obligaciones ni responsabilidades respecto de esos retos.
No obstante, el Pacto para el Futuro nos permite abrazar un sistema multilateral que potencia las oportunidades para alcanzar una representación más inclusiva, democrática y transparente de los Estados miembros. De esta manera, se podría asegurar el pleno ejercicio de los derechos humanos y hacer oír la voz de los países más endeudados.
Por otro lado, mientras el Gobierno vota en contra de otros países periféricos y decide alinearse con los intereses de los capitales concentrados, este aislamiento recrudecerá los efectos negativos en las negociaciones por la cuestión Malvinas y la defensa de la soberanía nacional sobre ese territorio tan sensible para el pueblo argentino.
Además, el Gobierno nacional se ha rehusado a velar por las generaciones presentes para que salvaguarden los intereses de las niñas, los niños y las juventudes. Se les ha arrebatado la posibilidad de vivir en un planeta más inclusivo, habitable y seguro.
Con un sesgo cuasi fascista, les ha negado la solidaridad, el diálogo, la cohesión social y el derecho tan argentino de alcanzar la movilidad social ascendente, es decir, el derecho al bienestar y a disfrutar de la vida desplegando todo su potencial y diversidad.
En cambio, ha votado en contra de un planeta más seguro, desconociendo la realidad y proliferando la falta de planificación para morigerar los riesgos. De esta manera, a las juventudes les ha dejado el recrudecimiento de los incendios en la provincia de Córdoba mientras las bajantes en el río Paraná continúan afectando los usos de los recursos hídricos.
En una era de mayor necesidad de una arquitectura financiera internacional más justa y equitativa, optar por el aislamiento disfrazado de una rebeldía contra el “autoritarismo” de la acción climática resulta un desacierto inexplicable. Mientras tanto, descarta el Pacto Digital Global y la Declaración sobre las Generaciones Futuras y, con ello, un marco global de equidad e inclusión para generar acciones que superen las brechas digitales, informativas y de innovación. De este modo, se podría avanzar hacia un futuro digital seguro, abierto, accesible y centrado en el ser humano y sus derechos universales.
Con el anhelo de que este voto sea rectificado oportunamente, desde la esfera local y los municipios seguiremos trabajando mancomunadamente por una Latinoamérica más unida, segura e igualitaria. Solo con vínculos cada vez más solidarios entre los pueblos y entre los gobiernos podremos pensar en un mundo más habitable para todas las personas en paz con su entorno.
* Intendente de Esteban Echeverría, vicepresidente de CGLU para América Latina y vicepresidente de Mercociudades
