Marcos Buscaglia: “Si el Gobierno hubiera acumulado reservas de a poco, el riesgo país estaría más bajo”


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Buscaglia analizó el rumbo económico del Gobierno.

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Tras no haber priorizado la compra de divisas para dotar al BCRA, el Gobierno «está jugado a que eso lo resuelva el resultado electoral» lo que agrega «un riesgo innecesario«.

A continuación, la entrevista completa de Marcos Buscaglia con Ámbito.

Periodista: Hace unos días, un empresario me admitía que esperaba la recuperación para el segundo trimestre de este año, pero aún no llegó y ya pronostica poder tener mejores resultados recién el año que viene. ¿Cuál es el contexto que nutre esta idea?

Marcos Buscaglia: Para entender un poco de dónde venimos y qué es lo que espero, te doy un contexto que es teórico, pero con una consecuencia muy clara. La primera etapa del plan de estabilización -con ancla cambiaria- consistía en bajar la inflación desde niveles altísimos. En esa etapa, el tipo de cambio fue muy útil.

Y si uno mira la experiencia histórica de planes similares, te dice que: primero, baja rápido la inflación; segundo, hay un rebote económico, sobre todo en la venta de bienes durables, porque baja la tasa de interés real y suben los salarios en dólares; y tercero, se aprecia el tipo de cambio. Y eso fue lo que pasó en Argentina entre diciembre de 2023 y abril de 2025: inflación que baja rápido, rebote de bienes durables, y una apreciación cambiaria muy fuerte.

Lo que pasa es que ese esquema tiene un límite. Históricamente, se agota. Y para mí, en este programa, eso se agotó hacia el final del primer trimestre de este año. Lo vimos en hechos concretos: déficit de cuenta corriente demasiado alto, signos de agotamiento, y un Banco Central con reservas netas negativas, que incluso seguía perdiendo reservas.

Eso llevó al Gobierno a avanzar hacia otra etapa del programa: un ajuste más centrado en lo monetario, basado en la cantidad de dinero. El programa con el FMI, justamente, es uno con metas monetarias. Históricamente, esos esquemas son recesivos al inicio —no siempre, pero suelen serlo.

P.: ¿Qué indicadores dan cuenta de que es un plan de retracción económica?

M.B.: Bueno, subió la tasa de interés real: aunque la nominal bajó, la expectativa de inflación cayó más. El crédito se desaceleró. Vemos indicadores de enfriamiento económico: los salarios reales dejaron de crecer, la mora sube, los cheques rebotados también, hay señales en las empresas.

Entonces, sí, después del rebote que mostró el EMAE en abril, esperamos que mayo, junio y julio sean meses más bien “ni fu ni fa”. No creo que vaya a haber una recesión, ni mucho menos, pero sí una actividad económica bastante lenta.

Los datos de mayo, por ejemplo, los de Orlando Ferreres, muestran una leve caída, y los preliminares de junio son mixtos: en algunos sectores, como el cemento, algunos indicadores suben y otros bajan. No hay una tendencia clara, pero sí una desaceleración.

P.: ¿Esto se proyecta también para 2026?

M.B.: No necesariamente, esa es la clave. Sí veo meses difíciles en términos de actividad y empleo, pero eso no implica que se prolongue a 2026. La elección abre un nuevo escenario. Según el resultado, puede haber (o no) un nuevo impulso a reformas estructurales, más inversiones, y refinamientos en el plan de estabilización.

Yo no creo que esta etapa actual del plan vaya a durar para siempre. Vamos a ver más apertura del cepo, más independencia del Banco Central respecto a la política fiscal, y probablemente ajustes en el esquema cambiario y monetario. Por eso, hay margen para una recuperación post electoral.

Se va el miedo electoral, aparece la chance de entrada de capitales, el tipo de cambio ya está más depreciado… Puede abrirse un nuevo círculo virtuoso.

P.: El tipo de cambio efectivamente comenzó a depreciarse, sin embargo el traslado a precios es moderado. ¿Por qué?

M.B.: Es una muy buena pregunta. Estaba mirando justo los datos: no solo hubo una depreciación frente al dólar, sino también frente al real. Y si ves el tipo de cambio real multilateral, ajustado por inflación y frente a las monedas de los principales socios comerciales, desde que empezó el programa hasta hoy tenés una depreciación de más del 15%.

P.: Aun así, no hay un traslado fuerte a precios. ¿A qué se debe?

M.B.: Porque al mismo tiempo hay una apertura económica que está generando una baja estructural de precios. Y además, en un contexto de actividad más débil, no hay margen para trasladar aumentos de costos.

El precio final de un bien incluye no solo el costo del producto, sino también flete, logística, comercialización, márgenes… Y en una economía más desacelerada, toda esa parte deja de aumentar.

P.: ¿Qué tipo de modelo económico-productivo está impulsando el gobierno? ¿Hay un horizonte claro?

M.B.: Me parece que el modelo apunta a tener un ancla fiscal, a seguir desregulando y abriéndose. Con eso, eventualmente, a bajar impuestos. No sé cuánto lo van a poder lograr, pero el modelo macro está claro: ancla fiscal, flotación cambiaria, desregulación.

Ahora, ¿hay un modelo productivo detrás? No lo veo. No creo que haya una estrategia definida en términos sectoriales. No diría que es un modelo de primarización tampoco, porque no es que apunten específicamente a eso. Es más bien un enfoque sobre los “fundamentales” macro y micro de la economía, sin mucha bajada sectorial.

Lo que el Gobierno hace, claro, tiene implicancias productivas. Ojalá no tengamos un tipo de cambio tan apreciado en el futuro. De hecho, ya se depreció algo, más del 15%, y eso es bienvenido. Porque mientras hacés reformas estructurales, necesitás un tipo de cambio más alto que funcione como amortiguador.

Es como si tuvieras un atleta que hace mucho no entrena y lo mandás a competir: primero tiene que entrenar. El tipo de cambio es ese colchón que te da tiempo.

P.: Pero Milei había dicho que el dólar iba a llegar a $1.000. ¿Qué lectura hacé hoy de eso?

M.B.: No tengo del todo claro por qué el Presidente y su equipo insistieron tanto en que el tipo de cambio iba a ir al piso de la banda. Tal vez querían moderar expectativas para salir del cepo de forma ordenada. Y lo lograron: fue una salida sin traumas, sin salto inflacionario. Algo inédito.

Pero si el dólar hubiera ido efectivamente al piso de la banda, eso hubiera sido muy negativo, por lo que hablamos antes. El tipo de cambio funciona hoy como un amortiguador: le da tiempo al sector privado para adaptarse, mientras el Estado avanza en reformas.

P.: Quienes analizan puntos de comparación con los ’90, resaltan el ingreso de capitales en cantidad, lo que sostenía la Convertibilidad. Si el Gobierno asegura que viene a profundizar las directrices de la gestión menemista, ¿por qué no se ve reflejado el ingreso de dólares en la misma cuantía?

M.B.: Porque los argentinos estafamos. Tuvimos default, expropiaciones, reestructuraciones de deuda, cambios bruscos de reglas… El inversor no se olvida de eso. Las multinacionales todavía se están yendo, no llegando. Fijate Carrefour, Procter and Gamble.

El cepo es muy problemático. Y quienes compraron bonos en la época de Macri, en pesos, se quemaron mal. Entonces, todo ahora va a ser más lento, y no es culpa de este gobierno: es nuestra historia.

El Gobierno podría haber hecho más para mitigar ese problema. Para mí, no haber acumulado reservas fue un error. Si hubieran empezado a comprar de a poco, como hace Chile, que anuncia “voy a comprar 5.000 millones en 100 días”, el riesgo país hoy estaría más bajo. Y eso te permitiría tener más chances de acceder al financiamiento.

Ahora estás jugado a que eso lo resuelva el resultado electoral. Y eso te agrega un riesgo innecesario.

P.: ¿Qué opiná sobre la meta inquebrantable de superávit? ¿Es sostenible? ¿Para quién es necesario?

M.B.: El superávit primario es necesario. No como dogma, sino porque la mayoría de nuestros problemas macro vinieron siempre por el déficit fiscal. La pregunta es cómo lograrlo de forma sostenible.

Lo ideal sería que el arco político acuerde que Argentina necesita un superávit primario estructural. No podés estabilizar la deuda con los niveles actuales. Si no lo lográs, la deuda crece y volvemos al default. Y los defaults afectan sobre todo a los más pobres. Por eso, para mí, esa parte tiene que ser inamovible. La discusión es cómo lo implementás, sin hacer recortes donde no corresponde.





Fuente: Ambito

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