Con una misa concelebrada en el santuario de Luján, aproximadamente un centenar de obispos católicos culminaron este viernes la asamblea general que transcurrió desde el lunes pasado en la casa “El cenáculo”, en la localidad bonaerense de Pilar. Hablando en la homilía de la misa el obispo Daniel Fernández, vice presidente segundo del episcopado y titular de la diócesis de Jujuy, reiteró ante sus pares “nuestro compromiso de amor con cada uno de nuestros hermanos que sufren y con esta realidad que nos toca vivir hoy y que tanto interpela nuestro corazón de pastores”. La preocupación por la situación social del país y las responsabilidades que ello impone a la Iglesia fue uno de los temas centrales de la agenda episcopal durante la semana.
Al comenzar la asamblea el lunes anterior, el arzobispo mendocino Marcelo Colombo, presidente de la Conferencia Episcopal, afirmó que a la “fiesta de la vida” deben ser invitados “los pobres y los impuros”, reivindicó los reclamos hechos por la Iglesia al solidarizarse con los sectores, grupos y personas afectados por “situaciones de crisis y marginalidad”, y sostuvo que la construcción permanente de consensos debería ser el norte de quienes quieren gobernar con amor, inteligencia y pasión por el bien de su pueblo.
Ahora Fernández utilizó una cita del papa León XIV para decir que “cuando el camino del pueblo se hace más difícil, el pastor, por virtud teologal, ayuda a no desesperar; no con las palabras, sino con la cercanía”. Y subrayó además, siempre utilizando palabras del pontífice, que “cuando las familias llevan cargas excesivas y las instituciones públicas no las sostienen adecuadamente; cuando los jóvenes están decepcionados y hartos de mensajes falsos; cuando los ancianos y las personas con discapacidades graves se sienten abandonadas, el obispo está cerca y no ofrece recetas, sino la existencia de comunidades que tratan de vivir el Evangelio con sencillez y comparten con generosidad”.
El obispo jujeño alentó también a aportar “una luz de esperanza entre tantos desafíos que vivimos como argentinos”. Esperanza -dijo- que está puesta a prueba “en los que sufren en su cuerpo y en su alma, en los que no tienen trabajo y que no pueden ofrecer el pan de cada día a sus hijos, en los jóvenes desorientados y abandonados a su suerte, en los ancianos que experimentan no poder satisfacer sus mínimas necesidades para su vida diaria y el cuidado de su salud”. Y recogiendo un pedido del papa en la exhortación “Delexi Te” publicada el 9 de octubre pasado, le recordó a los obispos que “escuchando el grito del pobre, estamos llamados a identificarnos con el corazón de Dios, que es premuroso con las necesidades de sus hijos y especialmente de los más necesitados”.
Fernández finalizó su intervención rogando a la Virgen de Luján por la Argentina y por los propios obispos “para que sepamos discernir los signos de los tiempos y crezcamos en la fidelidad del Evangelio”.
