«Una sociedad justa es aquella que respeta y promueve la dignidad de todas las personas” y, atendiendo a esta premisa, “la iglesia tiene la responsabilidad de ser una voz profética que denuncie las situaciones que la vulneran, como la pobreza, la exclusión, la explotación”, reza el documento que emitió la Comisión de Pastoral Social del episcopado católico que preside el obispo de Lomas de Zamora, Jorge Lugones. El texto surgió luego de dos días de reflexiones de las que participaron políticos de diferentes partidos, funcionarios, dirigentes sociales y académicos. El documento en el que, utilizando un tono reflexivo que evita la confrontación directa, toma distancia de la política económica y social del gobierno, reafirma la idea de justicia social rechazada por el presidente Javier Milei y reclama, entre otras cuestiones, políticas públicas que garanticen derechos para los más pobres.
El pronunciamiento se dio en el marco de la llamada “semana social” que se realiza cada año y que en esta ocasión se concretó en Buenos Aires y bajo el título “La dignidad humana y el desarrollo integral”.
Sostiene la Pastoral Social que “son necesarias políticas buenas, estables, racionales y equitativas que afiancen la Justicia Social para que todos tengan tierra, techo, trabajo, un salario justo y los derechos sociales adecuados, para impedir la proliferación del descarte material y el descarte humano que va dejando a su paso violencia y desolación”.
En clara disonancia con la política económica del gobierno –aunque no hay ninguna mención expresa- los obispos sostienen que “para la construcción de ese bien colectivo (la dignidad humana) es necesaria la equidad distributiva como herramienta central para la construcción de la paz social y que el logro del equilibrio social y ecológico debe realizarse a partir de los equilibrios macroeconómicos, pero que debe ser el resultado del trabajo digno, en una economía con desarrollo e inclusión, con un modelo que debe anteponer la producción a la especulación, la distribución a la concentración y el acaparamiento, el bien común a la rentabilidad sectorial”.
Dicen los obispos que durante este tiempo de reflexión, con desafío de “organizar la esperanza”, analizaron que “la vigencia plena de los derechos sociales es indispensable para ver la realización de la dignidad en todos los habitantes de nuestra tierra y con ellos, esencialmente, el universo del trabajo y la producción, el acceso a la tierra y sus bienes”.
En el documento afirman que “escuchamos a lo largo de las dos jornadas un duro análisis de la crisis que atravesamos actualmente, con una alta inflación con estancamiento económico y alto desempleo e informalidad, y con una descomposición política que también es parte y causa de la misma”.
Y en el mismo sentido señalan que “analizamos con preocupación una oscilación pendular de políticas económicas desde la recuperación de la democracia que no han logrado satisfacer la plena dignidad humana hasta ahora, sabiendo que democracia y derechos humanos son valores indivisibles”.
Pero al mismo tiempo, destacan los obispos de Pastoral Social, “también insistentemente escuchamos la necesidad de un Estado presente, renunciando a la autonomía absoluta del mercado para la recuperación sostenible y a largo plazo”. Para subrayar a continuación que se trata de “un estado que debe tener tamaño adecuado y ordenado pero que no puede desentenderse de los roles esenciales, como la educación pública”, La última afirmación cobra especial significación política porque fue pronunciada en el mismo momento que se estaba desarrollando una jornada de protesta y reivindicación de la educación pública y en contra del ajuste del gobierno de La Libertad Avanza (LLA) para el sector.
Como parte de su diagnóstico la Pastoral Social afirma que “escuchamos con dolor las cifras de la pobreza y la exclusión, tanto como del aumento del narcotráfico, de la inseguridad, la grave y preocupante baja de los índices de vacunación, la mayor penetración de las enfermedades en los barrios más pobres”.
En consonancia con declaraciones anteriores de varios obispos y movimientos sociales la Comisión de Pastoral Social afirmó que “es necesario fortalecer las políticas de integración socio urbana que cuiden y preserven a los más pobres para que no siga creciendo exponencialmente entre nuestros sectores más humildes el narcotráfico, la prostitución infantil, la trata de personas, la violencia brutal en los barrios y todas las formas de criminalidad organizada”.
En otro párrafo de la declaración se admite que “como sociedad hemos perdido la confianza en las instituciones, y con ello la capacidad del diálogo, aumentando la judicialización de los conflictos”. Por eso –dicen los obispos- “una y otra vez recordamos la necesidad de un dialogo social, indispensable para la construcción de esas políticas a largo plazo, que salgan de la mirada corta en términos electorales; advirtiendo también que nuestro entramado social está dividido, con lenguajes distintos, que dificultan el diálogo”. Para ello, agregan, “debemos fortalecer la escucha, aprender a escucharnos con humildad y esperanza, poder sumar las fuerzas en la diversidad”.
Dicen también que “debemos recuperar el sentido de comunidad, superando los individualismos, fortaleciendo la organización comunitaria, las experiencias de salvación comunitaria, sabiendo que la realidad debe transformarse a diario en cada lugar del territorio”.
En otra parte de su reflexión los obispos de la Pastoral Social reconocen que “compartimos que como argentinos debemos hacer un pedido de perdón, cada uno en la extensión de su responsabilidad, para así animarnos a la construcción del diálogo entre todos, sin dejar nadie afuera”. Pero al mismo tiempo eligen escuchar “particularmente los jóvenes con su mirada de esperanza, sus propuestas, anhelos y sueños, convocándonos para hacer efectivo ese amor social en nuestra vida cotidiana, desde la construcción territorial, porque esos valores universales crecen desde las raíces de nuestro pueblo, desde su propia belleza que aporta un nuevo plano al poliedro maravilloso de la familia humana y la casa común”.
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